Ulises Rodríguez
Nuestras Voces

El Bochín Club de Liniers está al borde del cierre por el tarifazo. Es el centro de la vida deportiva del barrio y su programa de box contiene a jóvenes en situación de riesgo. Pero Aysa le niega el subsidio y la factura de electricidad se hizo impagable. Cuando la política económica destruye la acción comunitaria.

Kiyoshi Hatono, más conocido en Liniers como “El Ponja”, es boxeador hace 11 años y sabe que la única manera de aguantar una pelea en la que el oponente es más fuerte es nunca bajar la guardia. A los 32 años, este hijo de japonés y madre argentina que es profe de boxeo y presidente del Bochín Club de Liniers, está en medio de la contienda contra los tarifazos que han dejado al club -su club- al borde del nocaut. Su es historia es similar a la de cientos de clubes de barrio, organizaciones, pequeños comercianes y emprendedores que viven el cambio en el esquema de tarifas implementado por el presidente Mauricio Macri como una pelea sucia.

El 27 de junio pasado un fallo de la Cámara Federal anuló un amparo que frenaba los aumentos dispuestos por el Gobierno -en junio de 2016- que habían conseguido seis clubes del partido de San Martín y que abarcaba al resto de las instituciones. Con esta medida, los clubes deberán afrontar boletas un 500% más caras y saldar un retroactivo. En el caso del Bochín de Liniers la última factura de energía eléctrica fue de $8.700 -que pagaron con mucho esfuerzo- y de ser así la próxima vendría de $43.500.

“Si llega a venir esa suma vamos a tener que cerrar el club. Desde junio que estamos haciendo las actividades hasta las 17 horas, con la luz del sol, para no gastar electricidad y ver qué pasa con la nueva boleta. Es imposible que juntemos ese dinero”, dice el presidente de la institución, que cuenta con unos 160 socios y donde se enseña boxeo recreativo, profesional y fútbol infantil como principales actividades.

Deudas que ahogan El club ubicado en la calle Ramón Falcón 6469 fue fundado en 1934 y comenzó con las clases de boxeo en 2012. Hasta entonces se había convertido un espacio de jugadores de póker y otros juegos de apuestas. Contaba con estacionamiento y un buffet con olor a encierro y tabaco.

Ese año la Inspección General de Justicia (IGJ) avisó que rematarían el club por una deuda que acumulaba más de $500.000. La vieja comisión terminó por abandonar el Bochín y la gente nueva se puso a trabajar para pagar esa deuda y que el club siga funcionando. Aún la están pagando.

A partir de que “el Ponja” tomó las riendas al club le cambió el espíritu. “De poco fueron llegando pibes del barrio y de la zona: Lugano, Bajo Flores, Mataderos, de las villa 1.11.14, la 20 y Cildáñez, que en vez de estar en una esquina tomando birra o fumando un porro vienen a entrenar”, dice Hatono mientras prepara una mamadera para su beba de 7 meses.

El alquiler de la canchita de fútbol, las cuotas de socios y las peñas folklóricas que organizan 1 o 2 veces al mes son los ingresos de dinero más importantes. Así y todo no alcanzan a cubrir los gastos. Como Aysa, que les negó el subsidio y ahora le adeudan $35.000.

“Cuando pedimos el subsidio no nos mandaron más la boleta hasta que hicieran la evaluación. Pero ahora que nos lo negaron, nos vino la deuda con el retroactivo y debemos esa locura de plata que no tenemos ni sabemos cómo la vamos a conseguir”, explica Kiyoshi.

Un espacio de contención Como tantos otros clubes de barrio el Bochín es un espacio de contención e inclusión. El alumnado es de chicos y chicas de 5 años hasta hombres y mujeres de más de 60. “De los que vienen 40 están becados y tenemos 9 chicos que compiten profesionalmente”, cuenta.

Entre esos se cuenta el caso de Adrián Torres, un boxeador profesional que está privado de su libertad en el Penal de Ezeiza, pero gracias al apoyo de la gente del Bochín consiguió el permiso de salidas transitorias para entrenar, dar clases en el club y volver al ring.

“El caso de él nos llena de orgullo porque a través del club queremos que se reinserte en la sociedad y es una alegría cuando alguna de sus peleas son televisadas”, dice “el Ponja” sobre el caso de Torres.

Otro ejemplo es el de Lionel Ríos un boxeador profesional que tenía 5 combates y todos perdidos. “Es un pibe Cildáñez al que le sobran condiciones pero que venía con problemas de adicciones así que lo empezamos a entrenar con disciplina. A partir de ese momento peleó 4 veces y ganó todas las peleas. El mes que viene va por la quinta para igualar las 5 perdidas y así continuar con su carrera sin ser el tipo que los promotores subían al ring para que otros boxeadores sumen una pelea ganada”, explica el presidente y entrenador.

Y agrega: “También se contiene a los que perdieron el trabajo, que son muchos en el último tiempo, y aunque no puedan pagar la cuota desde el club les brindamos un espacio, que es un modo de no apartarlos y motivarlos en el difícil momento que les toca vivir”.

Algunos clubes han accedido a tarifas sociales para agua y el gas pero eso no corre para el servicio de energía eléctrica. Hasta el momento desde las empresas Edenor y Edesur han implementado un reintegro del 40% para las instituciones que figuren en el Registro Nacional de Clubes. “En ese caso se paga primero el reintegro y para eso hay que tener todos los papeles en regla y aquí la anterior comisión hizo desaparecer todo el papelerío, Quemaron las actas así que no hay nada de nada”, dice Hatono.

El presidente del Bochín Club se crió en los `90 y para él esta situación “nos lleva por un camino en el que vamos a tocar fondo”. De todos modos Kiyoshi sabe lo que es estar en medio del ring soportando los golpes y tirando trompadas para defenderse. Por ahora queda un round más y lo van pelear, entre todos los que quieren al club, para no perder por nocaut.