Constituye un reto, una aventura fascinante aproximar un análisis o estudio a la conducta intelectual de un hombre de la estatura del Ernesto Che Guevara, cuya figura prestigiosa se pasea airosa por el universo como uno de los más importantes paradigmas de este tiempo, ejemplo de ejemplos, espejo de la conciencia contemporánea, gestor de un humanismo revolucionario de profunda raigambre marxista, que no pocas veces se confunde con el romanticismo del pasado siglo XIX. Muchos obvian el detalle de que es una genial figura, una preclara inteligencia salida de la opima o fragua o mágico mundo americano en un preciso e irrepetible momento histórico de América donde los pueblos irrumpían en la escena del mundo con aquel telúrico cisma que se llamó Revolución Cubana.

Sé que el intento no es cosa fácil, trataré, en consecuencia, de aproximar unas apreciaciones sobre cómo lo veo yo en un área poco estudiada de su enorme obra teórico-político-militar y de su estilo literario.

Un primer encuentro

Allá por el año ‘62 (de ello hacen 53 años), con mis recién estrenados 20 años, en mi primer viaje a Cuba, tuve el honor y privilegio de conocerlo, conversar con él durante cerca de una hora sobre tópicos de la política latinoamericana y mundial. (1) Capté entonces la erudición y sapiencia de aquel hombre mítico que dejó en mí, joven venezolano que buscaba respuestas a las complejas realidades de su tiempo, una honda e imborrable impresión; percibí entonces que la suya no era una sabiduría pedante, ni una demostración de conocimientos para impresionar al interlocutor, es que la densidad de los planteamientos, la agudeza de éstos estaban respaldados por hechos irrebatibles.

La formación marxista del Che

En esos instantes de octubre de 1962, cuando Cuba estremece al mundo al retar con los defensivos cohetes atómicos al imperialismo yanqui en sus propias fronteras, ya el Che descollaba como un gran estratega y teórico de la guerra revolucionaria. Por todos los países de América Latina, de África y Asia se difundía masivamente su primera gran obra: La Guerra de Guerrillas (1960), libro éste donde resumía su experiencia personal y su concepción como guerrillero y jefe militar victorioso en el proceso de guerra civil que vivía Cuba y que devino, a partir de 1959, en lo se conoció desde entonces como la Revolución Cubana.

En La Guerra de Guerrillas apreciamos ya la visión que ha ido adquiriendo este magnífico hombre sobre las potencialidades de la guerra revolucionaria, sobre todo en América donde suponía maduras las condiciones para la insurgencia social y revolucionaria armada en gran escala. Ese texto es quizás el primer intento moderno, desde la perspectiva de un visión revolucionaria, que busca sistematizar de manera teórica el problema de la guerra popular. Autores de otras latitudes, lejanas a la realidad americana, han escrito sobre el tema: Mao Tse Tung, en China; Ho Chi Minh y Vo Nguyen Giap, en Vietnam, Kil Il Sung, en Corea; pero en América, desde las pasadas luchas nacional independentistas contra el yugo español no se conoce un texto desde una perspectiva de la lucha revolucionaria tan preciso, ni siquiera el formidable proceso de la Revolución Mexicana da a conocer algún texto de esa maravillosa gesta en términos de la teoría revolucionaria y militar propiamente dicha, no ya de la épica, de la lucha social expresada en la narrativa, el ensayo, etc.

Fuera de la mitología que se forma en torno al Che, a Fidel, a Raúl, a Camilo después del triunfo revolucionario; de la proyección que estos adquieren a nivel mundial por no sólo lo que significaba la Revolución Cubana, sino por su carisma como líderes, por estar en el cenit de su carrera política de conductores revolucionarios irradiando influencia hacia el resto de América; el caso del Che adquiere otras connotaciones con ese libro, especie de biblia militar donde abrevan con infinita sed los revolucionarios de entonces de Asia, Africa y América Latina.

El Che se acerca a la guerrilla como soporte fundamental de un futuro gran ejército revolucionario, estando en México y siendo alumno de ese gran estratega español, el republicano Armando Bayo que los adiestró militarmente. Sus lecturas, el surgimiento en España de la guerrilla moderna fueron fundamentales para ir consolidando el criterio de que la guerrilla era el germen de un gran ejército popular y revolucionario. En suelo cubano, en plena guerra, leerá a Mao Tse Tung, y con la victoria revolucionaria se acercará a las experiencias argelina, vietnamita, yugoeslava.

No podría precisar cuántos ejemplares circularon de La Guerra de Guerrillas por todos los países de América, pero sin dudas que fueron unos cuantos miles, desde la masiva edición que se hizo en Cuba de unos 50 mil ejemplares y las ediciones de México, Chile, Argentina, Colombia.

¿Qué plantea en ese libro el Che?

Veamos. Comienza dedicándoselo a Camilo Cienfuegos, hermano y camarada de la lucha guerrillera. El libro contiene 4 capítulos: 1. Principios Generales de la Lucha Guerrillera. 2. La Guerrilla. III. Organización del Frente Guerrillero. IV. Apéndices. (2)

Quizás el primer Capítulo sea el que define más el carácter de teórico militar de Che donde, sin mencionarlo, se percibe cierta influencia del más grande teórico de la guerra, el alemán Karl von Clausewitz, pero también notamos la influencia de los teóricos asiáticos y las experiencias revolucionarias victoriosas más recientes: China, Corea y Vietnam (el Norte).

El Che ya ha dejado, antes de escribir este libro, un conjunto de argumentos socio-económicos, políticos y militares en discursos, artículos etc., previos a este texto, que revelan su convicción de que la guerrilla rural es la vía más idónea para crear un ejército revolucionario.

A nivel económico-social, en el área rural, levanta las banderas de la reforma agraria, con una mayoría poblacional ubicada en el campo, campesinos pobres, proletariado agrícola, pequeños campesinos, base del ejército revolucionario, super explotada, agredida, «Fuerza revolucionaria en potencia» (3) que con el triunfo se beneficiará con esa política de revolución agraria que suprimiría el latifundismo y abrirá las puertas de un sostenido desarrollo nacional fundamentado en el agro; revolución que al ir a las ciudad se transformará en socialista, interpretación muy particular, guevarista, de la revolución latinoamericana, si se parte del hecho de que en Rusia, por ejemplo, siendo país mayoritariamente agrario, la revolución comenzó en las grandes ciudades.

Reivindicar la guerrilla como elemento estratégico fundamental para el cambio revolucionario a nivel político-militar, establecerá para el Che la convicción de que la insurgencia popular urbana, termina derrotada, con atroces genocidios, por encontrarse en un escenario estratégico, las ciudades, en enorme desventajas. Derrotas históricas en las ciudades, como las de Mao Tse Tung en China hace que éste vaya a la montaña a consolidar un ejército y que la guerra revolucionaria venga del campo a la ciudad en un proceso de guerra prolongada.

