Heinz Dieterich.-
1. Triple mentira sobre la lucha de clases
Trump consiguió el voto presidencial decisivo del trabajador blanco poco educado con una triple mentira: 1. Que la desaparición de sus fuentes de trabajo y su angustiante situación precaria resulta de los tratados de libre comercio, mal negociados por los ineptos y corruptos políticos globalistas, los neocons Clinton, Bush, Obama; 2. Esos tratados deficientes fueron aprovechados por China y México, para engañar y explotar a Estados Unidos (rip us off); 3. Que él traerá los trabajos de regreso y es el único que sabe hacerlo. Cuando esa narrativa colapsa la pregunta es: ¿Cómo reaccionarán los trabajadores, cuando se den cuenta que una vez más fueron manipulados canallescamente para robarles el voto? Cuando entiendan la dolorosa verdad, que sus industrias de acero, carbón y coches, no regresarán a sus comunidades. Y, que ellos no son más que insumos (mercancías) prescindibles en una cadena global de valor agregado, regida por la tasa de ganancia, sus títeres políticos y la bota militar.
2. Economía política de la precariedad
Cuando recuperen su conciencia de clase, comprenderán que su precariedad no es resultado de una conspiración de malos gobiernos, sino de la 4ta Revolución tecnológica de la humanidad. El salto cualitativo de las fuerzas productivas mecánicas hacia los medios de producción robóticas con inteligencia artificial, genera un nuevo modelo de acumulación del capital, que los hace prescindibles. A semejanza de los tejedores en la aurora de la revolución industrial, caen víctimas de un proceso objetivo histórico, que Schumpeter describió como la «destrucción creativa» capitalista. Son los crucificados de la transición al Capitalismo del Siglo 21, que ningún demagogo puede parar.
3. Los mineros de Virginia
El ofrecimiento de regresar el trabajador industrial estadounidense a su época de oro, como promete cínicamente el plutócrata, y también, Sanders —«Democrats need to tell corporate America you cannot keep running all over the world… searching for cheap labor while you destroy the working class of this country»— es una vil mentira amoral, como es fácil de ilustrar. La destrucción del proletariado minero de Virginia, por ejemplo, empezó en los años ochenta bajo el republicano Ronald Reagan, debido a la automatización y mecanización. Con el republicano George W. Bush, el bajo precio del gas natural, las energías renovables y la reducción de las importaciones del carbón de Asia, aceleró la destrucción de esta industria. ¿Cree alguien en sus cinco sentidos que el lobbyista del fracking, el negador del cambio climático, el destructor de las regulaciones y de la agencia ambiental (EPA), el estafador de la Trump University, enfrentará a las corporaciones que se benefician de esta tendencia –y entre las cuales está la transnacional respectiva más grande del mundo, Exxon Mobil– para proteger a algunos mineros «post-electorales» de Virginia? El hombre que se ufanó diciendo: «I could stand in the middle of 5th Avenue and shoot somebody and I wouldn’t lose voters.»
4. Tratados de libre comercio
Igualmente quijotescas son las bravuconadas de Trump sobre la cancelación de los tratados de libre comercio y la imposición de aranceles de 45% a China y 35% a México. Más del 50 por ciento de todas las mercancías y alrededor del 75 por ciento de todos los servicios comercializados en el mercado mundial son insumos «intermedios», es decir, componentes de diferentes países que después son integrados para usos finales. Toda esta gigantesca red de interacciones es organizada por corporaciones transnacionales que operan globalmente bajo las leyes del valor, de la ventaja comparativa y del imperativo de la ganancia. Estados Unidos está totalmente integrado a esas cadenas globales de valor agregado y toda idea de nacionalismo proteccionista o autarquía económica es una simple quimera. Ninguna nación, ni la más poderosa, puede cortar con algún método análogo al CRISP-Cas9 de la biotecnología, el «ADN» de la vida económica global, sin destruir el organismo entero.
