Quiero destacar el discurso que ofreció la Presidenta de Argentina, Cristina Fernández, quien fue honrada para dictarlo como pieza central de la cesión solemne de la Asamblea Nacional venezolana. Para comenzar aludió a la coincidencia en el tiempo de los movimientos liberadores en la América Española, como producto de las ideas que entonces ilustraban al mundo occidental, surgidas al calor de la Revolución Francesa, y que forjaron la decisión de los patriotas que iniciaron los procesos de independencia en la región; ideas que sólo sirven en tanto son instrumento para la liberación de los pueblos y para procurarse condiciones de dignidad y bienestar, las que llevaron a los pueblos a dar la batalla y vencer al, entonces, ejército más poderoso del mundo. Pero también hizo ver cómo, quienes fueron los actores principales de tal hazaña fueron luego perseguidos, exiliados y asesinados, en el esquema de divisiones y conflictos que derivaron en (o fueron provocados por) la nueva dependencia. Al celebrarse el primer centenario, la totalidad de los países de la región estaba dominado por regímenes de gobierno dictatoriales que hacían cumplir el diseño de la división internacional del trabajo impuesta por el poder hegemónico del capital internacional, que colocó a nuestros países en la condición de ser proveedores de materias primas baratas para ser transformadas y valorizadas sin beneficio para quienes las producían. El segundo centenario nos alcanza cuando el mundo vive la más formidable crisis de los valores impuestos por el neoliberalismo y el Consenso de Washington; cuando se gestan las nuevas ideas para crear un mundo distinto y se da la lucha por la segunda independencia de América. Destacó que nadie puede detener a un pueblo cuando decide ser independiente; puso el ejemplo de Vietnam, sobre cuyo suelo fue arrojado el doble de bombas de las usadas durante la segunda guerra mundial, pero que supo vencer al ejército más poderoso del mundo actual. La referencia fue más que clara a las amenazas del imperio yanqui en la región y, particularmente, enfocadas a la República Bolivariana de Venezuela. Mis respetos a la claridad oratoria de la Presidenta de Argentina; su discurso fue celebrado por el aplauso contundente de la audiencia, entre la que se distinguió la presencia de Raúl Castro, de Evo Morales, de Rafael Correa, de Daniel Ortega, entre otros.
Al día siguiente, en Cochabamba, Bolivia, el Presidente Evo Morales inauguró la Cumbre de los Pueblos para el Cambio Climático, convocado como respuesta al fracaso de la Cumbre de Copenhague. El concepto central de la convocatoria es el que marca la incompatibilidad entre la conservación de la naturaleza y el desmedido consumismo impulsado por el capitalismo rapaz. “O muere el capitalismo o muere la tierra” es la disyuntiva propuesta por Evo. La respuesta la ofrece la ancestral cultura de los pueblos originales, no sólo de América, cuya conquista y dominación colonial no tuvo más motivo que la irracional explotación de los recursos naturales y su consiguiente depredación. Hay mucho que aprender de esa cultura pero, en lo esencial, coincide con la exigencia de un mundo diferente y de la recuperación de la soberanía de los pueblos.
Mientras esto sucede en el sur del continente, aquí en México se hace gala de entreguismo y enajenación. Ya hasta la facultad de expedir la visa de entrada al país fue graciosamente delegada a los servicios consulares gringos. No se diga de las ignominiosas cesiones de soberanía en la materia de seguridad y lucha contra el crimen. La escandalosa entrega de la operación energética. La también escandalosa dependencia alimentaria: más de la mitad de lo que comemos los mexicanos se lo tenemos que comprar a los agricultores gringos. La deuda externa se incrementó en más del 50% para sostener un tipo de cambio que sólo beneficia a los exportadores de los Estados Unidos, en perjuicio de la producción nacional. Pero también, en Arizona se refuerza la operación contra los migrantes mexicanos.
Para los mexicanos, la celebración de nuestros centenarios no puede sino llamarnos a tomar la decisión de recuperar a la Nación cambiando de raíz el actual esquema de dependencia criminal. ¿Qué hace falta?
Por cierto, ofrezco una disculpa a mis lectores. La fecha del ejercicio plebicitario para exigir la renuncia de Calderón será hasta el 21 de mayo. Tal vez me ganó la prisa.
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