Partamos, en primer término, que el Che es un teórico del marxismo, extraordinario analista político, sociólogo, historiador, visionario de un mundo nuevo al que, en aquellos momentos de principios de la década de los ‘60, cree en las posibilidades de una revolución continental a través de la lucha armada. No es una visión, a nuestro juicio, suya en exclusivo, es el criterio del directorio que dirige a Cuba como país, y a la Revolución Cubana como fuerza centrípeta a nivel continental. Dentro del cuadro dirigente de entonces él encarna una privilegiada, aguda, y sin dudas genial inteligencia, que se codea, se tutea con otro genio de la política que es Fidel Castro.

Por supuesto que no es un mesías ni su obra está cargada de destinos preconcebidos, manifiestos; es un líder que surge a la palestra en un determinado momento de la lucha de clases, del enfrentamiento de los pueblos americanos (contradicción: nación opresora-pueblos oprimidos) a la explotación y dominación económica y política norteamericana. Surge en el preciso instante en que, por primera vez en América, un pueblo completo, una nación sub desarrollada, proveedora de materias primas baratas a los capitales del imperio, vulgar neo colonia, república mediatizada y sub desarrollada, rompe el hilo histórico de la dominación neo colonial yanqui, produciéndose una descomunal explosión atómica que alteró en buena medida el curso de la historia mundial. Es allí donde hay que ubicarlo, junto a Fidel, para tratar de entender su pensamiento, su conducta y su accionar político-militar.

Cuando el Che preconiza e impulsa la lucha armada en América Latina, pone en juego su propia vida para demostrar los que el denominaba «sus verdades», no lo hacía ni por terquedad, moralismo romántico tipo Quijote o por ser un utopista alejado de la realidad. Una inteligencia tan preclara como la suya que buscaba, por la acción armada revolucionaria, un cambio estructural en América, una revolución socialista, partía de los que consideraba precisos y objetivos análisis de las clases sociales de América Latina y el Caribe, de la decadencia de sociedades capitalistas dependientes y neo coloniales de cuyas ruinas debería surgir un mundo nuevo sin injusticias y desigualdades sociales. Se aproximaba así, o continuaba para mejor decirlo, la labor iniciada en la década de los ‘20 y los ‘30 por los marxista latinoamericanos que renovaron y/o enriquecieron el pensamiento socialista, refrescaron el marxismo: José Carlos Mariátegui, en Perú; Aníbal Ponce y José Ingenieros, en la Argentina; Carlos Baliño y Julio Antonio Mella, en Cuba; Pío Tamayo y Gustavo Machado, en Venezuela, Farabundo Martí, en El Salvador; Flores Magón, en México. Frescura ideológico-intelectual revolucionaria y socialista, torcida por el dogmatismo, la rigidez y la posternación de muchos partidos comunistas al estalinismo soviético y a la tercera internacional, que en mucho puso a girar los propios intereses revolucionarios y transformadores de los pueblos latinoamericanos a los particulares intereses soviéticos, estalinistas, en desmedro de dichos intereses continentales propios.

Planteaba entonces el comunismo latinoamericano una incorrecta, rígida y dogmática interpretación de la contradicción opresores-oprimidos y subordinaba en las alianzas de los trabajadores y del movimiento popular, los intereses del proletariado a los de las burguesías nacionales (revolución democrático-burguesa). Nacían los frentes populares donde la clase trabajadora, invariablemente, subordinaba sus propios intereses de clase a los de la burguesía nacional, enfrentada al imperialismo, pero cuyo programa predominante y estrategias de conducción eran los de esa burguesía. Alianzas fundamentalmente electorales, gubernamentales incluso (caso del primer gobierno de Batista en Cuba donde el PSP ocupó ministerios en dicha administración), pero que a la postre frenaban el avance revolucionario.

Al encontrarse la revolución Latinoamérica en su etapa democrático-burguesa bajo la concepción estalinista de la «revolución por etapas» y no como proceso ininterrumpido (etapa nacional-liberadora revolución socialista), la acción revolucionaria, armada, está descartada, incluso bajo gobiernos dictatoriales donde el movimiento comunista y revolucionario de entonces puso una altísima cuota de mártires. Por eso, al producirse la acción armada de Fidel el 26 de julio de 1953 las primeras reacciones del movimiento revolucionario son de condena, de tipificarlo de acto aventurero, criterio que variará con el tiempo al demostrar Fidel que la razón era suya, incluso no auto definiéndose como socialista sino centrando el filo de sus ataques políticos contra una atroz dictadura. Nunca antes en América se había desarrollado una estrategia para la toma del poder tan inteligente e impecable como la impulsada por Fidel y sus compañeros, a los que se suma el Che con su descomunal aporte intelectual y revolucionario.

Fidel Castro, marxista convencido ya para 1953, vísperas del asalto al Cuartel Moncada, se formó en el marxismo antes que el Che, pues el líder cubano comienza el estudio del marxismo-leninismo a partir de 1947, mientras que el revolucionario argentino empieza a partir de 1953 su formación y lectura marxista-leninista, bajo el estímulo, entre otros, de un cubano, Ñico López, asilado en Guatemala para entonces; también de su primera esposa, la peruana Hilda Gadea, militante del ala izquierdista del APRA y vinculada en Guatemala al Partido Guatemalteco del Trabajo (comunista).

Del ‘53 al ‘56, entre Guatemala y México tiene una intensa actividad de lecturas marxistas más no sólo de interés bibliográfico o meramente intelectual; su experiencia personal, su directa relación con el cuadro de miseria, opresión e injusticias que ha palpado en su recorrido por América Latina, radicalizará su pensamiento; al respecto dirá, a comienzo de la Revolución Cubana: «Y por las condiciones en que viajé, primero como estudiante y después como médico, empecé a entrar en estrecho contacto con la miseria, con el hambre, con las enfermedades, con la incapacidad de curar a un hijo por la falta de medios, con el embrutecimiento que provocan el hambre y el castigo continuo, hasta hacer que para un padre perder a un hijo sea un accidente sin importancia, como sucede muchas veces en las clases golpeadas de nuestra patria americana». (4)

Obviamente en un hombre de aquella sensibilidad, que formaba parte de aquella generación de jóvenes latinoamericanos que soñaban con un mundo mejor, un hecho fue decisivo para radicalizar sus posiciones políticas antimperialistas y afinar su pensamiento revolucionario en las búsquedas de un cambio estructural junto a otros muchos en América, nos referimos a la invasión mercenaria organizada y financiada en 1954 por los EEUU y encabezada por el cipayo Castillo Armas, contra el gobierno democrático de Jacobo Arbenz, en Guatemala.