5. Fragmentación de la Clase dominante
La descarada lucha «electoral» por el Estado ha fragmentado el histórico sistema bi-partidista de gobernanza, que era uno de los factores claves de la Pax Americana. Hoy día, su clase dominante –compuesta por las elites económicas, políticas, culturales y militares– está dividida en cuatro grandes bloques de poder que difieren en aspectos importantes de la política nacional e internacional. El primer vector de poder lo conforman los advenedizos, los exitosos protofascistas o bonapartistas de derecha (Trumpianos y la alt-right, Giuliani, Bennon, et al). El segundo vector lo forman los desplazados, los neofascistas llamados «neocons» (Clinton, Bush, Obama). El tercer vector es el establishment del Partido Republicano (Ryan, McConnor, Cruz) y el último vector es el fracasado populismo de «izquierda», los socialdemócratas Sanders, Warren, etcétera. En el polígono de fuerzas de estas fracciones de poder se decidirá la realpolítik de Trump y el futuro de la sociedad global, más allá del campeonato electoral de mentiras de Trump, Clinton y Obama. Cuál de esos bloques de poder logrará volverse hegemónico, es decir, marginar a los demás y convertirse en power elite (C. Wright Mills), preocupa a la gente pensante del mundo.
6. Inestabilidad en la República Bananera Nuclear
La situación interna del sistema estadounidense es de suma inestabilidad y peligro para la humanidad. Su sociedad está dividida en tres partes: el 50% que sabe que no puede cambiar nada en esta tiranía del capital privado mediante el sistema electoral, y se abstiene de votar; el 25% que votó por los neofascistas Clinton, Obama, Bush, y el restante 25%, que votó por los protofascistas Trumpianos. Mientras la sociedad civil se encuentra dividida en tres segmentos, el poder de la sociedad política (Estado) se concentra en uno: el Partido Republicano, que controla la Casa Blanca, las dos cámaras legislativas, la Corte Suprema, la mayoría de las gubernaturas y la mayoría de las legislaturas estatales.
7. Mr. Trump y la OTAN
La histeria que la posible Macht-Ergreifung (toma de poder) de Trump generó en la oligarquía gringa se explica, por lo que estaba en juego: el proyecto de dominación planetaria de los neofascistas (neocons). Las dos armas empleadas por los neocons para mantener el control global, fueron los convenios del «libre comercio» y la OTAN. Mientras que la esfera de circulación mercantil de la humanidad, el «libre comercio» globalizado, no es más que el reflejo del grado de desarrollo de las fuerzas productivas (esfera de producción) y, por lo tanto, un fenómeno objetivo e irreversible, la OTAN es perfectamente desmontable. Pero, la OTAN es el instrumento imprescindible para la destrucción de Rusia –definido como el objetivo inmediato de conquista por «Occidente», o sea, por los neofascistas– para después volcarse con toda su fuerza contra China. De ahí que, cuando Trump proclama una política racional de coexistencia con Rusia y cuestiona a la OTAN, los neofascistas mundiales (Merkel, Holland, Cameron, etc.) e imperiales reaccionaron por igual: abortar a Trump. Al estar seguro, de que con los medios institucionales del sistema el elefante en la tienda de porcelana podía ser controlado, decidieron no matarlo. Martin Luther King, cuando quiso construir la tercera fuerza política, no corrió con la misma suerte. Jugó un papel, que no era un bufón del sistema, como Trump y Sanders.
8. Assange ante la historia mundial
A la luz de estos hechos hay que juzgar la decisión de Assange de hacer alianza con el protofascista Trump. Si los pueblos lo absolverán, depende del futuro y del espacio físico donde se encuentran. Ante la decisión de Trump, de ayudar incondicionalmente al terrorismo de Estado sionista, los Palestinos lo condenarán; al igual que las mujeres conscientes estadounidenses y las minorías y familias mexicanas en el imperio. En Moscú, los ciudadanos estarán contentos por la presumible decisión de Trump, de parar la guerra fría neofascista contra Rusia. Si la historia lo absolverá, lo decidirán generaciones venideras.