Franklin González
El domino 7 de octubre se realizaron las elecciones de la primera vuelta para la presidencia de la república, el congreso y las gobernaciones de Brasil. Grandes sorpresas no hubo. Según lo que los gringos llaman la Opinión Pública, el resultado estaba cantado. Los candidatos fuertes eran: Jair Bolsonaro, candidato de la ultraderecha y Fernando Haddad, candidato de parte de la izquierda brasileña. Efectivamente ambos clasificaron y uno de ellos será el próximo presidente de ese país.
Antes de hacer alguna aproximación a los resultados del próximo 28 de octubre, esbozaremos previamente algunas premisas.
Primera premisa. Hoy en día la variable externa predomina por encima de la variable interna. Cualquier análisis que se realice de algún acontecimiento nacional, sobre todo si se trata de unas elecciones en un país de la importancia estratégica de Brasil, miembro de los BRICS y con relativa importancia económica mundial, debe considerar el papel que juega la variable externa, esto es, las fuerzas que pugnan en la arena internacional e inciden nacionalmente. Así que cualquier consideración sobre cuáles serán los resultados electorales en la segunda vuelta o el balotaje, debe tomar muy en cuenta de qué lado de esa contienda se encuentran los actuales gobernantes de Estados Unidos, que son un actor muy activo.
Segunda premisa. No somos absolutistas, tampoco monistas ni dualista como Aristóteles o Descarte, pero sí podemos afirmar: Las sociedades occidentales son sociedades polarizadas, lo que significa que el centro político no existe o está ausente, por convicción o por omisión. Por tanto, la verdad se expresa a través de las posverdad, esto es, las emociones, las pasiones, los sabores o lo sinsabores, predominan por encima de cualquier otra consideración. Brasil es una sociedad profundamente polarizada. Lo evidenciaron los resultados del 7 de octubre. Eso significa que dependiendo de la fuente que se consulte estaremos en presencia de una «verdad», la que cada polo tiene y está absolutamente convencido de ello.
Tercera premisa. En occidente hay dos modelos que se disputan el poder político entendido en términos de su vinculación con el Estado. Aunque el poder es mucho más que el Estado y recordando a Michael Foucault existe la microfísica del poder, es decir, este está en todas las manifestaciones y acciones humanas, comenzando por la familia y las relaciones de pareja
Uno de esos modelos, es el de la exclusión social, el que privilegia el capital, la ganancia, la explotación del hombre por el hombre, cuyos representantes se reúnen todos los años en Davos, Suiza, y vociferan que el único mundo posible es el mundo del capitalismo, hoy encarnado en su fase superior: el neoliberalismo. Este modelo es hegeliano, teleológico, parte de la convicción del fin de la historia. Después del capitalismo lo que existe es utopía, no realidad. En Brasil en las próximas elecciones este modelo tendrá su representante, ya clasificado, se llama Jair Bolsonaro, y casi logra -contra todos los pronósticos-, alcanzar la victoria en la primera prueba.
Frente a ese modelo, se erige otro, el de la inclusión social, el que privilegia el trabajo, los salarios, las prestaciones sociales, las jubilaciones, el que habla de la igualdad social, cuyos representantes se reúnen en Sao Paulo anualmente y levantan la bandera: «otro mundo si es posible». También es teleológico pero trascendental, porque parten de que históricamente es posible trascender el capitalismo a través de la edificación de una sociedad con justicia social, que se denomina genéricamente socialismo. En Brasil en las elecciones del 7/10 este modelo tuvo también sus representantes y uno de ellos, Fernando Haddad, fue el otro candidato que clasificó para la segunda contienda electoral.
Acotamos que dentro de ese modelo de inclusión social, con fuerzas que luchan por la justicia social, encontramos, al menos dos tendencias. La que se parece mucho a lo que instauró el Comandante Supremo Hugo Chávez en Venezuela, que fue la de refundar la república y realizar importantes cambios institucionales, al menos en el terreno político y también social.
