Mancillado por el escándalo de «The Panama Papers», el presidente Mauricio Macri ve su popularidad decaer cada día más. La culpa de ello : una política ultra-liberal que viene provocando inmensos estragos económicos y sociales.
El 22 de noviembre pasado, el pueblo argentino echó atrás doce años de kirchenerismo y eligió a un presidente liberal, Mauricio Macri. Hijo de uno de los mayores empresarios de Argentina, el nuevo presidente asciende al poder tras una campaña electoral toda ella basada en el tema del cambio y de la ruptura con el pasado.
Durante toda su campaña no dejó de estigmatizar el balance de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner acusada, principalmente, de haber dividido a los argentinos y de haber aislado a Argentina en el plano internacional. Mauricio Macri se comprometió entonces en tres temas : acabar definitivamente con el narcotráfico, eradicar la pobreza y unir a todos los argentinos. ¿Cómo ? Su programa y sus proposiciones resultaban bastante imprecisas y muy poco claras.
Y es que, en efecto, ante el pueblo argentino que ha pedecido el martirio de treinta años de política neoliberal, le era imposible anunciar que su política iba a parecerse a la que Argentina conociera entre los años 1980 y 1990 cuando estaba bajo el yugo del Fondo Monetario Internacional.
Durante toda su campaña electoral Macri bien se abstuvo de exponer sus verdaderas intenciones, esto es : entablar una política de austeridad, abrirle al país las puertas del libre intercambio y desvaluar la moneda… Presentarse con semejante discurso irremediablemente le hubiera apartado de la carrera presidencial.
Su campaña fue pues una campaña de embustes y de demagogía. Jamás o raras veces se habrá oído discurso tan huero y de tan acentuada despolitización. Los discursos del candidato Mauricio Macri ponían por delante la forma y dejaban de lado el fondo. Sus mítines eran más bien shows y nada o casi nada concreto anunciaban. Por ejemplo, el candidato Macri se proclamó, un buen día, a favor de «una revolución de la felicidad», sin más.
El candidato predilecto de la oligarquía argentina aparentó ser el campeón de la unión de todos los argentinos, del consenso entre todos y cuidó dejar de lado los conflictos y el violento enfrentamiento político.
Pero Macri también pudo valerse del apoyo incondicional de los grandes medios nacionales e internacionales que no cesaron de consagralo. El mastodonte Clarín y el muy conservador diario La Nación fueron y son incondicionales de su causa. Estos medios, intencionadamente, se han esmerado en callar el historial de la fortuna de los Macri, y no podía no ser así. Franco Macri, el padre del actual presidente, hizo gran parte de su fortuna gracias a la política de privatizaciones de la junta militar que ocupó el poder del 1976 al 1983. Entonces compró, por una miseria, varias empresas públicas que luego volvió a vender a precio de oro.
El futuro presidente se aplicó en apartar todas las críticas de quienes le tildaban de ser el candidato de los ricos y de querer restaurar el neoliberalismo en el país.
Pero hablan los hechos:
Tras llevar ya cuatro meses ejerciendo el poder, resulta pues interesante recordar las promesas y declaraciones del candidato Mauricio Macri y oponerlas a la realidad.
Tratándose de política monetaria, el candidato Mauricio Macri declaró: «No voy a desvaluar. En una mentira de Scioli. (el candidato peronista)» [17/11/2015]. Apenas ya en el poder, el presidente ha desvaluado la moneda nacional de un 60 %.
En lo que se refiere al empleo: «Hemos venido para crear puestos de trabajo y no para destruirlos» [16/11/2015]. Desde el 10 de diciembre, día en que tomó posesión del cargo, ha habido más de 127 000 despidos, en gran mayoría en el sector público (1).
En lo que reza a la pobreza: «Uno de nuestros objetivos es acabar con la pobreza» [01/12/2015]. Según apunta la Universidad Católica Argentina, más de 1 400 000 personas se han sumido en la pobreza en el transcurso de estos tres últimos meses.
En lo que concierne la corrupción: « Este gobierno va a combatir la corrupción » [10/12/2015]. El mismo presidente, así como otros miembros de su entorno, están directamente implicados en el escándalo de los « Panama Papers ». Mauricio Macri es acusado de poseer tres sociedades off-shore en Panamá.