Ya en México el Che continúa su formación marxista, lee los tres tomos del Capital, de Marx, y el encuentro con Fidel y los cubanos asaltantes del Moncada fue la culminación de sus búsquedas en esa etapa. El Che será quien escoge los textos marxistas en la biblioteca que tenían para la formación política y doctrinaria de los militantes del Movimiento 26 de Julio en el campo de adiestramiento en México, lugar éste que es desmantelado por la policía mexicana gracias a la delación de un traidor cubano llamado Rafael del Pino al servicio de la policía batistiana.

Para 1956, en vísperas de la invasión revolucionaria a Cuba de los revolucionarios cubanos en el yate Granma ambos hombres, Fidel y el Che, convergerán en un similar pensamiento revolucionario, socialista, depurado en el transcurso de la guerra civil nacional liberadora (‘56-’58), cuyo desenlace socialista precipita el imperialismo en abril de 1961 con su criminal invasión de Playa Girón, su torpe bloqueo económico que le impone a la mayoría de los gobiernos de los países latinoamericanos, su soberbia y permanente actitud agresiva hacia la naciente revolución, que expropia, nacionaliza y socializa los cuantiosos bienes norteamericanos en la isla, la mayor expropiación y confiscación de bienes, capitales y poder económico que hubiese recibido la poderosa nación norteña en el mundo en toda su vida histórica como país.

El Che rechaza la alianza con las burguesías nacionales y enfrenta el

dogmatismo de algunos partidos comunistas de América Latina

En su concepción política el Che rechazaba a las burguesías nacionales a quienes consideraba mediatizadas (Paz Estensoro en Bolivia, después del proceso revolucionario de 1952; Perón, en Argentina). Estimaba a ambos líderes de las burguesías nacionales de sus países como carentes de confianza en sí mismos como clase, estrechos políticos, sin norte histórico, que se quedarían –como ocurrió– a medio camino. (5)

La experiencia con la burguesía nacional cubana le reforzará el criterio. Asustada ésta ante la naciente revolución que ponía en práctica una vieja bandera y aspiración del campesinado latinoamericano, la Reforma Agraria, que en el caso cubano expropiaba las millones de hectáreas usurpadas por los norteamericanos a Cuba tras la invasión de 1898, la nacionalización de los monopolios yanquis y «criollos», política ésta que incluso beneficiaba a esa burguesía nacional cubana y se enmarcaba en los postulados fundamentales de la llamada revolución democrático-burguesa, pero semejante burguesía, profundamente antinacional, ideológicamente anexionista (anexar Cuba a los Estados Unidos, ancestral sueño del imperio), se alía al imperialismo para enfrentar la naciente revolución y le da la espalda al tremendo reto histórico planteado.

Al respecto el Che dirá: «Hoy por hoy, se ve en América un estado de equilibrio inestable entre la dictadura oligárquica y la presión popular. La denominamos con la palabra oligarquía pretendiendo definir la alianza reaccionaria entre las burguesías de cada país y sus clases terratenientes, con mayor o menor preponderancia de las estructuras feudales. Estas dictaduras transcurren dentro de ciertos marcos de legalidad que se adjudicaron ellas mismas para su mejor trabajo durante todo el período irrestricto de dominación de clase, pero pasamos por una etapa en que las presiones populares son muy fuertes; están llamando a las puertas de la legalidad burguesa y ésta debe ser violada por sus propios autores para detener el impulso de las masas».6

Hay un paralelismo entre lo que plantea el Che con relación a las burguesías y el análisis de Marx refiriéndose a la burguesía alemana en 1844, la que debiendo ser entonces revolucionaria era conservadora; temía más al pueblo que a la oligarquía feudal; pusilánime y miedosa cuando debía ser osada y audaz. Creía el Che entonces imposible un 1789 en América y admitía como indiscutible la era de la revolución socialista en el continente.

«La Revolución cubana ha dado el campanazo de alarma…Las burguesías nacionales se han unido al imperialismo norteamericano en su gran mayoría, y deben correr la misma suerte que éste en cada país…La polarización de fuerzas antagónicas de adversarios de clase es, hasta ahora, más veloz que el desarrollo de contradicciones entre explotadores por el reparto del botín. Los campos son dos: la alternativa se vuelve cada vez más clara para cada quien individual y para cada capa especial de la población».7

Enfrentaba así lo que consideraba la forma incorrecta, rígida y dogmática como la mayoría de los partidos comunistas en América Latina caracterizaban la alianza de clases y afirmaba que con burguesías antinacionales, pro imperialistas, timoratas, corruptas, traidoras a sus propios postulados nada tenía que hacer el movimiento popular, menos apoyarlas.

Se reafirma en el Che, a nivel de la concepción política y de lo que considera una sólida convicción ideológica, el criterio del carácter socialista de la revolución., su surgimiento a través de un carácter violento, armado. Para él la revolución socialista, la alianza de la clase obrera y el campesinado pobre, debería cumplir las etapas llamadas nacional democráticas, de liberación nacional (reforma agraria, reforma urbana, expropiación de los monopolios, nacionalización de las grandes empresas extranjeras, etc.) que en buena medida corresponderían a los sectores y estamentos nacional burgueses, pero que deberían ser asumidas por el proletariado y el movimiento popular y revolucionario para cumplir una etapa dialéctica del proceso histórico, es decir, la revolución permanente o ininterrumpida.

Ya desde el exterior, en su testamento político plasmado en el famoso «Mensaje a la Tricontinental» de nuevo reafirma el criterio político-armado que será su norte estratégico y, obviamente, el de la Revolución Cubana en ese período:

«El elemento fundamental de esa finalidad estratégica será, entonces, la liberación real de los pueblos; liberación que se producirá a través de la lucha armada, en la mayoría de los casos, y que tendrá, en América, casi indefectiblemente, la propiedad de convertirse en una revolución socialista; las burguesías autóctonas han perdido toda capacidad de oposición al imperialismo -si alguna vez la tuvieron- y sólo forman su furgón de cola. No hay más cambios que hacer: o revolución socialista o caricatura de revolución». (8)

El Che negaba erróneamente toda posibilidad que desde dentro de los ejércitos tradicionales surgieran fuerzas revolucionarias, rechaza de plano la posibilidad del golpe de Estado o insurgencias militares como salida victoriosa que pudieran beneficiar el movimiento popular, evidentemente se equivocó. Para él los ejércitos latinoamericanos eran castas parasitarias, «cabezas visibles de los explotadores de todo género». No les veía, pese a que ya se habían producido los alzamientos militares revolucionarios de Carúpano y Puerto Cabello, mayo-junio de 1962 en Venezuela, muchos de cuyos miembros formarán después parte del FLN-FALN, organización político-militar para dirigirla lucha armada. El alzamiento de Caamaño, en Santo Domingo, que se producirá en 1965. Los sucesos revolucionarios del Perú con el General Velazco Alvarado o en el Panamá antimperialista con Omar Torrijos a la cabeza. No hablemos del caso venezolano con el comandante Hugo Chávez por haberse producido el 4F años después de su muerte, pero que el Che estaba errado en esas apreciaciones lo reafirman el hecho que esos acontecimientos no motivan cambios en las opiniones del Che respecto a los Ejércitos latinoamericanos, la posibilidad del surgimiento en su interior de alas progresistas y populares como en la Venezuela de 1992.

