Lo primero que dijo después de los agradecimientos fue: “¡Libertad a Milagro Sala!” y el estadio polideportivo de Humanidades de La Plata se vino abajo por la ovación. Así empezó y así terminó su exposición con esa consigna la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien recibió ayer el Premio Rodolfo Walsh en la categoría de “presidentes latinoamericanos”, que otorga la Facultad de Periodismo de La Plata.
Las paredes del estadio universitario estaban tapizadas con un gran retrato de Cristina Kirchner y con los carteles de las agrupaciones, en su mayoría del kirchnerismo, desde La Cámpora hasta el Peronismo Militante, la Jauretche y la Walsh, que dirige el Centro de Estudiantes. Dilma era esperada en medio de cantitos y consignas.
(imagen: Joaquín Salguero / Página 12)
En el escenario, acompañaron a Rousseff, la decana Florencia Saintout, el secretario ejecutivo de Clacso, Pablo Gentili, una ex ministra de la presidencia de Rousseff, Eleonora Minicucci, y Hebe de Bonafini. En la primera fila había una delegación de Madres de Plaza de Mayo con sus pañuelos, y Rosa Schoenfeld, madre de Miguel Bru, estudiante de periodismo que fue torturado y asesinado en 1993 en la comisaría 9ª de La Plata.
Hebe le entregó un pañuelo de las Madres a Dilma. “Esto no es Ensenada ni es La Plata –dijo–, esto es el Dique, de esta zona soy yo y en este mismo lugar funcionó un campo clandestino de detención durante la dictadura. Pero Florencia puso el pie aquí y levantó esta hermosura de Facultad.” Hebe estaba emocionada, igual que Dilma, mientras el estadio aplaudía. “Como mis hijos –siguió con un nudo en la garganta– Dilma dio su vida, o casi la dio, en las mazmorras de Brasil para después llegar a ser presidente y trabajar por su pueblo.”
El público empezó a gritar “¡Fora Temer!” “¡Fora Temer!” Hebe tomó la frase: “Pero no alcanza con decir ‘fora Temer’, hay que decir qué vamos a hacer para ‘Fora Temer’, igual que no alcanza con decir ‘Fuera Macri’, hay que decir cómo haremos para ese ‘Fuera Macri’”.
Se proyectó un video que volvió a emocionar a Dilma, donde estudiantes, artistas, trabajadores, feministas, jubilados y maestros entre los que estaban Estela de Carlotto, Hugo Yasky, Teresa Parodi y Sonia Alesso saludaban con afecto y respeto a la ex presidenta de Brasil. En otro video se hacía un repaso de los premiados con anterioridad: Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Alvaro García Linera.
“Este premio no es neutral –empezó Florencia Saintout–, está del lado de los que luchan y no de los que lloran. Es un premio para los que, como usted, están del lado de los humildes, es un premio para aquellos que no se arrodillan, para los que no claudican, lleva el nombre de Rodolfo Walsh y con él, el de los 30 mil queridos compañeros desaparecidos. La decana atacó el proceso de destitución que sufrió Dilma Rousseff como “esa farsa mediática que quiso hacer creer que 61 votos valen más que 54 millones de votos”.
Rousseff había seguido con emoción las palabras de Bonafini y Saintout. Cuando se acercó al atril se serenó. “Hoy recordé toda mi vida. Cuando estaba en la cárcel en los ’70, sabíamos que había lucha aquí, en La Plata, porque una compañera que estaba prisionera había estudiado aquí y nos decía que era un centro de lucha. Y de aquí es también una persona, que siempre me impresionó y a la que yo calificaría de extraordinaria líder latinoamericana, Cristina Kirchner.” Y redoblaron las consignas y los bombos: “¡Patria sí, colonia, no!”.
Rousseff había agradecido a las personalidades presentes en el polideportivo, en especial al intendente de Ensenada, Mario Secco, que fue muy aplaudido. La ex presidenta brasileña recordó a las dictaduras “implacables” de los ’70 en América latina. “En el tiempo, nuestra lucha se proyectó en gobiernos populares en casi todo el continente, que demostraron que es posible crecer y desarrollar las economías elevando el nivel de vida de los pueblos. Y además vimos que éramos una Patria Grande.”
En esa línea indicó que los gobiernos populares, por fuera de los paradigmas del neoliberalismo, “nos lanzamos a disminuir la desigualdad, en Brasil bajamos las privatizaciones, 50 millones de brasileños accedieron a la casa propia y 56 millones accedieron a programas de salud, sacamos 36 millones de brasileños de la pobreza extrema, amplificamos derechos de los trabajadores y garantizamos el crecimiento del salario real”.
“Pero estábamos nadando contra la corriente –advirtió– . Cómo explicar, por ejemplo, que en Estados Unidos, el uno por ciento de la población posee más del 90 por ciento de las riquezas y que un cuarto de ella sea producto de los trabajadores mexicanos pobres.” Explicó que el neoliberalismo necesitaba imponer un nuevo programa. “Lo primero que hicieron fue aprobar una ley para que por 20 años no haya un aumento real del gasto en educación y en salud pública.” Y puntualizó que el otro objetivo del golpe fue evitar que las investigaciones por corrupción alcanzaran a los que tienen el gobierno en la actualidad.
Sobre su destitución indicó que “cualquier persona acusada de corrupción es juzgada por los medios, sin derecho a la defensa, sin derecho siquiera a conocer las pruebas, después del juicio mediático llega el juicio de la Justicia condicionado por el anterior. En Brasil, los medios están controlados por cuatro familias, cualquier persona puede ser acusada, criminalizada y descalificada, en un proceso que tiende a desmoralizar. Eso no es democracia, es un estado de excepción”.
“Podemos salir profundizando el proceso democrático –indicó–, queremos ampliar todo el espacio democrático posible, se han movilizado las mujeres, hubo un paro general en todo el país por primera vez en 19 años y vamos a elecciones con el candidato que más mide en las encuestas: Lula.” Al final volvió a puntualizar los peligros: “La segunda etapa del golpe es impedir que participemos en las elecciones del 2019 y destruir a Lula”.