Así, en lugar de discutir como combinar las expectativas de desarrollo con un eco-ambientalismo inteligente, el discurso pachamámico nos ofrece una catarata de palabras en aymara, pronunciadas con tono enigmático, y una cándida lectura de la crisis del capitalismo y de la civilización occidental. O directamente, exabruptos interpretativos, como el de Fernando Huanacuni, funcionario de la Cancillería, que le dijo a un diario argentino que el sismo en Haití fue un pequeño aviso del ímpetu económico-global-cósmico- telúrico-educativo de la Pachamama.
¿Acaso [el alcalde electo de El Alto y cuestionado dirigente sindical] Edgar Patana hace política desde una nueva espiritualidad, [el senador y Ejecutivo campesino] Isaac Ávalos interviene en el Senado pidiéndole permiso al abuelo Cosmos o [el viceministro de Régimen Interior] Gustavo Torrico manejará la Policía con el criterio de que los derechos de la Pachamama (y de las hormigas) son más importantes que los derechos humanos?
En Europa hay mucha más conciencia del reciclado de basura (incluyendo los plásticos) que en nuestro país, donde en muchos sentidos está todo por hacer, y un ecologismo informado –y técnicamente sólido- parece mucho más efectivo que manejar el cambio climático desde una supuesta filosofía originaria, a menudo una coartada de algunos intelectuales urbanos para no abordar los problemas urgentes que vive el país. Muchos de los errores oficiales en la cumbre no son ajenos a haberle entregado a los pachamámicos la temática del cambio climático, cuya irresponsabilidad impide a Bolivia jugar con seriedad en las grandes ligas mundiales. A muchos intelectuales, el laboratorio boliviano puede darles ingentes insumos para sus investigaciones, y muchas ONG están encantadas de financiar todo tipo de experimentos sociales. Pero para los bolivianos el costo de una nueva oportunidad perdida sería impagable por todos los proyectos de la Cooperación juntos.
Pablo Stefanoni es Director de Le Monde Diplomatique Bolivia