«¿Qué pueden dar los militares a la verdadera democracia? ¿Qué lealtad se les puede pedir si son meros instrumentos de dominación de las clases reaccionarias y de los monopolios imperialistas, y como casta, que vale en razón de las armas que posee, aspiran solamente a mantener sus prerrogativas?9

Quizás con un esquema rígido, absoluto, que no percibe que muchos de esos ejércitos encarnan también los conflictos de clases que viven las sociedades como lo evidencia lo ocurrido en Panamá con Torrijos, en Venezuela con Medina Silva, Manuel Ponte Rodríguez, etc. en 1962 y Chávez en 1992, que independientemente muchos de esos hechos ocurriera años después de su muerte, evidencian una dialéctica de la lucha de clases nada desestimable en el proceso liberador. El Che en lo referente al Ejército lo plantea en términos innecesariamente dilemáticos:

«Aceptando como verdad que el enemigo luchará por mantenerse en el poder, hay que pensar en la destrucción del ejército opresor; para destruirlo, hay que oponerle un ejército popular enfrente».10

Una concepción guerrillera donde del núcleo inicial saldrá el ejército revolucionario, teoría guevarista que parte de la interpretación de las concepciones del mismo Clausewitz donde la guerrilla revolucionaria, como brazo político-militar, y la guerra prolongada, serán la continuación de la política revolucionaria por otros medios.

Posterior a ese libro aparecerán varios trabajos, donde el Che teorizará sobre el tema de la guerra revolucionaria, breves ensayos que propenden, a nuestro juicio, a complementar aspectos de su teoría de la guerra revolucionaria, la que siempre enriquecerá con experiencias donde él participa de una u otra manera.

Esos trabajos son: 1. «¿Qué es un guerrillero?», 2. «Guerra y población campesina?», 3. «Guerra de guerrillas: un método», 4. «Prólogo a Guerra del Pueblo, Ejército del Pueblo».11

La narrativa revolucionaria en el Che.

La epístola y el Diario como estilos literarios

Pasada esa primera etapa, de proyección de su pensamiento y su experiencia y la de la Revolución Cubana (van indisolubles, son un mismo proyecto), en el 1963 se estrenará como narrador, pero no en literatura de ficción sino en relatos vividos en primera persona, testimonios que son estructurados dentro de un discurso narrativo donde él es el primer actor de la obra que cuenta los sucesos acaecidos en la guerra revolucionaria, de noviembre de 1956, desde el desembarco de Granma, a diciembre de 1958, en las montañas del Oriente de Cuba, luego la invasión a Camagüey y Las Villas, donde descollará como estratega militar en la guerra de movimientos, de cerco del ejército de la tiranía que culminará con la famosa Batalla de Santa Clara, dirigida personalmente por él, que sellará la derrota definitiva del Ejército del tirano Batista.

El libro se titula: Pasajes de la guerra revolucionaria (1963), y está conformado por un Prólogo, escrito por el mismo autor, y 31 trabajos que recogen los instantes, los hechos de guerra donde le tocó participar de manera personal; ninguno se sale de esa tónica, no intenta hacer literatura de lo que no vivió, los sucesos donde no estuvo. Pero un hecho salta a la vista, el Che como narrador, apela a ese recurso literario sin mayores pretensiones y logra hilvanar no ya los recuerdos, sino la coherencia de cada hecho y plasmarlo en el papel no sólo para la rememoración de aquellos que participaron en los acontecimientos que narra, también para el registro histórico de la lucha de un pueblo de América por su libertad de una dictadura oprobiosa.

No creo que su intención haya sido convertirse en narrador, en literato, pero ese era el recurso que tenía a mano y apeló a él utilizándolo con gran acierto en lo referente a las técnicas narrativas que enmarcan ese texto dentro de los más descollantes, a nuestro juicio, en el genero testimonial en primera persona –no contado a otra–, recurso utilizado por infinidad de autores en otras épocas y experiencias, revolucionarias o de otro género.

Tal vez el libro Pasajes de la guerra revolucionaria12, por estar referido a cuestiones muy puntuales de la lucha interna cubana, no llegó a tener la difusión que su anterior libro, pero no hay dudas que dentro de Cuba, que se destapa después del triunfo revolucionario a la actividad editorial y la lectura se masifica, la obra tuvo varios tirajes de unos cuantos miles de ejemplares; en su mejor momento editorial la impresión de un libro estaba entre 20.000 y 100.000 ejemplares.

En el período previo al triunfo de la guerra el Che utilizará su capacidad intelectual a través de cartas a Fidel y a la Comandancia para enviar informes de batallas, hechos de guerra, impresiones de reuniones políticas, etc. En todos estos documentos el Che verterá no sólo sus juicios personales sobre los acontecimientos vividos y narrados o sobre las cuestiones donde fija posición, se puede apreciar diferentes rasgos de su personalidad, de sus principios, de su ética, de su condición humana, de su norte revolucionario en esos textos o cartas. En la carta A Fidel Castro13 (sobre la invasión del Oriente de Cuba a Occidente), fechada en el Escambray, Las Villas, el 23-10-58. Esta no es, en rigor, una carta o un informe, es un diario cuyo estilo literario es el de una carta, concisa, breve pero densa en su información, con diversas fechas, recoge el acontecer de todo un período. Este será un estilo que depurará y magnificará, a nuestro entender, en el Diario de Bolivia.

No podemos hablar de una obra, salvo las anteriores, del Che donde haya recogido su pensamiento político, económico, revolucionario de manera densa. El Che fue, esencialmente, un intelectual de la palabra oral, amén de ser un hombre de acción, eminentemente práctico, que exponía el pellejo para demostrar sus verdades, como él mismo decía. De manera que ese pensamiento, igual el de Fidel, el de Raúl y el de otros líderes revolucionarios cubanos se da dentro de aquella dinámica donde la reflexión se hace caminando, combatiendo, a través del discurso a grandes multitudes; estilo literario que alcanzará dentro de la Revolución Cubana dimensiones desconocidas como recurso intelectual, pedagógico, formativo.

