Además de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el avance de la causa Noble y la investigación sobre cómo Clarín se apropió de Papel Prensa, hay internas que provocan fuertes tensiones y sordas peleas dento del Grupo.
D. Cecchini y M. Cittadini

Además de la pérdida de parte del poder conseguido mediante el armado de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), en la que comienza a registrarse un curioso fenómeno emigratorio (ver en estas págs.), el Grupo Clarín comienza a sufrir resquebrajaduras internas de importancia, que se suman a los otros crujidos devenidos de la aprobación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, los avances de la Justicia en la causa por la presunta apropiación de hijos de desaparecidos de Ernestina Herrera de Noble y la determinación de los directores por el Estado en Papel Prensa de no transigir con los privilegios de La Nación y de Clarín.
Los mayores conflictos dentro del Grupo tuvieron su germen en 2004 a partir del cambio de estrategia de negocios y la extraordinaria ganancia que significó la concentración progresiva del mercado del cable, si bien el pico máximo de beligerancia interna se produjo en 2007, cuando el CEO de Clarín Héctor Magnetto padeció una grave enfermedad. Como si se tratara de disputas intestinas al estilo de las viejas series Dallas o Dinastía, lo que se planteó en ese momento entre sus segundos fue el clásico problema de la sucesión. Los candidatos eran tres: Héctor Aranda, gerente general del diario Clarín; Jorge Rendo, director de Relaciones Externas del Grupo; y un recién llegado: Carlos Moltini, quien era el gerente General de Multicanal cuando se  realizó la fusión con Cablevisión, lo que le dio a la empresa la caja más rentable de su historia.
Conviene inventariar los bandos antagónicos. Relaciones Corporativas, con su silencioso pero eficacísimo poder de lobby, históricamente fue el área fuerte del Grupo. En un principio su cabeza visible fue Saturnino Herrero Mitjans, pero desde hace muchos años Jorge Rendo tomó el liderazgo en la tarea de contactar, persuadir, negociar, presionar o apretar a empresarios, políticos y jueces. A lo largo de la historia de la empresa, desde este lugar se tomaban las decisiones estratégicas de negocios y allí se decidía cómo se llevarían a cabo, incluyendo contenidos, tapas de diario, campañas radiales, y así cada uno de los espacios comunicacionales de la corporación. Accionistas como José Antonio Aranda, respetuoso de la línea Magnetto, aceptan los lineamientos de Rendo y su equipo sin oposición. El área tiene como segundos a Martín Etchevers, gerente de Comunicaciones Externas del Grupo Clarín; Hernán Verdaguer, gerente de Asuntos Regulatorios, que se ocupa del lobby del cable, y Pablo Casey, sobrino de Magnetto y gerente de Asuntos Públicos. Este último es un caso particular. Empleados del sector comentan que a menudo el trabajo de Casey consiste en ejercer su rol de familiar del mandamás, antes que desempeñar sus responsabilidades como ejecutivo.
Los Roldán llegan al barrio. Cuando el Grupo decidió focalizar la fuerza del negocio en el cable, el contador Carlos Moltini ganó un terreno insospechado. Quienes lo conocen lo describen como “un tipo soberbio, creído y un negociador salvaje”. Moltini tenía una muy buena relación con Magnetto, pero su baja visibilidad se debía a que integró al principio un sector del negocio que la prosapia de Clarín consideraba menor o restringido para los advenedizos. De hecho, en 2007, cuando los ejecutivos del cable adquirieron poder –en función de la facturación– y comenzó la interna con los lobbistas de Rendo, fueron apodados Los Roldán, en referencia al programa de televisión que describía a una familia de nuevos ricos grasas, y que curiosamente se emitía por Telefé.
El doble comando generó situaciones inusitadas hasta ese momento. Un ex ejecutivo lo describe así: “Antes te llamaba cualquier gerente de Relaciones Corporativas y te decía que había que estar desnudo a las tres de la mañana en el Puente La Noria. Y vos lo hacías porque te lo ordenaban de arriba. Cuando Moltini se puso a la misma altura o por encima de Rendo, pasó que si llamaban a alguien del cable para una reunión, hacía falta su autorización para que fuera”. En el área corporativa es mucho el rencor que despierta Carlos Moltini. Le achacan que se vanagloria de sus estrategias de marketing y del desarrollo de negocios cuando en realidad sólo cosechó trabajo ajeno. Entienden que Multicanal –y luego Cablevisión– nunca crecieron por el desarrollo de buenas ideas sino simplemente gracias a la pura presión, el poder económico del Grupo, la compra de cables chicos y la ausencia de competencia. “Lo único que hizo fue utilizar la billetera y el fútbol para ir absorbiendo cables”, aseguran desde las oficinas cercanas a Rendo y Etchevers. También recuerdan que si se toma en cuenta el único territorio donde Moltini compitió, Capital y el conurbano, Cablevisión nunca tuvo menos abonados que Multicanal. La decisión de comprar Cablevisión buscó monopolizar el mercado pero también beneficiarse por la mejor imagen que tenía la empresa de la calle Cuba, que tenía 200 mil usuarios más que Multicanal.
Aquí se abre otra interna en el Grupo. Sucede que parte del staff de Cablevisión quedó en Muticanal y sus ejecutivos, que vencieron siempre a Moltini, hoy sufren su destrato y ocupan un lugar secundario en la estructura del holding. Según ex empleados, “mucha gente que participó de la creación de Fibertel y de Cablevisión está llena de odio porque ve cómo destruyeron un producto exitoso y eficiente”.
Más allá de estos cruces, para dimensionar hasta dónde llega hoy el poder de Moltini es bueno tener en cuenta un par de datos. Fue él quien realizó la rueda de ofrecimientos para la oferta pública de acciones de Clarín en el exterior en 2007 y también quien cerró la reunión anual de gerentes del año pasado, en reemplazo de Magnetto. Pero también desde las oficinas de Rendo critican el estilo de Moltini. Su enorme dureza para negociar con los cableros del interior, sus peleas con gran parte de la industria y el desguace que hizo de áreas del Grupo como Prima, la primitiva división digital de Clarín que funcionaba en un edificio de la calle La Rioja al que Moltini apodó “el tren fantasma”, decidido a despedir a casi todo el personal y a despedazar su área de contenidos.

