Para entender un poco mejor, parte de la conflictividad que representa Acción Democrática (AD) en la actualidad, es necesaria una corta aproximación histórica del accionar de esta organización política histórica, desde la década de los años 40, del pasado siglo XX.

Desde la muerte de Juan Vicente Gómez, en 1935, se desata un gran debate sobre las formas que debía adquirir el sistema político venezolano. Las tensiones existentes entre la estructura del aparato político del Gomecismo (familiares, terratenientes, burguesía propietaria, militares) con las crecientes organizaciones políticas, surgidas del espectro ideológico de la derecha o izquierda eran notables. El debate era (y sigue siendo en mi criterio) en torno a la idea de democracia. Por un lado, sectores ligados a esa estructura gomecista y otros, conformados en torno al Presidente Eleazar López Contreras (1936-1941) apostaban por una idea de democracia restringida o limitada, con un fuerte sesgo autoritario y restrictivo, en términos de la calidad y cualidad de la participación ciudadana. Por otro lado, sectores en torno a lo que después sería Acción Democrática (AD), apostaron por un modelo liberal-burgués, estructurado en torno al poder y el liderazgo (o mediación) del partido, secuestrando en esencia la participación y finalmente, sectores de izquierda, algunos agrupados en torno al Partido Comunista de Venezuela (PCV), que procuraron una democracia popular y revolucionaria, enfrentado al capital trasnacional.

La presencia del capital norteamericano, que para 1934 había alcanzado inversiones cercanas a los 247.000.000 US$, desplazado al capital inglés que tuvo unos 125.000.000 US$, con una significativa presencia en el sector petrolero, avizoraba las enormes contradicciones que se construyeron en torno a la idea de democracia. Ese debate, tocaba sin lugar a dudas el elemento económico. La democracia restringida, de López Contreras, apostó por la utilización de la renta petrolera para impulsar la consolidación de un aparato productivo, que tuviera como eje articulador central a los grupos propietarios. El estímulo a una naciente burguesía «nacional», que fuera beneficiaría de las acciones del Estado, era el principal argumento de convivencia entre los grupos económicos y el gobierno (y la idea de democracia) de López Contreras.

Por su parte, Acción Democrática (AD), sostuvo el planteamiento de la utilización de la renta para impulsar una inversión social importante, lo que llamó la democratización de la renta, a través de un Capitalismo de Estado rentístico. Detrás de esta idea, enormemente contrastante con la de democracia restringida, se buscó favorecer la intermediación del partido, conformando relaciones clientelares y corporativas, que aseguraran el ejercicio del poder, sin modificar los controles que el capital trasnacional ejerció, en términos de explotación del trabajo y la expoliación de recursos.

En tercer lugar, el proyecto del PCV, fue (desde entonces, hasta ahora) anti-capitalista, anti-imperialista, de ampliación de las formas de participación ciudadana. Las condiciones de la pre- guerra (1936-1939) y las propias condiciones de la Gran Guerra (1939-1945), así como el papel que tuvo el petróleo (y sus derivados) venezolano en el apoyo del esfuerzo bélico de los aliados, nos explica – en parte- el agotamiento (y trasmutación) del proyecto democrático restringido y luego, su sustitución por el proyecto liberal-burgués de AD.

El proyecto democrático restringido, enarbolado en primera instancia por López Contreras y luego por Isaías Medina Angarita (1941-1945), que incluyó importantes modificaciones en términos de modernización de la sociedad, un mayor control sobre el uso de los recursos petroleros, generando una gran tensión con el capital norteamericano, sobre todo a partir de la aprobación de la Ley de Hidrocarburos de 1943, que fue negociada en condiciones geopolíticas muy difíciles para los EEUU; terminó en un enfrentamiento enconado con ese modelo de democracia restringida (que ya no aseguraba los intereses del gran capital).

Los otros proyectos democráticos, representaban dificultades notorias para el capital trasnacional, pero sólo el proyecto populista liberal de AD, aseguraba una convivencia menos tensa que la propuesta por el PCV, que planteaba de lleno una ruptura con el capital norteamericano. Las tensiones en AD, sobre todo entre las tesis de defensa de una política del petróleo de Juan Pablo Pérez Alfonso, con las propias tesis conciliatorias, en términos de clase de Rómulo Betancourt, se harían ver en el funcionamiento del Gobierno de Rómulo Gallegos (1947-1948).

La llegada al poder de AD, muestra el enorme pragmatismo político de esa organización, cuyas ansias de poder son significativas hasta el día de hoy. La manipulación, la falsedad, la construcción de tergiversaciones históricas se dibuja en esta organización desde 1945. AD, aprovechando las ya mencionadas tensiones que creo la Ley de Hidrocarburos de 1943, entre los EEUU y el Gobierno de Medina Angarita, propició una doble acción: por un lado, negociaba a través de diversos personeros de su nomenklatura con el Presidente Constitucional, pero al mismo tiempo, estableció contactos solapados con sectores militares, dispuesto a aventurarse en una jugada no institucional, aprovechando las condiciones para hacerse del poder.

Esa doble moral, es una característica presente hoy. No puede olvidarse, las acciones desarrolladas por un representante de AD, Carlos Ortega, Presidente de la CTV, en la coyuntura del Golpe atípico de abril de 2002 y el año 2003. O el propio accionar de Ramos Allup, sempiterno Secretario General de AD, desde 1998.

¿Estaba AD preparada para ser Gobierno en 1945? ¿Existían condiciones que justificarán la acción militar contra el Gobierno de Medina Angarita? La respuesta a ambas preguntas es un rotundo no. AD, sin lugar a dudas, una organización con apoyo popular, no tenía la capacidad –ni la madurez- para ejercer el poder. Por otro lado, el Gobierno de Medina Angarita, en las condiciones geopolíticas de la alianza entre EEUU y Rusia, había generado una apertura a las fuerzas de izquierda, representada en el PCV, que abrió la posibilidad de una ampliación de las condiciones de la democracia restringida y elitesca, que estaba representada en algunos sectores del Gobierno. Las pretensiones (y ambiciones) de Betancourt, por tomar el poder, trastocaron la cualidad y calidad de la democracia, en términos de un proyecto popular y revolucionario y abrió el camino de una difícil dictadura, desde 1948 hasta 1958.

¿Está jugando hoy AD esa misma acción? Sin duda que sí. A lo mejor no apostando a un gobierno de fuerza, pero sí inclinando la balanza hacia un proyecto político liberal, que generé un retroceso en términos sociales, de derechos de los sujetos subalternizados, pero sobre todo, un estancamiento geopolítico, a través de una nueva sumisión a las formas del sistema-mundo capitalista. La historia es maestra vida, por eso los sectores políticos opositores insisten tanto en ver el futuro y en negarse a revisar el pasado. Nosotros apostamos por un diálogo constante pasado-presente como base de un horizonte de expectativas.

Dr.

Director Centro de Investigaciones y Estudios Políticos y Estratégicos (CIEPES)

Historiador y politólogo

Juane1208@gmail.com

4/08/2016