Será, entonces, a través del discurso público donde podremos conocer el grueso del pensamiento revolucionario del Che en la construcción del socialismo, el pensamiento económico, político, educativo y cultural, ideológico, social. Su lectura y estudio nos permitirá medir su estatura intelectual, su elaboración estética en la construcción y articulación discursiva, la estrategia del mismo, siempre dentro de una dinámica revolucionaria que lo arrastra, que lo lleva, a la que él indudablemente influye en su curso. Suponemos existen discursos políticos, económicos, ideológicos, informes e impresiones de viajes pronunciados a niveles más restringidos, en consejo de ministros, en el comité central del partido, etc., de suma importancia, que tal vez por razones de Estado no han sido dados a conocer, y que engloban buena parte de su pensamiento, incluso conceptos, ideas, opiniones desconocidas por el mundo.

Tenemos, por supuesto, a un Che periodista, que utiliza la prensa escrita, las revistas sobre todo para polemizar sobre la economía en el llamado período de transición, y dejar sentado lo más profundo de su pensamiento marxista y sus indiscutibles aportes al humanismo marxista donde su concepción sobre el hombre nuevo jugará papel estelar.

El Che renovador del humanismo marxista

La declaración del carácter socialista de la revolución cubana, a horas apenas de la invasión mercenaria de Playa Girón, durante el entierro de las víctimas de los arteros ataques aéreos norteamericanos a los aeropuertos cubanos aquel abril de 1961, digamos que es la legitimación a nivel popular y social de un hecho que se venía desarrollando casi inmediatamente después del triunfo revolucionario de 1959. El Che escribirá en la revista Verde Olivo, el 8 de octubre de 1960, un ensayo que tituló: Notas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana. Allí se define el marxista profundamente anti dogmático, crítico incluso de incorrecciones del propio Marx al referirse, por ejemplo, al libertador Simón Bolívar, sin que ello opaque la grandeza del pensamiento y la teoría de aquellos dos genios: Marx y Engels.

Con un frescura que renova el pensamiento socialista americano, el Che desdogmatiza a Marx, lo baja de esa cúpula eclesiástica a la que lo confinó dogmatismo oficial soviético de un presunto marxismo real, revisionista, al decir de los comunistas chinos que, como el propio Che lo previó, estallaría años después en mil pedazos y derrumbaría un proyecto de 70 años. Retoma la famosa frase de Lenín: «el marxismo no es un dogma, es una guía para la acción.» repetirá el Che y agregará: «Se han descubierto grandes verdades fundamentales, y a partir de ellas, utilizando el materialismo dialéctico como arma, se va interpretando la realidad en cada lugar del mundo. Por eso ninguna construcción será igual; todas tendrán características peculiares, propias a su formación.»14

Se topan los revolucionarios cubanos con el agudo problema de enfrentar la transición de las sociedades socialistas a la luz del marxismo-leninismo, problemas que ni Marx, ni Engels ni Lenin ahondan en sus análisis, el Che hará singulares aportes en ese sentido. Con sus novedosas y agudas tesis económicas, políticas, ideológicas (humanísticas) el argentino-cubano chocará con los criterios rígidos, escolásticos del marxismo soviético, pero hará aportes de significativa importancia.

En aquella dinámica de principios de los ‘60, donde hay que construir sobre la marcha una revolución, hay que inventar para no errar, como diría el maestro Simón Rodríguez; hay que enfrentar la contrarrevolución y responder, en una multiplicidad de áreas, con voces propias nacidas de Cuba y emanadas de una acertada interpretación marxista y de la aplicación del método dialéctico, el carácter humanista de la revolución cubana lo levantará este hombre magnífico como estandarte fundamental para oxigenar un marxismo esclerosado y dogmatizado, no pocas veces deshumanizado.

Lo original de la Revolución Cubana está en su humanismo, que ha tratado de construir «un sistema marxista, socialista, coherente, o aproximadamente coherente, en el que hemos colocado al hombre en el centro, en el que se habla del individuo, de la persona y de la importancia que esta tiene como factor esencial de la revolución».15

Coincidía el Che con la formulación hecha por el propio Fidel que concibió la Revolución Cubana como una revolución eminentemente humanista. La transición democrático-burguesa de la revolución cubana, su carácter antimperialista y antimonopolista, profundamente nacional independentista en 1959, 1960 y los primeros meses de 1961, hasta su declaración formal del carácter socialista de la misma, en los albores de la invasión de Playa Girón, no excluye el humanismo original de ésta, no queda abolido como una «debilidad burguesa» sino redimensionado en una proyección espiritual y humana de insospechadas dimensiones.

Cuando le toca al Che prologar el libro Sobre la construcción del partido, se trata de la unificación de todas las fuerzas que participaron en el proceso revolucionario cubano en una sola organización: Movimiento 26 de Julio, Partido Socialista Popular (comunista), Directorio Revolucionario, en el Partido Unido de la Revolución Socialista (1963), el Che aborda la cuestión del carácter del militante:

«Porque hay que recordar siempre que el marxista no es una máquina automática y fanática dirigida, como un torpedo, mediante un servomecanismo hacia un objetivo determinado».16

Toma, para reforzar su criterio, una cita de un discurso de Fidel de 1961, donde éste reitera el carácter humanista del pensamiento filosófico de Marx, Engels y Lenin:

«¿Quién ha dicho que el marxismo es la renuncia de los sentimientos humanos, al compañerismo, al amor al compañero, al respeto al compañero? ¿Quién ha dicho que el marxismo es no tener alma, no tener sentimientos? Si precisamente fue el amor al hombre lo que engendró el marxismo, fue el amor al hombre, a la humanidad, el deseo de combatir la desdicha del proletariado, el deseo de combatir la miseria, la injusticia, el calvario y toda la explotación sufrida por el proletariado, lo que hace que de la mente de Carlos Marx surja el marxismo cuando precisamente podía surgir el marxismo, cuando precisamente, podía surgir una posibilidad real y más que una posibilidad real, la necesidad histórica de la revolución social de la cual fue intérprete Carlos Marx. Pero, ¿qué lo hizo ser ese intérprete sino el caudal de sentimientos humanos de hombres como él, como Engels, como Lenín?».17

Es muy probable que el Che enriqueciera su pensamiento sobre el humanismo en el marco del gran debate económico que se produjo en Cuba e internacionalmente entre 1962-1964, no sólo de las lecturas del Marx, incluso de sus famosos Manuscritos Filosóficos, de 1844, sobre los que expresó opiniones sobre el humanismo que éste encarnaba. Marx «pensaba más como filósofo, y, por tanto, se refería más concretamente al hombre como individuo y a los problemas de su liberación como ser social, sin entrar todavía en el análisis de la ineluctabilidad del resquebrajamiento de las estructuras sociales».18