A la hora de los bifes. De cualquier modo, los contendientes saben unirse cuando hace falta. La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual les impuso una tregua interna transitoria. Otros problemas cotidianos los obligan a unir fuerzas: por ejemplo, la presentación en contra de sendas alianzas que DirecTV realizó con Telefónica y Telecom para ofrecer telefonía, internet y televisión satelital, cada uno por su lado pero en una factura conjunta. Este tema inquieta mucho porque la propuesta avanzó en lugares a los que no llegan los productos del Grupo y se los acusó de ofrecer triple play encubierto, algo que tienen prohibido. En primera instancia, un juez falló a favor de la alianza de las telefónicas al desestimar la denuncia entendiendo que el servicio se provee por separado. Lobbistas y ejecutivos de Cablevisión buscaron enmendar esa decisión judicial en segunda instancia. Especialistas en enchamigarse con la Justicia, buscaron un lugar amigo: la Sala Tercera de la Cámara en lo Contencioso Administrativo Federal que, mediante un fallo con las firmas de Jorge Argento y Sergio Fernández, obligó a los aliados a dejar de ofrecer el pack.
Desde las telefónicas explicaron que el servicio de radiodifusión lo provee Direct TV y el de telefonía lo prestan Telefónica o Telecom, sin usar el mismo ducto, que es lo que está prohibido. E insisten: “Lo único distinto es que llega una sola factura y eso está permitido desde 1994, cuando las empresas de telefonía fueron autorizadas para facturar por cuenta y orden de otros a partir de la creación de los 0-600”.

Una ayudita de mis amigos. Los lobbistas de Clarín trabajaron también junto a Roberto Dromi –responsable del proceso de desguace del Estado en tiempos menemistas, incluyendo las privatizaciones de medios– y los abogados del estudio Sáenz Valiente & Asociados contra los intentos de obligar a las distribuidoras a que soterren los cables que cuelgan en toda la ciudad. Eso sucedió durante el gobierno de Aníbal Ibarra y consiguieron un doble premio: una prórroga de dos décadas para las obras de los cableados ya realizados (los del Grupo más Telecentro) y la obligación de soterrar los cables para cualquier operador nuevo. Ese doble premio significó un ahorro para el Grupo de 300 millones de dólares. Sin embargo las operaciones no se detuvieron ahí. En 2008, Alberto Fernández –entonces jefe de Gabinete y jefe del PJ Capital– instruyó a los legisladores porteños a lograr un acuerdo con el macrismo que suavizara los renovados intentos para obligar al multimedios a ordenar el tendido de la ciudad. En cuanto a Dromi, Miradas al Sur ya informó sobre su relación con el Grupo Clarín y su rol como cerebro organizativo de los embates legales contra la Ley de Comunicación Audiovisual.
Fernández no es el único que como jefe de Gabinete tuvo relación con la empresa. Dentro de Asuntos Corporativos todos saben que a los 15 días de asumir, Sergio Massa se reunió en secreto con Jorge Rendo (algunos sugieren, sin poder asegurarlo, que estaba también Magnetto). Fue para anticiparle que no había forma de frenar la voluntad de la presidenta Cristina Kirchner de avanzar contra la ley de medios de la dictadura. Dicen que Massa se despidió con la promesa presunta de intentar hacer algo para que no prosperase el proyecto.  En septiembre del año pasado, Carlos Moltini y Sergio Massa, esta vez en su rol de intendente de Tigre, estuvieron juntos en la presentación del canal corporativo, “Somos zona norte”. Allí, un encendido Moltini fustigó lo que considera la  “ley de Medios K” y Massa alertó contra el peligro hipotético de que se produzca una “concentración a la inversa” a partir de la nueva Ley.