Rómulo Pardo Silva
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Un hecho es que la izquierda que ha llegado al poder político para implementar medidas de bienestar y tener existencia/protagonismo practica del mismo modo capitalista el agotamiento ambiental en perjuicio de las generaciones futuras.
Francisco Umpiérrez Sánchez escribe: “Sin duda que lo mejor, a los ojos de un economista marxista, es que el capitalismo desaparezca de la faz de la tierra y en su lugar aparezca una exitosa sociedad socialista. Pero no se puede vivir de las palabras ni de sueños. Hay que mirar a la realidad y calibrarla tal y como es. Si la única lucha que puede librar la izquierda marxista es la destrucción del capitalismo, entonces esto significa no hacer nada. Supone quedarnos con los brazos cruzados y contribuir a la inacción. Y ante esto sin duda que es mejor cualquier otra cosa y que no es poca cosa: reformar el capitalismo. Una de esas luchas reformistas y en la que se quiere poner al frente ATTAC España es la reforma del mercado financiero. Es una buena causa como lo fue en su tiempo la lucha por la jornada laboral de ocho horas o la lucha por una sanidad pública. Y aclaro: la lucha por reformar el capitalismo no supone abandonar la idea de que el capitalismo haya que transformarlo en socialismo. Pero mientras esa posibilidad llega, habrá que hacer algo que mejore la suerte y el destino de la humanidad.”
La izquierda se hace cargo de gobiernos por pragmatismo para realizar programas parecidos a los de la que llaman derecha. El elogiado estado de bienestar y la buena educación pública europea se deben a los capitalistas socialdemócratas. Recientemente en Chile el gobierno de la vieja derecha ha presentado un plan de beneficios sociales en el mismo sentido de la Concertación donde participan izquierdistas.
Los valiosos gobiernos progresistas de Venezuela, Bolivia, Ecuador que luchan por cambios profundos para lograr el desarrollo de sus pueblos basan su estrategia económica en un crecimiento permanente que incluye la venta/agotamiento de recursos finitos sin limitar las extracciones para asegurar su sostenibilidad. «Las elites burguesas venezolanas y sus conexiones internacionales todavía tienen control sobre la tierra, las finanzas y el comercio del país», aclaró el presidente Chávez.
En un artículo de Antonio Cuesta se lee que el alcalde revolucionario de Marinaleda (España) describe su modelo de democracia poscapitalista con la nacionalización de la banca, el fin del actual modelo agrario, la soberanía alimentaria, la exclusión como mercancías de la tierra, el agua y las semillas, la vivienda como derecho libre de la especulación, la naturaleza por encima del interés económico, la energía al servicio de las poblaciones. Postura que deja fuera del poscapitalismo la disminución de recursos naturales que determinará para miles de millones de personas un menor consumo.
Es claro que proponer un socialismo sustentable solidario en este tiempo no hace ganar el poder. Mientras la economía destructiva pueda ofrecer en alguna medida más compra de bienes no se debe esperar un apoyo popular importante a una política de consumo responsable con el futuro.
Como consecuencia ahora es el tiempo para prever y divulgar la realidad que habrá durante el cambio de civilización y proponer formas de superar la crisis del capitalismo salvando la vida y seguridad de toda la humanidad.
La izquierda no es socialismo sostenible ni solidario, Cuba sí. La izquierda decide ser gobierno de derecha por ser posible. El crecimiento exponencial del capitalismo es popular.
Asumir por razones objetivas el no gobernar y en cambio dar una lucha de ideas radical no es “la inacción, el no hacer nada”. Marx, Martí, no gobernaron; estudiaron, reflexionaron, crearon, se comprometieron, enseñaron, combatieron, y su legado no ha sido superado por izquierdistas en cargos públicos.
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