La otra tendencia, es la que considera que es lícito y necesario realizar alianzas con sectores de la derecha pensando que es la mejor forma de gobernar a favor de los pobre. Esto se parece mucho a los tres períodos gubernamentales del Partido de los Trabajadores en Brasil.
Cuarta premisa. De una correlación de fuerzas favorables en América Latina al modelo de la inclusión social, con gobiernos reformistas y revolucionarios que lo encarnaron, se ha pasado a un momento en el cual las fuerzas que representan al modelo de la exclusión social están en pleno desarrollo y además apoyadas por quienes hoy gobiernan en Estados Unidos. Por tanto, a esa relación de poder predominante, hace falta el desarrollo de una estrategia de «resistencia».
¿Quién ganará las elecciones en Brasil?
No somos Nostradamus, pero la situación no está fácil para el candidato del Partido de los Trabajadores. Sin embargo, existen algunos elementos que se deben considerar
Para la segunda vuelta en vez de mirarlo por la vía de la positividad en términos de lo que dice el filósofo de origen coreano Byung Chul Han en el texto Psicopolítica, habría que analizarlo por el de la negatividad, esto es, el nivel de rechazo que acumulan ambos aspirantes, que en el caso de Bolsonaro pareciera superar el 46%, casi la misma cifra de apoyo que alcanzó en la primera vuelta, superando en mucho el que alcanza Haddad que, en el peor escenario, se sitúa en 30%.
También tomar en cuenta que en Brasil el 53 por ciento del electorado son mujeres, y según los índices, comparecen más a las urnas que los hombres. Las declaraciones machistas, misóginas, racistas, homofóbicas y xenofóbicas de Bolsonaro a lo largo de su carrera ha provocado la movilización de millones de mujeres bajo el llamado por las redes sociales con famoso hashtag «#Elenao», esto es, ÉL no. Esa resistencia de las mujeres contra él forma una barrera que parece insuperable.
Ahora bien, hay un elemento que podría inclinar al final la balanza en favor del ultraderechista Jair Bolsonaro y es el papel que juega la religión y en particular el movimiento de los evangélicos que constituyen una importante base de apoyo, gravitando fuertemente a su favor y que, practicando las posverdades y los «fake news» a través de las redes sociales, le llegan con su verbo encendido a los sectores más empobrecido de la sociedad brasileña, con todo y que estos sectores hayan sido favorecidos por el programa hambre cero, las bolsas de alimentos, la amplia cobertura de salud, el significativo incremento de los ingresos y salarios, las bolsas de educación para escolares, el crecimiento económico, la masiva generación de empleo, la educación, etc. Pareciera que todo fue borrado de la memoria colectiva.
Por eso una alerta en esta fase regresiva hasta el 28 de octubre: comenzó a arder la casa, no hay que esperar que el fuego se extinga solo, ni que algún viento fuerte lo haga o una fantasma enviado de las catatumbas sople y apague las llamas. El fuego puede devorarlo todo. Por tanto, debe buscarse cómo apagarlo, acudir a los medios que permitan hacerlo, en fin, es necesario tener claro que se están en presencia de una guerra mediática por parte de la derecha, nacional e internacional, para conquistar y anestesiar las mentes del «gran elector» brasileño y hay que hacer todos los esfuerzos para que no lo logren.
Las fuerzas verdaderamente democráticas, la izquierda y el «progresismo» tienen la palabra el 28 de octubre. No creer que hay un designio en lo que ocurre, que todo está escrito y ordenado, que llegó el Canto del Cisne, y, por tanto, todo queda en manos de los dioses del olimpo, sin la debida consulta a la gente de carne y hueso.
La suerte está echada y no es el momento de la izquierda «Penélope», de destejer lo tejido o esperar por la llegada de Ulises, es el momento del más rancio activismo, por el bien del pueblo de Brasil y de los pueblos de América Latina. Hace falta la construcción de una amplia alianza de fuerzas democráticas que puedan cerrar el camino de la ultraderecha brasileña.