Manuel C. Martínez
Suecia fue vendida hasta finales del pasado siglo XX como ejemplo de «capitalismo bueno», una supuesta cualidad que podemos inferirla de su fortalecido y sólido comercio exterior, mismo que le ha permitido enredar uno de los mercados más cautivos que podamos conocer, suerte de monopolio diseminado y compuesto en/por el mundo industrial. Sus capitalistas se especializaron en rolineras[1] y casi todo lo que tiene que ver con la minimización del roce mecánico, una indetenible búsqueda del inalcanzable movimiento perpetuo que se nos remonta a las primeras ruedas inventadas o clonadas por el hombre.
Con semejante mercancía han inundado el mundo; todo un fuerte diluvio comercial que se ha visto robustecido con las 2 revoluciones tecnoindustriales[2] en marcha desde hace 2 cientos años aprox. Por supuesto, su empresariado burgués ha contado con riqueza suficiente para minimizarles la pobreza a sus proletarios, pero sin eliminársela, sin sacarlos de esa perversa situación de creadores de una riqueza que deja de pertenecerles tan pronto contratan con cualesquiera de los burgueses ya que hasta los salarios terminan retornando a los patronos con más valor del que el comerciante les entrega como mercancías de su consumo familiar**.
Ese ejemplo sueco se ha traslado al resto del ingenuo mundo burgués que termina creyendo que todos los males del capitalismo serían atribuibles a las malas gestiones de tales y cuales empresarios capitalistas, a la pobreza, ineficiencia e ineficacia empresariales de ciertos burgueses, con lo cual queda escondida la verdadera realidad consistente en que los empresarios burgueses carecen de voluntad propia porque las relaciones clasistas no son arbitrarias, sino objetivas. El patrono capitalista es objeto y no sujeto de unas relaciones de explotación que han logrado desdoblar la personalidad del capitalista de la persona burguesa.
Perdemos tiempo y oportunidades revolucionarias mientras pensemos en diálogos gobierno-patronos de cualquier tipo, llámense como se llamen, porque de cualesquiera apellidos o apellidotes que sean, estos capitalistas siempre responderán a sus intereses personalísimos y sólo verá el interés colectivo como fuente de sus ganancias y no como beneficiarios de sus servicios lucrativos personales.
Pensar en la posibilidad de hallar algún capitalista bueno para el socialismo es no pisar tierra firme izquierdista, es estar sumido en la oscuridad del velo que ese mismo capitalismo ha colocado en nuestras mentes. Es el mismo velo que ciega a los escuálidos proletarios que no han podido ver ni de cerquita las bondades del socialismo frente a las perversidades de esa burguesía de la cual hemos estado tratando de zafarnos.
19/12/2015 07:09:36 a.m
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* S.O.S. : A Valencia la siguen desforestando sin piedad. En la parroquia El Socorro lo hacen los días feriados y sábados y domingos, sin que autoridad local ni estadal ni nacional intervengan-el consejo comunal tampoco se mete en eso-, salvo para algunos arreglos como se acostumbró en la 4ta. R. que se niega a morir.
** Marx omitió la venta con sobreprecios que caracteriza a todos los intermediarios y fabricantes. Su omisión se explica porque él trabajó modelos referenciales libres de impurezas comerciales, de las cuales hizo abstracción, ya que sólo traducen sobreganancias como pudieran serlo las del jugador tramposo.
[1] Rodamientos varios.
[2] Revoluciones Tecnoindustriales por cuanto de progreso social o económico tuvieron muy poco ya que si bien el cacareado PIB creció desbordantemente, la pobreza no pudo sino incrementarse para la clase proletaria; lo hemos visto y conocido, a despecho del nobelado Roberto Lucas. El tratamiento científico que mejor le asienta a este tipo de «Economistas» es sencillamente el de Tecnoeconomistas, o sea, ocupados en los asuntos meramente técnicos del proceso de producción o, más bien, del proceso de trabajo, con lo cual ignoran o dejan a un lado la cuestión de las relaciones clasistas de producción, es decir del aspecto económico de la Economía; ¡qué paradójicos resultan tales técnicos! Los disculpamos porque ciertamente, «han confundido» gimnasia con magnesia. En todas las partes sembradas de capitalismo tales tecnoeconomistas han resultado muy útiles a la causa burguesa y, correspondientemente, muy dañinos a la socialista.