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Las 62 personas más ricas del mundo sumaron 542 mil millones de dólares en cinco años, sin embargo, los ingresos medios anuales del 10 por ciento más pobre a penas suman tres dólares por año en casi 25 años.

De acuerdo con un reporte de Oxfam, organización mundial que se dedicada al estudio y erradicación de la pobreza, la riqueza en manos de la mitad más pobre del mundo se redujo más de mil millones de dólares, mientras las 62 personas más acaudaladas suman 44 por ciento más de ingresos.

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El informe de Oxfam destaca que la economía no juega a favor de la prosperidad de los habitantes del mundo ni de las generaciones futuras o el planeta: «hemos creado un modelo económico que beneficia sólo al 1 por ciento».

Parte de las razones de la concentración de la riqueza obedecen a la existencia de paraísos fiscales, el empleo del control del monopolio y la propiedad intelectual para ahuyentar competidores y manipular precios, así como la influencia de las élites para favorecer sus privilegios o modificar leyes.

Los paraísos fiscales suman 7.6 mil millones de dólares de fortunas individuales, que superan al Producto Interno Bruto (PIB) del Reino Unido y de Alemania juntos.

La evasión fiscal afecta a los presupuestos públicos y conduce al recorte de servicios sanitarios o educativos, así como incrementar la dependencia de los gobiernos a impuestos directos tales como el IVA que afectan de manera desproporcionada a los sectores más empobrecidos de la sociedad.

Uno de los sectores más perjudicados por el abuso de la propiedad intelectual es el farmacéutico, lo cual genera una especulación que se basa en las personas enfermas y vulnerables.

La desigualdad económica también afecta el ámbito ecológico, pues la mitad más pobre del mundo sólo genera 10 por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero a nivel mundial, sin embargo, quienes disponen de menos recursos viven en zonas más vulnerables al cambio climático.

Oxfam propone pagar a los trabajadores un salario digno y reducir las brechas entre las remuneraciones de los altos directivos, así como mantener bajo control la capacidad de influencia de las élites más poderosas, además de combatir la desigualdad mediante un gasto público progresivo.