En ese mismo medular ensayo económico, el Che citará textualmente a Marx de sus Manuscritos Filosóficos, para reforzar sus propias tesis humanistas: «El comunismo, como superación positiva de la propiedad privada, como autoenajenación humana y, por tanto, como real apropiación de la esencia humana por y para el hombre; por tanto, como el retorno total, consciente y logrado dentro de toda la riqueza del desarrollo anterior del hombre para sí como un hombre social, es decir, humano. Este comunismo es, como naturalismo acabado = humanismo y, como humanismo acabado = naturalismo; es la verdadera solución del conflicto entre el hombre y la naturaleza y del hombre contra el hombre, la verdadera solución de la pugna entre la existencia y la esencia, entre la objetivación y la afirmación de sí mismo, entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y la especie. Es el secreto revelado de la historia y tiene la conciencia de ser esta solución».19

El Che está contra el humanismo en abstracto, aquel que se ubica por encima de las clases sociales, el suyo es un humanismo comprometido con las clases revolucionarias y cree firmemente en un humanismo que libere al hombre, suprima la explotación del hombre por el hombre e instaure un poder donde la dominación sea un hecho racional de los hombres en el proceso de la vida social. Es posible que un insigne argentino, uno de los pioneros marxistas de América, Aníbal Ponce, haya sido fuente de consulta, reflexión e incluso de influencia en el Che. En 1962 es editado en La Habana su conocido libro: Humanismo burgués, humanismo proletario publicado por primera vez en 1935. En ese texto Ponce señala la diferencia fundamental entre el humanismo que anima a las clases trabajadoras y el que mueve a las clases dominantes. Para Ponce es claro que el hombre nuevo, el hombre integral, ese que conjuga teoría y práctica, cultura y trabajo sólo será posible por la toma del poder por los trabajadores.

En suma, el Che es un humanista revolucionario que destaca el papel de los hombres y las mujeres en la revolución, de su ética revolucionaria, comunista, en la construcción en cada quien del hombre nuevo.

El Hombre Nuevo

Todo ese pensamiento lo irá plasmando el Che no en enormes y abultados textos, sino en ensayos, revistas y periódicos, en discursos, en conversaciones privadas, en discusiones en el seno del CC del partido o en el Consejo de Ministros, en la medida en que se iban sentando las bases para la construcción del socialismo en aquellos primeros años de la revolución.

Hay un compendio de su pensamiento en comparecencias públicas, mítines, conferencias, artículos. Tenemos información de 7 discursos en 1959 sobre los más variados temas, 14 intervenciones en 1960 (20); 15 discursos y conferencias en 1961, y una comparecencia en la TV (21); el 1962 pronuncia 17 discursos22. En el 196323 produce un trabajo teórico, breve opúsculo que titulará: El Partido Marxista-Leninista, destinado, según él mismo señala en el texto, para Iniciar a los militantes del Partido, en el amplio y riquísimo acervo de las ideas marxistas-leninistas.23 Ese mismo año escribe un importantísimo trabajo de economía política que titula: Sobre la concepción del valor24 que pese a su brevedad es un trabajo teórico profundo, réplica a otro trabajo editado en la revista Nuestra Industria. No será el único artículo publicado en ese medio informativo del Ministerio de Industrias del cual es Ministro, ya había publicado su trabajo: Consideraciones sobre los costos25, pero el anterior adquiere relevancia porque expresa una contradicción por vez primera con las concepciones soviéticas de la economía y de la interpretación de la economía de Marx. Ese año 63’ pronuncia discursos y hace una comparecencia por la TV.

1964 será el año donde el Che descollará como teórico revolucionario, por sus planteamientos económicos, que chocan muchos con las concepciones que de la economía tienen los soviéticos y que algunos sectores de la vieja ortodoxia comunista pretendía trasplantar a Cuba mecánicamente. Pero no se quedará allí sino que expresa internacionalmente su teoría humanística titulada: El Socialismo y el hombre en Cuba 26, publicado en la revista semanal Marcha, de Montevideo, Uruguay en 1965, carta dirigida al editor Carlos Quijano. Aquí apela, nuevamente, a la carta como estilo literario para desarrollar sus ideas y conceptos sobre el humanismo socialista marxista, la concepción de libertad, cuál es el hombre nuevo que conciben los revolucionarios cubanos. En esa carta le dirá a Quijano:

«Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. Es imposible pensar en un revolucionario auténtico sin esa cualidad… Todos los días hay que luchar porque ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización.26

12 discursos pronunciará el Che en Cuba el año 1964 y escribirá, por la revista Nuestra Industria, el ensayo: Cuba: su economía, su comercio exterior, su significado en el mundo actual.

El tema del Hombre Nuevo, será el leit motiv final, la meta revolucionaria más acabada y completa de la revolución socialista concebida por el Che. Su humanismo revolucionario se nutre de esta idea-eje fundamental, y para entender todo su pensamiento político es básico entender sus concepciones y aportes al marxismo en ese sentido. Retoma las formulaciones de Carlos Marx de 1848 de Los Manuscritos filosóficos.

No es ese Hombre Nuevo que él concibió, el romántico utopismo de un universo ideológico comunista inalcanzable, estratosférico. «El socialismo no es una sociedad de beneficencia, no es un régimen utópico, basado en la bondad del hombre como hombre. El socialismo es un régimen al que se llega históricamente, y que tiene como base la socialización de los bienes fundamentales de producción y la distribución equitativa de todas las riquezas de la sociedad, dentro de un marco en el cual haya producción de tipo social».27

Es decir, para el Che el Hombre Nuevo del socialismo y del comunismo no es una utopía sino una posibilidad objetiva, que percibe muy posible a partir de ese hecho concreto que se llama Revolución Cubana.

¿De dónde, cómo, cuándo surge ese Hombre Nuevo que concibe el Che en su pensamiento filosófico marxista-leninista, del mejor humanismo socialista Latinoamericano?

De lo que va surgiendo de la dinámica de la revolución en aquel duro y cruento proceso, asediado, atacado y agredido por el imperialismo yanqui y sus cipayos y eunucos de los gobiernos sumisos latinoamericanos. Del valor, solidaridad y desprendimiento de los cuadros guerrilleros más avanzados durante la guerra revolucionaria, que a lo único que aspiraban era a la satisfacción del deber cumplido. Sobre eso dirá el Che:

«En la actitud de nuestros combatientes se vislumbraba el hombre del futuro».

El paso adelante siempre dado por el pueblo en los grandes momentos: sabotaje de la CIA del vapor la Coubre, el incendio de las Tiendas El Encanto, la invasión mercenaria de Playa Girón, la crisis de los cohetes atómicos en octubre del ‘62, las movilizaciones de la juventud en la campaña de la alfabetización, el internacionalismo a través de las brigadas médicas, de maestros, etc. enviadas a ayudar a otros pueblos de América, o la donación masiva de sangre para pueblos asolados por catástrofes naturales; de los soldados enrolados en los ejércitos martianos en misiones liberadoras al África, países árabes o América Latina y el Caribe.