Y eso no es todo. El presidente argentino no ha esperado para acabar con la política proteccionista de la presidenta anterior que hizo posible el desarrollo de la industria nacional. La decisión del nuevo presidente de abrir su país al libre intercambio va a acarrear graves consecuencias. Efectivamnete, esa misma política mercantil ya se aplicó bajo los gobiernos de Carlos Menem (1989-1999). ¿ Con qué resultados ? Desaparecieron más de 125 000 empresas nacionales y millones de argentinos se encontraron de repente en el paro.
Justo después de la victoria de Mauricio Macri, la vicepresidenta, Gabriella Michetti, declaró: «Adelante hacia un modelo basado en la agro-exportación y los servicios. ¡Basta ya de industria!»
Y también con ocasión de la visita del presidente Obama, Mauricio Macri se mostró entusiasta con la perspectiva de un acuerdo de libre intercambio entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y Estados Unidos. Una especie de nuevo Acuerdo de Libre Intercambio de Las Américas (ALCA), ese mismo acuerdo que la mayoría de las naciones suramericanas rechazaron ya en el 2005.
Otra decisión que ha sulfurado a los argentinos y a los defensores del medio ambiente ha sido la supresión de las tasas para la exportación que asumían las empresas mineras que actúan en total impunidad en el país. Una decisión con graves consecuencias y que amenaza con destruir aún más el paisaje nacional.
Todas estas medidas resultan ser pues una auténtica terapia de choque para hacer tabla rasa con el pasado kirchnerista.
Pero entonces uno puede lógicamente preguntarse cómo es posible que el pueblo argentino tolere medidas tan brutales.
Y es que el nuevo poder reaccionario ya lo tiene todo previsto.
La lenta marcha hacia el autoritarismo
En su libro (2), Naomi Klein demuestra que el neoliberalismo no nació pacífica y democráticamente en la Inglaterra de Tchatcher o en los Estados Unidos de Reagan, sino un 11 de septiembre del 1973, cuando el golpe de Estado fascista de Augusto Pinochet, en Chile. Ese modelo económico, ideado y teorizado en la Escuela de Chicago, pudo ser puesto en práctica mediante el choque y el terror provocados por el golpe militar.
En Argentina, los mismos métodos tuvieron los mismos resultados. Pero hoy día, las cosas han cambiado. Los militares permanecen en sus cuarteles. Han sido sustituídos por otros actores que ya desempeñaban un papel importante en la destabilización de los gobiernos de izquierdas, en los años 1970 : los medios y la Justicia. Así es cómo el nuevo presidente argentino trata de asentar su autoridad y hacer aceptar sus medidas por la mayoría.
Atento a las maniobras de la derecha brasileña y argentina, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, acaba de declarar atinadamente: «Ya no son necesarias las dictaduras militares, bastan unos jueces sumisos y unos medios corruptos».
El candidato Mauricio Macri juró, durante su campaña electoral, que jamás atentaría contra la independencia de la Justicia. El 10 de diciembre pasado, día de su ascenso al poder, declaró: «Nunca habrá jueces macristas». sólo unos días después nombraba a dos nuevos jueces del Tribunal Supremo…
Al nuevo poder argentino también lo caracteriza una importante persecución política. Entre los miles de trabajadores despedidos muchos formaban parte de organizaciones políticas simpatizantes del kirchnerismo. La demanda interpuesta contra la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, por corrupción, por un juez aledaño del presidente Mauricio Macri, mucho tiene que ver con un intento de acallar a los opositores políticos. Y además, esta comparecencia precipitada de la ex presidenta coincide muy curiosamente con el escándalo de los «Panama Papers» en el que resulta implicado el actual presidente. Entonces tal vez sea ésta también una manera de desviar la atención del público.
Esta censura en contra de las voces disidentes la simbolizan los ataques sistemáticos contra los medios alternativos y la libertad de expresión en general. Es una verdadera cruzada la que ha sido lanzada contra todos aquéllos que, mucho o poco, se oponen a la política de Mauricio Macri.
Eminentes periodistas, como por ejemplo Victor Hugo Morales o Pedro Brieger, han sido sencillamente despedidos de la Radio y de la Televisión públicas. El periodista Roberto Navarro, verdadera pesadilla de Mauricio Macri y que presenta un programa de economía política en un canal privado, ha recibido no pocas amenazas cuando estaba a punto de difundir informaciones a propósito de las actividades y los negocios turbios del socio del presidente Mauricio Macri.
