Felipe Marcano
La historia, vieja y contemporánea, nos muestra a una nación muy poderosa, muy belicosa, que en nombre de su seguridad nacional se permite invadir, destruir, saquear naciones enteras, continentes, para luego imponer su concepción democrática. Instituciones, públicas, privadas, militares, ONGs…, medios de comunicación o de propaganda, emprenden gigantescas, no, descomunales, cuantiosas campañas en pro del objetivo, la conquista y colonización de nuevos territorios. Cualquier excusa es válida, la verdad, su verdad, cuestionable, reprochable, ilegal, pero el mundo calla, la sociedad en su conjunto hace silencio. Luego, con el paso de los días, destruidos los pueblos, la institucionalidad de las naciones y saqueado su territorio, ante el mundo, cínicos, con la hipocresía que los caracteriza nos dicen que fue un error, pero no asumen responsabilidades, los crímenes de lesa humanidad, de lesa patria están consumados ¿y qué?, ¿Quién los va juzgar?
A lo interno, la sociedad norteamericana vive condenada, igual suerte que los pueblos colonizados, sus voces acalladas, los medios al servicio de la propaganda conquistadora no dicen, no muestran la verdad. La sociedad norteamericana, aún hoy en pleno siglo XXI, es víctima de la más cruenta y sangrienta lucha humana, el racismo. Las personas, por su color, condición social u origen territorial, son impunemente asesinadas por cuerpos policiales al servicio del estado opresor, de la democracia estadounidense.
En las calles, «sabia» como es la maquinaria depredadora, atacan, asesinan a los policías señalados del exterminio racial, de la segregación, van contra la propia institucionalidad. De victimarios son transformados en víctimas y en nombre de la seguridad nacional, externa e interna, se construyen nuevas historias, sociedades sumisas, resignadas, perdidas, sojuzgadas, democracias fallidas.