No es un concepto abstracto, teoría de laboratorio alejada de la realidad, es que la revolución es en sí misma un inmenso laboratorio social de donde poco a poco va surgiendo ese Hombre Nuevo, comunista con un interior humano profundamente más rico, vinculado a sus semejantes por lazos de amistad, fraternidad y solidaridad, con su pueblo y todos los hombres y mujeres del mundo. ¡Esa fue entonces, y aún continúa siéndolo, la filosofía humanista de la revolución cubana! Un hombre que alcanza la plena condición humana, «la humanidad socializada», como diría Marx en las Tesis sobre Feuerbach; la ruptura entre lo privado y lo social de la sociedad burguesa, entre el interés particular y el interés general, entre el hombre y el ciudadano, entre el individuo y el colectivo.

La preocupación por el Hombre Nuevo, por cambiar el mundo y cambiar al hombre, ha sido sueño y aspiración de los grandes pensadores y dirigentes revolucionarios desde Rousseau, Bolívar, Marx, Lenín, Mao, Ho Chi Min, Fidel, hasta el Che. No quedarse sólo en la transformación de las estructuras sociales, de las carcomidas instituciones feudales, coloniales o burguesas; era la profunda necesidad de cambiar al hombre, su conciencia, costumbres, valores culturales e ideológicos (religión), sus hábitos y costumbres sociales. La nueva sociedad que nace de la revolución creará un Hombre Nuevo, más justo y humano que negará al hombre de la sociedad que se derrumba, al hombre egoísta, perverso, mezquino, enemigo de sus semejantes, explotador de sus semejantes.

El marxista peruano José Carlos Mariátegui, participa en la problemática de la ética y el humanismo del marxismo. Su conocido libro: Defensa del marxismo, contiene un capítulo titulado: Ética y socialismo, publicado por la revista cubana Tricontinental, donde refuta los señalamientos de que el marxismo no es ético, y señala que la moral proletaria «no surge mecánicamente del interés económico: se forma en la lucha de clases, librada con ánimo heroico, con voluntad apasionada».28

Estos escritos seguramente fueron leídos por el Che en su edición cubana, incluso es probable que por vía de Hilda Gadea, los hubiese conocido en el propio Perú o en Guatemala. Polémica en la que se va sumergiendo el Che y que viene de muy atrás, tiene que ver con un problema cardinal descubierto por Marx en su estudio del capitalismo, la enajenación. Será la alemana Rosa de Luxemburgo, en su debate con la socialdemocracia europea, quien planteará la superación dialéctica de esa contradicción; esta gran revolucionaria reconoce, naturalmente, que marxismo y moral humanista son consustanciales, pero señala que mientras el comunismo no sea una realidad plena todo humanismo tendrá un carácter de clase. ¿Tuvo el Che tiempo de conocer de esta polémica de los comunistas y los socialdemócratas europeos? Seguramente si.

El Che no crea, no inventa una teoría moral, una ética sobre el Hombre Nuevo. Él, a partir de la experiencia de la Revolución Cubana, de la agudísima lucha de clases que se vive en Cuba desde el inicio mismo de la revolución aquel luminoso 1º de Enero de 1959, del rico pensamiento de Fidel; retoma los valores humanistas fundamentales del marxismo, los enriquece con los elementos de la realidad socio-cultural cubana y latinoamericana, vigoriza el marxismo con nuevos elementos, lo enriquece y crea un cuerpo de conceptos y valores éticos, salidos de la praxis social. América, ‘Nuestra América’, como acuñó José Martí aquí en Venezuela, será el rico e insospechado campo de posibilidades para crear un Hombre Nuevo en un Mundo Nuevo.

Será entonces la humanidad el fin último de ese humanismo marxista-fidelista-guevarista, dentro de ésta, en primer lugar, esa porción de mundo que es Cuba y, en un plano mayor, América Latina y El Caribe como un solo ente geo político para luego extenderse al resto del mundo. Asimilará como propio lo dicho por Bolívar: Para nosotros la Patria es América. Hay un horizonte ético del gran pensador marxista donde la humanidad es la totalidad universal, una totalidad que integra y, a la vez, sobrepasa al individuo y a la nación misma como momentos parciales, humanidad que se identifica con la clase trabajadora universal. Por eso cuando él habla de la moral revolucionaria, la ética del revolucionario hace hincapié en el amor por los pueblos, la generosidad hacia los pueblos y no concibe ser revolucionario sin esos sentimientos y conceptos. Hablando con la juventud comunista cubana dirá:

«Para alcanzar eso hay que trabajar todos los días. Trabajar en el sentido interno del perfeccionamiento, de aumento de conocimientos, de aumento de la comprensión del mundo que nos rodea. Inquirir y averiguar y conocer bien el porqué de las cosas y plantearse siempre los grandes problemas de la humanidad como si fueran problemas propios».29

No es el Che en su elaboración teórico-política un humanista filantrópico, muy lejos de él esa noción vaga, acomodaticia, oportunista incluso de ciertos sectores sociales para justificar sus errores y tratar de calmar su conciencia. Para él ese humanismo encuentra su expresión más acabada, más concreta y política en la solidaridad internacional de los pueblos, un internacionalismo que tiene raíz americana en el pensamiento y la acción de Simón Bolívar y José Martí, un internacionalismo que se torna proletario en virtud de la aguda lucha de clases que se vive a nivel mundial y que se traduce en lo concreto en la figura de «amor a la humanidad», pero no como lo concibe el concepto cristiano tradicional (diferente al que plantea hoy la teología de la liberación), sino que muchas veces va a acompañado de su contrario, el odio, para así fortalecerse y justificarse, más no un odio irracional, ciego sino hacia el opresor:

«La galvanización del espíritu nacional, la preparación para tareas más duras, para resistir represiones más violentas. El odio como factor de lucha; el odio intransigente al enemigo, que impulsa más allá de las limitaciones naturales del ser humano y lo convierte en una efectiva, violenta, selectiva y fría máquina de matar. Nuestros soldados tienen que ser así; un pueblo sin odio no puede triunfar sobre un enemigo brutal».(30

¿Significa eso que el Che desprecia la vida misma?

Obviamente que no. La humanidad como categoría social implica la valoración de la vida misma, del hombre, precisamente porque admira y respeta la vida, porque critica el terrorismo y la criminalidad de las clases dominantes que arrasa con miles de vidas inocentes, exige del soldado revolucionario un tratamiento humanitario, de respeto por el soldado vencido, la clemencia con el prisionero y que el enemigo herido «debe ser sagrado y curársele lo mejor posible».31

De nuevo la tradición humanitaria que en los campos de batalla impusieron Bolívar y el mariscal Sucre.