Frente a las amenazas e intimidaciones, el muy popular periodista no ha tenido más remedio que renunciar a difundir su emisión. Declaró a continuación: «Lamento que en mi país no se pueda informar a la gente sobre las actividades del presidente y de su socio. Como lo ha dicho el papa Francisco: `desde que Mauricio Macri tomó el poder, estamos viviendo bajo un revanchismo tal como no lo veníamos conociendo desde el 1955´»
Otra víctima de la censura macrista es el canal de información Telesur (véase Breves JNA 13)
Y también, última medida muy contestada, la abrogación de la ley sobre los medios que fue votada en 2009. Esta ley ha sido saludada en numerosos países como un avance democrático importante. Pero dicha ley va en contra de los intereses del poderoso grupo Clarín, cercano al presidente Mauricio Macri. Por eso, a penas elegido, el jefe del Estado se ha apresurado a abrogarla.
Todo el paisaje de los medios es pues el que padece una profunda recomposición. Pero ¿a qué blanco apunta esa censura en contra de las voces disidentes?
Escribió Simón Bolívar: «Un pueblo ignorante es él mismo el instrumento de su propia destrucción». Censurar a los medios, acallar las críticas, impedir que los periodistas cumplan con su trabajo, no es ni más ni menos sino un intento de sumir al pueblo en la ignorancia y en la incultura. Y es que, efectivamente, nada es más temible, para un poder, que un pueblo despierto, culto y consciente.
Una de las armas de los dominados, una de las armas de los oprimidos es el saber. Privar a éstos del saber es actuar para que permanezcan en la apatía y en la pasividad. Uno de los grandes méritos del período Kirchner fue el haber desarrollado verdaderos programas de educación popular sobre todos los temas: historia, geopolítica, filosofía…
Gracias a esos programas, millones de argentinos pudieron acceder a la cultura
Todo eso es lo que el Presidente Macri aborrece, sencillamente, ya que aborrece al pueblo, a las masas trabajadoras, a los pobres.
La puesta bajo tutela de la Justicia, la persecución política y los ataques a los medios alternativos constituyen una gran violencia simbólica. Una violencia que no daña los cuerpos sino las mentes.
Y mientras tanto, los medios aliados del poder cumplen maravillosamente con su tarea, con su papel de perros de su amo. Están omnipresentes para dar legitimidad al orden dominante, a sus decisiones, a su política. Y al mismo tiempo, callan las verdades molestas. (3)
La verdadera violencia siempre está cerca
Confrontados con los estragos de la política económica de Mauricio Macri, muchos trabajadores argentinos, «despedidos como perros» según apuntó Cristina de Kirchner, han protestado pacíficamente en no pocas ocasiones.
Frente a ellos, en cambio, las fuerzas del orden no han vacilado en usar de gas pimienta y en disparar balas de goma a la muchedumbre. Una represión violenta que pinta con elocuencia el clima de tensión que hoy reina en Argentina.
Esta violencia creciente contra los náufragos del sistema Macri mucho tiene que ver con una criminalización creciente de la protesta social.
Prueba de ello, la ministra de Gobernación, Patricia Bullrich, hizo públicas, el 17 de febrero pasado, nuevas medidas para limitar drásticamente y también reprimir eventualmente todo tipo de concentraciones. (4)
Mauricio Macri se ha lanzado pues en una verdadera huída hacia adelante represiva contra todos aquéllos que rechazan su política. Según el politólogo Atilio Borón, Argentina está cambiando de régimen: «En escasas tres semanas, el sistemático e incesante atropello del oficialismo a las normas, procedimientos y valores propios de una democracia precipitó la vertiginosa transición desde la República hacia una forma estatal diferente, que en la ciencia política se conoce bajo el nombre de Régimen. Éste se caracteriza por su desprecio por la legalidad, el autoritarismo en el ejercicio de las atribuciones presidenciales y la violación de las reglas del juego y de la cultura dialógica propias de la democracia.» (5)
Esta nota, publicada a finales de diciembre, es más que nunca actual ya que los ataques contra la democracia y el Estado de derecho son flagrantes.
Esta preocupante transición de la Repúbica hacia un Régimen recuerda a veces las horas más oscuras de la historia de Argentina.
Notas:
2) – Naomi Klein, La doctrina del shock: El auge del capitalismo del desastre
3) – «The Panama Papers». el influyente diario argentino «La Nación» en la tormenta, Le Monde.fr
4) – http://www.atilioboron.com.ar/2015/12/argentina-de-la-republica-al-regimen.html
5) – http://www.minseg.gob.ar/pdf/protocolo-final.pdf
Tarik Bouafia. Periodista. Corresponsal en Argentina para Investig’Action