Índices de mortalidad en aumento, expansión de infecciones mortales y una falta de personal y equipo médico están devastando el sistema de salud griego mientras la obstinada austeridad del país golpea a los más débiles de la sociedad.
Datos y ejemplos puntuales, apoyados por doctores y sindicatos, sugieren que el Estado más caótico de la Unión Europea se enfrenta al colapso de su sanidad pública. “En nombre de unas severas medidas fiscales está muriendo gente que tendría que sobrevivir”, explica Michalis Giannakos, presidente de la Federación Panhelénica de Empleados de Hospitales Públicos. “Nuestros hospitales se han convertido en zonas de peligro”, añade.
Datos publicados por el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades revelaron recientemente que aproximadamente el 10% de los pacientes en Grecia estaba en riesgo de desarrollar infecciones hospitalarias potencialmente mortales, que ya se han cobrado aproximadamente 3.000 vidas.
El porcentaje de pacientes afectados es dramáticamente mayor en unidades de cuidado intensivo y salas de maternidad, aclaró el organismo. Aunque los datos se refieren a brotes entre 2011 y 2012, los últimos disponibles, Giannakos afirma que desde entonces el problema solo ha ido a peor.
Como otros médicos que han trabajado en el sistema nacional de salud griego desde su establecimiento en 1983, el presidente del sindicato culpa de los actuales problemas a la falta de personal, la insalubridad y la ausencia de productos de limpieza. Además, los recortes se han agravado por el uso excesivo de los antibióticos, indica.
“Por cada 40 pacientes solo hay una enfermera”, señala, mencionando el caso de una mujer que murió el mes pasado en un hospital público en Zakynthos después de una operación de pierna muy común. “Los recortes son tales que hasta en las unidades de cuidado intensivo hemos perdido 150 camas”, denuncia Giannakos.
“A menudo se coloca a los pacientes en camas que no han sido desinfectadas. Los trabajadores están tan desbordados que no tienen ni tiempo para lavarse las manos, y en ocasiones tampoco hay jabón antiséptico”, explica.
2,5 millones de griegos sin cobertura sanitaria
Ningún otro sector se ha visto tan afectado por la crisis económica griega. Derrochador y sobredimensionado, para muchos el sistema de salud era la muestra de todo lo que estaba mal en el país y, como tal, en necesidad urgente de reforma.
Reconociendo el déficit, el Gobierno anunció el mes pasado que pensaba contratar a más de 8.000 doctores y enfermeros en 2017. Desde 2009, el gasto per cápita en sanidad pública se ha recortado aproximadamente un tercio, lo que equivale a 5.000 millones de euros, de acuerdo con la OCDE. Para 2014, el gasto público había caído a un 4,7% del PIB, desde el 9,9% anterior a la crisis. Más de 25.000 trabajadores han sido despedidos y los suministros son tan escasos que los hospitales se quedan a menudo sin medicinas, guantes, gasas y sábanas.
A principios de diciembre, Giannakos, enfermero de formación, promovió una marcha de protesta que comenzó en el mugriento edificio del Ministerio de Sanidad y terminó fuera de la oficina neoclásica del primer ministro, Alexis Tsipras. En el Ministerio, técnicos hospitalarios levantaron una pared de ladrillo en la que colgaron un cartel que rezaba: “El Ministerio se ha trasladado a Bruselas”.
Pocos anticipaban que las economías occidentales promoverían ajustes fiscales de la escala de Grecia. En los seis años desde que recibió el primero de tres rescates para evitar la quiebra, el país ha impuesto ajustes draconianos a cambio de más de 300.000 millones de euros en créditos de emergencia. La pérdida de más del 25% de la producción nacional y una recesión que que ha obligado a todavía más gente a acudir a la atención sanitaria primaria ha agravado los efectos corrosivos de los recortes, que en el caso de los hospitales públicos han sido tan indiscriminados como graves.
La presión para cumplir las exigencias presupuestarias de los acreedores significa que solo en 2016, el gasto en sanidad se ha reducido en 350 millones de euros bajo la administración de Syriza, el partido de izquierdas que hizo campaña contra la austeridad, explica Giannakos citando datos del Gobierno.
Se ha dejado a más de 2,5 millones de griegos sin cobertura sanitaria. La falta de repuestos es tal que las máquinas de escáner y otros equipos de diagnóstico sofisticados son cada vez más defectuosos. Los análisis básicos de sangre ya ni siquiera se hacen en la mayoría de hospitales porque el gasto de laboratorio se ha recortado. Los recortes salariales también han empeorado la ya de por sí baja moral.
Éxodo de doctores
“El mayor problema es la falta de personal porque la gente se jubila y nunca es reemplazada”, indica el doctor Yiannis Papadatos, que dirige la unidad de cuidados intensivos de uno de los tres hospitales pediátricos de Atenas. “Luego esta el problema del equipo y, periódicamente, la falta de suministros como guantes, catéteres y paños de limpieza”.
Pequeños actos de heroísmo han hecho mucho por mantener a flote el sistema en quiebra: doctores y enfermeros que trabajan de más y donantes y filántropos también ayudando.
Papadatos señala: “Fui criado en parte en Kenia por unos padres que destacaban la virtud de ayudar a los otros. Estos días paso mucho tiempo dando vueltas y pidiendo ayuda a amigos o al sector privado cuando nuestro hospital se queda sin suministros. Todos los monitores que utilizamos para comprobar ritmos cardíacos, presión sanguínea y ese tipo de cosas han sido donados. A la gente le gusta dar. Les hace sentir bien”.
Los sindicalistas denuncian que el sistema sanitario es un objetivo fácil porque los sucesivos gobiernos se han negado a abordar adecuadamente la evasión fiscal, que supone la mayor sangría en las arcas públicas. En una extraña confesión pública, el Fondo Monetario Internacional reconoció recientemente que los recortes habían sido tan brutales que habían “puesto en peligro servicios públicos básicos como el transporte y la sanidad”.
Pero en un momento en que la crisis griega de deuda vuelve a brillar tras el controvertido anuncio de Tsipras de una serie de beneficios sociales, muchos temen que lo peor esté aún por llegar. Uno de ellos es el doctor Michalis Samarakos, que cree que aunque el sistema sanitario necesita mayores reformas, corre el riesgo de quedarse sin especialistas y sin personas en formación. Ya ha habido un éxodo masivo de doctores, la mayoría a Alemania y Reino Unido, como resultado de la falta de oportunidades.
“Los mejores se están yendo porque su potencial no se puede desarrollar aquí”, asegura. “Lo puedo ver cuando doy clase a estudiantes de sexto año en la Universidad de Atenas: todo el mundo quiere una referencia, todo el mundo quiere irse”.
“Se ha convertido en un problema creciente. No tenemos nefrólogos, por ejemplo, porque no hay oportunidades para los especialistas, ni dentro ni fuera del sistema [en la sanidad privada]”, asegura Samarakos. “Los doctores en formación son la espina dorsal de cualquier hospital, sin ellos los hospitales no pueden funcionar. A menos que haya un gran cambio, me temo que las cosas solo se pueden poner peor”, sentencia.