Estados Unidos estaba de duelo este lunes tras la matanza de 26 personas en una iglesia de Texas, un hecho por el que el presidente Donald Trump pidió no responsabilizar a las armas, mientras se intensificaban los llamados a aumentar su control.
La masacre del domingo, ocurrida solo cinco semanas después del tiroteo más mortífero perpetrado en Estados Unidos, ocurrió cuando un hombre con chaleco antibalas abrió fuego con un rifle de asalto contra los feligreses en una iglesia bautista, dejando además una veintena de heridos.
Trump, de gira por Asia, calificó lo ocurrido como «espantoso tiroteo» y «acto de maldad», pero volvió a descartar que el acceso a las armas sea el causante.
«Tenemos un montón de problemas de salud mental en nuestro país, pero no es una situación imputable a las armas», declaró en Tokio.
Las víctimas, con edades entre cinco y 72 años, asistían al servicio de la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs, una localidad rural de unos 400 habitantes y ubicada 50 kilómetros al sureste de San Antonio.
El tirador, identificado como Devin Kelley, de 26 años, fue descrito por las autoridades como un joven blanco que aparentemente se suicidó cuando huía en su auto y mientras era perseguido por dos ciudadanos.
«Creemos que él tenía una herida autoinfligida por arma de fuego», dijo el sheriff Joe Tackitt a la cadena CBS.
La Fuerza Aérea informó que Kelley prestó servicio en una base de Nuevo México desde 2010, antes de ser juzgado por una corte marcial en 2012 por agredir a su esposa e hijo.
Fue sentenciado a 12 meses de confinamiento y recibió una baja por «mala conducta», según dijo a AFP Ann Stefanek, portavoz de la Fuerza Aérea.
Vestido completamente de negro, Kelley abrió fuego afuera de la iglesia antes de entrar y seguir disparando, dijo Freeman Martin, responsable de las fuerzas del orden en Texas.
«Cuando salía de la iglesia, un residente local tomó su rifle y enfrentó al sospechoso. El sospechoso dejó caer su arma y huyó. El ciudadano persiguió entonces al sospechoso», detalló Martin.
Las autoridades encontraron a Kelley muerto en su auto, que estrelló durante la persecución.
Múltiples armas
Múltiples armas fueron encontradas en el vehículo, que fue procesado por expertos en explosivos.
«Tenemos varias escenas de crimen. Tenemos la iglesia, afuera de la iglesia. Tenemos el lugar donde fue localizado el vehículo del sospechoso», dijo Martin.
«La tragedia se profundiza por el hecho de haber ocurrido en una iglesia, un lugar de adoración, donde estas personas fueron baleadas», dijo de su lado el gobernador de Texas, Greg Abbott, advirtiendo que la cantidad de fallecidos podría aumentar.
Los heridos fueron llevados a varios hospitales con «heridas que van desde menores a muy severas», detalló Martin.
Entre los muertos está la hija de 14 años del pastor Frank Pomeroy, dijo el líder de la iglesia a ABC News.
Annabelle Renee Pomeroy «era una muy hermosa y especial niña», aseguró su padre, que estaba ausente al momento de la masacre y volvía por carretera a Texas.
Entre las víctimas, algunas evacuadas en helicóptero, está un niño de seis años llamado Rylan, que era operado tras recibir cuatro disparos, según dijo su tío a CBS News. Otro pequeño de dos años también fue herido de bala, reportó un diario local.
«Apoyo total»
En la noche del domingo hubo una vigilia en honor a las víctimas.
«Tenemos roto el corazón. Nos congregamos, unimos nuestras fuerzas (…) A través de las lágrimas y nuestra tristeza permanecemos fuertes», dijo Trump, que también ordenó que las banderas ondeen a media asta en la Casa Blanca y edificios federales.
El presidente insistió en que «es un poco pronto para abordar el tema», al ser consultado por los pedidos de que aumente el control de armas en el país. Pero prometió «apoyo total» de su gobierno a la investigación.
Como en tantos otros tiroteos, los demócratas aprovecharon para renovar los llamados al control y regulación de las armas de fuego, un tema candente en un país que considera casi sagrado el derecho a portar armas.
Denunciando un «acto de odio», el expresidente Barack Obama declaró: «Que Dios nos conceda a todos la sabiduría de preguntarnos qué medidas concretas podemos tomar para reducir la violencia y las armas entre nosotros».
Esta nueva masacre ocurre a un mes del tiroteo en que un atacante abrió fuego desde una habitación de hotel de Las Vegas matando a 58 personas e hiriendo a cerca de 550, de una multitud que asistía a un concierto. Fue el más mortífero en la historia reciente del país.
Hace poco más de dos años, Dylann Roof, un supremacista blanco, asesinó a nueve parroquianos en una histórica iglesia de Carolina del sur.