Guillermo Almeyra
La Jornada
Con gran bambolla y campaña mediática, Barack Obama quiere hacer creer que está trabajando por la paz y contra la posibilidad de una guerra nuclear. El reciente Premio Nobel de la Guerra, quien ha enviado más soldados a Afganistán que Bush, ha incluido a Pakistán en el blanco de sus ataques, asiste mudo a la barbarie de Israel en Gaza y a su expansionismo colonialista en Cisjordania, resucitó la Cuarta Flota, estuvo detrás del golpe en Honduras y puso en Colombia sus bases agresivas, quiere hoy revestirse con una piel de cordero.

La firma de un acuerdo con Rusia para reducir supuestamente el número de ojivas nucleares y de vectores, esos vehículos (aviones, misiles, submarinos) que las transportarán hasta dejarlas caer en cualquier lugar del mundo, al igual que la reciente cumbre sobre la utilización pacífica de la energía nuclear, constituyen dos farsas que sólo pueden impresionar a los muy ignorantes y desinformados.

Por ejemplo, es delirante hablar de la reducción del arsenal olvidando los aumentos en los presupuestos de guerra y de los arsenales nucleares, así como el perfeccionamiento de los vectores, como el X51 de Boeing, que entrará en acción en 30 meses, el cual puede alcanzar cualquier país del mundo con sus cargas nucleares en menos de una hora. O la creación y futura producción en serie del supersubmarino ruso Yassen, con 24 misiles de crucero a bordo, cada uno de los cuales puede transportar seis bombas atómicas.

El tratado firmado se refiere sólo a las ojivas hoy operacionales, que están instaladas en su vector y que pueden ser disparadas al instante: 5.200 de Estados Unidos y 4.850 de Rusia. Pero en los almacenes militares hay otras 12.350 no desmanteladas, o sea, una capacidad destructiva que puede hacer desaparecer el planeta.

El tratado START no limita el número de ojivas almacenadas, sólo abarca las actualmente desplegadas en vectores con un alcance de 5.500 kilómetros. Cada vector, además, es considerado como si pudiese tener una sola ojiva nuclear pero, según el New York Times, un B52 estadunidense puede llevar 14 misiles y seis bombas nucleares.

Además, Estados Unidos declara tener 1.762 ojivas desplegadas en 798 vectores y Rusia 1.741 en 566. El nuevo tratado les permite conservar 1.550 ojivas desplegadas (apenas 10 por ciento menos de las declaradas) y tener 800 vectores. No hay, por lo tanto, desarme nuclear, sino una ligera reducción del arsenal, en particular el más obsoleto.

El tratado tampoco tiene en cuenta las bombas atómicas estadunidenses en países oficialmente no nucleares, que están instaladas como un collar alrededor de Rusia –en Bélgica, Alemania, Italia, Holanda y Turquía–, ni considera el llamado escudo protector de Estados Unidos, colocado en las fronteras rusas, el cual tiene fines agresivos.

Es delirante, por consiguiente, que se hable de una reducción del armamento nuclear mientras se sigue multiplicándolo. Y es una burla a los asistentes a la llamada pomposamente Cumbre Antinuclear –burla en la que éstos participaron conscientes y de buen grado– la inasistencia de Israel a la misma, a pesar de que posee no decenas, sino centenares de bombas nucleares y amenaza con utilizarlas en cualquier momento contra Irán, país que no tiene ni una sola.

Al mismo tiempo, Barack, quien mantiene la política exterior de Bush, sigue amenazando con la destrucción nuclear no sólo a Irán, sino también a Corea del Norte y hasta a Venezuela, ya que el tratado obliga a Moscú y a Washington, pero éste se reserva expresamente en el texto del mismo el derecho de aniquilar a otros pueblos cuyos gobiernos no le gusten al establishment estadunidense.

Existe pues el peligro de que Israel lance un ataque nuclear contra Teherán, iniciando una guerra atómica en Medio Oriente que ni China ni Rusia verían de brazos cruzados. Por consiguiente, la paz del mundo está en manos de los nazisionistas de Netanyahu, racistas al extremo de considerar que los palestinos, los árabes y los iraníes son inferiores, subhumanos y, por tanto, se les puede masacrar impunemente. El cinismo de los gobiernos asistentes al show de la Cumbre Nuclear y el del propio Obama simula contentarse con simples murmullos de desaprobación por el genocidio en Gaza o la judaización de Jerusalén y Cisjordania, mientras claman al cielo por el supuesto (e inexistente) peligro que plantearía el desarrollo de la energía nuclear en Irán. Obama, para colmo, pretende hacer creer que el ex agente de la CIA y socio de Bush, el fantomático Osama Bin Laden, podría arrojar bombas atómicas en Estados Unidos. El gobierno de Pekín, por su parte, para no tener demasiados problemas con Washington, adopta una política de bajo perfil, aunque hace advertencias sibilinas para que los analistas y especialistas las descifren en las cortes de Neardenthales con corbata que dirigen las grandes potencias.

Esta crisis mundial del sistema capitalista hasta ahora ha encontrado escasas expresiones de resistencia masiva, las cuales han estado ligadas sobre todo a los despidos y al desastre ecológico provocado por la depredación capitalista. Ha llegado, sin embargo, la hora de intentar frenar también a los belicistas, empezando por Israel y su protector: Estados Unidos. Frente a la amenaza nuclear mundial, hay que crear conciencia y organizar un gran frente mundial por la paz que controle y desarme a los terroristas de Estado y desenmascare al coro que pretende presentarlos como blancas palomas.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2010/04/18/index.php?section=politica&article=018a1pol