“Habrán más atentados”. Nadie mejor enterados que los que los piensan, los planifican, los ejecutan y luego esconden las manos tras supuestos terroristas “suicidas” de los que, curiosamente, no queda ni un pelo, pero si sus “cinturones explosivos”. Siempre, además, el “cerebro” de los ataques logra huir o está inubicable. Sucedió con Bin Laden cuando lo de las Torres Gemelas, después con Salah Abdeslam cuando lo de París y ahora en Bruselas. No se preocupen. Aparecerá. Dos o tres días antes del próximo atentado, o la próxima resolución de la ONU, u otra invasión de la OTAN. La capacidad “científica” de los servicios de inteligencia y seguridad internacionales ha demostrado un “sentido de oportunidad” incomparable.

Nadie duda que el mundo está poblado mayoritariamente por crédulos e imbéciles. Esta es la mayor herencia de la moral judeo-cristiana. Pero, por favor, la prensa que quiere contribuir a que no se sigan reproduciendo no tiene por qué sumarse a la comparsa del terrorismo mediático que lideran los grandes medios de la decadencia y la mentira.
Europa no da para más. Su crisis de senectud advierte cuán cerca está de su tumba. Lo único que puede prolongar su agonía es la de ser, una vez más, el furgón de cola de Estados Unidos. Total, aquí es a donde emigraron sus élites iluministas, masónicas, rosacrucianas, protestantes, para conjugarse en la simbiosis sionista más perversa de la tierra.

Estos “enemigos de la humanidad” han creado la “amenaza terrorista” como crearon la “amenaza comunista” durante la Guerra Fría. A la de hoy la llaman Estado Islámico, Daesh,  Yahidismo, Islamismo, en un alarde por confundir a los que nada saben y entienden menos.

Aupados por el gigante de pies de barro, los Hollande, los reyezuelos putrefactos, los primeros ministros, creen encontrar la oportunidad de sostenerse asesinando a su propia gente y a la extranjera que vive en sus países.

¡Gran tragedia! Que ellos mismos generan a través de sus servicios de inteligencia. ¡Horror! Que lamenta toda Europa y el “mundo occidental y cristiano” pero que oculta y calla cuando ocurre fuera de sus fronteras, como en Turquía cada semana, como en Palestina todos los días, o en Siria e Irak cada minuto. Allá, en las puertas de Europa, o en Oriente Medio, no hay nada que lamentar. Los que mueren o vuelan en pedazos no son humanos. Son musulmanes, son árabes, son “infieles”. Pero la mano que los despedaza y hace volar por los aires es la mano que Europa y EEUU, Arabia Saudita e Israel, alimentan y arman. La misma mano que asesinó ayer en Bruselas, como antes en París, o en España, o en Inglaterra o en el mismo EEUU. De modo calculado y en el lugar preciso.

Justo para poder exacerbar el terror, el miedo, la desesperación y la respuesta irracional: ¡Acaben con los terroristas! Ya saben donde están y, sobre todo, de donde vienen. ¡Son musulmanes! ¡Son árabes! No los dejen entrar. Cierren los aeropuertos, controlen los metros y demás transportes. Levanten más murallas; más altas y que maten. Militaricen todo. Penalicen el color de la piel. Que no quede nadie. Sólo nosotros: Los “elegidos”.