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Brasil ratificó su apoyo a la política nuclear de Irán. En el marco de su gira internacional por Turquía, Irán y Rusia, el canciller brasileño, Celso Amorim, aterrizó ayer en Teherán con un objetivo claro: buscar una solución al controvertido programa nuclear impulsado por el país islámico y gestionar la inminente visita del presidente Luiz Inácio Lula da Silva, programada para el 16 y 17 de mayo próximo. El ministro de Relaciones Exteriores petista se reunió con el presidente del Parlamento, Ali Larijani, y con el negociador iraní sobre la cuestión nuclear, Said Jalili. Se espera que el funcionario se encuentre hoy con el presidente Mahmud Ahmadinejad y su canciller, Manuchehr Mottaki.
“Irán tiene derecho a llevar a cabo y en paz actividades nucleares pacíficas. Lo que queremos para el pueblo brasileño es lo mismo que queremos para el pueblo iraní. Es decir, lo que deseamos es la expansión de las actividades nucleares en este país con fines no bélicos”, precisó el canciller Amorim tras su reunión con el jefe del Parlamento iraní. Y agregó: “Las sanciones son iniciativas negativas, que no dan ningún resultado y son injustas”.
Desde hace meses, el gobierno de Brasilia ha demostrado su voluntad de mediar en el conflicto que el país islámico mantiene con varios países de Occidente por su controvertido programa nuclear. Los dichos vertidos ayer por el responsable diplomático petista fueron bienvenidos por la dirigencia de Teherán, que aplaudió la iniciativa de seguir con la vía de las negociaciones, evitando la imposición de sanciones más severas por el Consejo de Seguridad de la ONU.
“Votar resoluciones e imponer sanciones no es un enfoque correcto para establecer un diálogo con Irán”, estimó por su parte el presidente del Parlamento iraní. Tras su encuentro con Amorim, el funcionario volvió a culpar a las grandes potencias por la falta de acuerdo. “Llegar a una solución es sencillo. Polemizar con datos irreales no va a tener efecto alguno sobre la voluntad de nuestro pueblo. Las grandes potencias intentan complicar este asunto para favorecer así sus propios intereses políticos”, estimó ante los medios de prensa.
Gran parte de la comunidad internacional, con Estados Unidos a la cabeza, acusan al régimen de los ayatolas de ocultar, bajo su programa civil, otro de naturaleza clandestina y con ambiciones bélicas cuyo objetivo sería adquirir un arsenal atómico. Este alegato es rotundamente negado por Teherán.
A finales del año pasado, la polémica se radicalizó después de que Irán rechazara una oferta de los Estados Unidos, el Reino Unido y Rusia para enviar su uranio enriquecido al 3,5 por ciento al exterior y recuperarlo tiempo después con un enriquecimiento del 20 por ciento. Este nivel, afirma Teherán, es necesario para mantener operativo su reactor de investigación médica, localizado en la capital del país.
Por ese entonces, la república islámica exigió garantías en el intercambio propuesto por las potencias, entre ellas la supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Pero la falta de acuerdo entre las partes en conflicto llevó a que el presidente Ahmadinejad al poco tiempo ordenara unilateralmente su propio programa de enriquecimiento al 20 por ciento, pese a las advertencias internacionales. En los últimos meses, la escalada de tensión entre Teherán y las potencias de Occidente se aceleró. El anuncio de la construcción de nuevas centrales atómicas en el país erosionó las ya desgastadas relaciones diplomáticas. Washington, que se ha convertido en el abanderado de la causa, desde entonces ha tratado de consensuar una nueva batería de sanciones económicas para imponer un freno al programa nuclear iraní. Pero la negativa de China, principal socio económico y aliado de Teherán, logró que hasta la fecha las medidas punitivas no se pusieran en práctica.
Desde el inicio del enfrentamiento, Brasilia abogó por las conversaciones entre ambos bandos. Como miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, la dirigencia petista logró convertirse en uno de los grandes interlocutores del conflicto, ganando con esto el apoyo de varios países del Tercer Mundo y Medio Oriente. Incluso los esfuerzos de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, por subir a Brasil en el tren de los países que reclaman sanciones resultaron infructuosos.
Aunque el gobierno de Lula aún no adelantó cómo será su voto en caso de que la ONU trate la aplicación de sanciones a Irán, la prensa local ha señalado que si los cinco miembros fijos del Consejo de Seguridad votan a favor de las sanciones, Brasil se abstendrá. En este marco, la visita del canciller Amorim a Rusia estipulada para mañana resulta fundamental. El próximo plato fuerte en esta mediación tiene fecha: el 16 y 17 de mayo, cuando Lula llegue a Irán para intentar poner un fin a los disensos.