Ollantay Itzamná
En la Escuela de Ciencia Política, de la Universidad San Carlos de Guatemala (USAC), una de las universidades más antiguas de América Latina, académicas mayas se dieron cita para dialogar sobre la descolonización de las ciencias sociales. La condición de colonialidad es un factor estructural estructurante que cotidianamente define, no sólo el pensar y el quehacer académico, sino a las instituciones y proyectos de vida.
En sus intervenciones, las investigadoras indígenas, luego realizar críticas y autocríticas al quehacer académico, denunciaron la sistemática exclusión que sufren cientistas sociales mayas en las instituciones académicas (mestizas), sea por sus diferencias culturales o fenotípicas.
Y es verdad. El sistema educativo preuniversitario y universitario son vehículos “inconscientemente” pensados para limpiar culturalmente el carácter multicultural del país.
Se educa para ser ciudadano guatemalteco. Ser ciudadano guatemalteco significa dejar de ser indígena arraigado en costumbres y conocimientos milenarios.
En otros términos, el sistema educativo es esencialmente un instrumento y vehículo de aculturación y colonización sistemáticos y permanentes.
El proceso de enseñanza aprendizaje anula casi por completo los idiomas nativos. Los contenidos curriculares, en todas las materias, son copias de manuales “universales” euronorteamericanas que idealizan lo foráneo y desprestigian lo nativo.
Envidiables conocimientos y tecnologías mayas no forman parte de currículas de formación en las ciencias “exactas” impartidas.
La metodología de enseñanza, aparte de anular metodologías de construcción y transmisión de conocimientos de los pueblos, es prácticamente un adiestramiento cultural que fabrica “profesionales” ilusos en el pleno empleo (imposible), y avergonzados de lo que culturalmente son o fueron.
En otros términos, la academia por su origen, contenido, historia y metodología es esencialmente un vehículo de colonización permanente. Y los sistemáticos procesos de colonización son eficientes armas letales que el capital (ahora especulativo) utiliza en su proceso de expansión en los territorios despojados y en despojo. Ello explica la razón y la motivación de la acelerada coorporativización de las universidades y centros de investigación.
En este contexto, ¿es correcta la pregunta sobre la posibilidad de la decolonización de la academia? ¿Es posible desoccidentalizar a la academia utilizando categorías occidentales de análisis, compresión y explicación del quehacer académico racializado y colonizante?
Considero que antes de preguntarse sobre la posibilidad de la decolonización de las ciencias sociales se debe preguntar sobre la posibilidad de decolonizar a la academia en sí. La colonización es para la academia occidental, lo que el maíz es para la milpa (maizal).
Por ello, para las y los indígenas despiertos, profesionales o no, el reto es visibilizar, mostrar, los conocimientos y métodos de conocer que aún subsisten en los pueblos, y así interpelar la prepotencia de la hegemonía de la academia occidental.
Superar la falacia de la academia occidental colonizante como “la” academia, y visibilizar las epistemologías y conocimientos de los pueblos, es el reto.
Existen tantos modos de construir conocimientos como pueblos existen en el planeta. No hubo, ni hay, “la academia” en singular en un mundo multicivilizatorio.
El discurso autoafirmativo de la universitas occidental como “la academia” es ya un acto racista y colonizante en sí. Peor aún en un planeta devastado por la ilusión de la modernidad.
Mientras las y los indígenas “académicos” se agotemos exigiendo un “puesto” en “la academia occidental” para ser los nuevos doctrineros, no pasaremos de ser los nuevos “caporales” o “capataces” culturales para la sostenibilidad de la hegemonía cultural de la colonización.
Esto no significa que indígenas abandonemos los centros académicos occidentales. Podemos y debemos de estar en “la finca del patrón”. Pero, incluso como caporales, debemos aguijonear y empujar a la esclavizada y colonizada juventud de estudiantes a la desobediencia cultural e intelectual.
Esto implica buscar y mostrar las fuentes y las incómodas verdades que el sistema hegemónico de colonización planetaria vigente esconde. Sólo así se puede estimular y transformar mentes, y movilizar voluntades hacia la decolonización.