Para el humanismo marxista que preconiza el Che, la dignidad del hombre, la dignidad de los trabajadores, la dignidad de los pueblos, forma parte del arsenal de valores éticos de ese humanismo marxista que se enraíza en tierra americana. Hará suya, en lo que parece una tradición en el Che por los valores americanistas, del pensamiento de José Martí; toma de éste, en ese proceso de armar su concepción humanista, todo aquello que viene a reforzar ese novedoso planteamiento. Cita con frecuencia la frase de Martí: «La bandera de la dignidad humana». Allí hay una raíz americana de ese fundamental valor ético que desplegará Cuba en todo su proceso para enfrentarse a la agresión norteamericana. Marx también habla de la dignidad: «El proletariado necesita de su dignidad más todavía que de su pan».

Pero hablar de dignidad es hablar de libertad, otro de los valores fundamentales en el humanismo guevarista. Naturalmente no se refiere al concepto burgués de libertad individual, libre juego de mercado donde invariablemente el más poderoso aplasta al que menos recursos o poder tiene. Libertad para el fundador del marxismo, «es el control racional de la naturaleza y de la vida social por los hombres». Es decir, abolir el mercado y toda forma de enajenación, toda forma de dominación de los hombres por sus creaciones, de dominación del proceso de producción. El Che asume este concepto de la libertad, entiende que para que el hombre sea realmente libre es preciso «la solución de las contradicciones que produjeron su enajenación». Por ello lucha por liberar al hombre de esa enajenación, de las leyes ciegas del capitalismo que lo conduzcan al reinado de la libertad.

La libertad, para el Che, se construye, no es una emanación o un concepto abstracto. En su famosa carta a la revista Marcha, de Montevideo, expone argumentalmente su criterio:

«Nosotros, socialistas, somos más libres porque somos más plenos; somos más plenos por ser más libres. El esqueleto de nuestra libertad completa está formado, falta la sustancia proteica y el ropaje; lo crearemos. Nuestra libertad y su sostén cotidiano tienen color de sangre y están henchidos de sacrificio.

Nuestro sacrificio es consciente; cuota para pagar la libertad que construimos.

El camino es largo y desconocido en parte; conocemos nuestras limitaciones. Haremos el hombre del siglo XXI: nosotros mismos».32

La humanidad, el humanismo, el amor al pueblo, la solidaridad y la fraternidad, la justicia, la dignidad, la libertad, categorías y valores del marxismo clásico son redimensionados por el Che y Fidel en el marco de la revolución que concibieron, adquiriendo un sentido y una proyección nueva, de una universalidad sólo posible con la revolución socialista en cada país, comenzando por Cuba, vistas en el marco de la lucha de clases. ¡Ese es su gran aporte teórico y práctico al marxismo! Cuando el pensamiento socialista europeo se pervierte, se derrumba ante los gravísimos errores que llevan a la caída de una sociedad, los pueblos del mundo, los hombres y mujeres más conscientes tienen en este enorme paradigma y héroe universal que es el Che, una respuesta a muchas búsquedas en su magnífica obra teórica y práctica.

La bibliografía político-intelectual internacionalista a través

de los discursos del Che Guevara entre 1961 y 1965

El Che como intelectual y dirigente revolucionario proyectará la política, las ideas y la imagen de la Revolución Cubana en la propia Cuba y el exterior utilizando para ello los más variados foros y escenarios del mundo. Entre 1961 y 1965 pronuncia 7 discursos en diferentes escenarios: Discurso en la Quinta Sesión Plenaria del Consejo Interamericano Económico y Social, en Punta del Este, Uruguay (08-08-61); discurso en la Universidad de Montevideo (18-08-61); discurso clausura de la semana de solidaridad con Vietnam del Sur (20-12-63); discurso en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo ( Ginebra, 25-03-64), discurso en la Asamblea General de las Naciones Unidas (NY, 11-12-64), intervención en la Asamblea General de la ONU en uso del derecho de réplica (NY, 11-12-64); discurso en el Seminario Económico de Solidaridad Afroasiática, Argel (24-02-65). Participa en 2 entrevistas para la TV en el exterior, 2 entrevistas para la prensa, 1 rueda de prensa en Montevideo, Uruguay, con motivo de su participación en la Conferencia de Punta del Este (23-08-61).

De ese período son varios trabajos teóricos, que no por breves, dejan de ser trascendentales para la comprensión de su pensamiento teórico, marxista, internacionalista y antimperialista: América desde el balcón afroasiático, revista Humanismo, septiembre-octubre, 1959; Táctica y estrategia de la revolución latinoamericana (octubre-noviembre 1962), revista Verde Olivo, octubre 1968; Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental, revista Tricontinental, Suplemento Especial, La Habana 16-04-67. Si a estos agregamos su «Discurso ante los miembros del Departamento de Seguridad del Estado: La influencia de la Revolución Cubana en América Latina», La Habana 18-05-62; sus Notas para el estudio de la ideología de la Revolución cubana, revista Verde Olivo, 08-10-60; su discurso conmemorativo del 2º Aniversario de la integración de las Organizaciones Juveniles: ¿Qué debe ser un joven comunista?, 20-10-62; su discurso en la Asamblea General dirigida por los obreros de la Textilera Ariguanabo para hacer la presentación de los trabajadores de ese centro con condiciones necesarias para ser miembros del Partido Unidos de la Revolución Socialista (PURS): Sobre la construcción del Partido, 24-03-63; su carta Carlos Quijano, Director del Semanario Marcha, Montevideo, Uruguay: El socialismo y el hombre en Cuba, publicado por ese medio el 12-03-65, tendremos lo esencial de su pensamiento en sus variadas expresiones teóricas y políticas. Suponemos quedaron escritas y sin editar un conjunto de libros sobre el socialismo en la URSS, la teoría del valor, su visión sobre la economía socialista.

Sin dudas que el libro universalmente más leído del Che Guevara lo ha sido y es su Diario de Bolivia, prologado por el Comandante Fidel Castro en su primera edición millonaria en Cuba, de 1967, y que fuera editada simultáneamente, además, en Francia, Italia, RFA, USA, España, Chile, México y otros países.

Por supuesto este no es un libro ni de narraciones ni de teoría, es una costumbre, un estilo particular de anotar en un Diario personal los acontecimientos más importantes de un día, varios o semanas. En el Che esto no era nuevo, era costumbre de vieja data. Con letra muy pequeña, trazos de médico –él lo era– aprovechaba al máximo las páginas de su cuaderno. Quizás él no lo sabía o no lo supo nunca, pero el compendio de aquellas notas, juicios sobre los hombres, impresiones y análisis políticos iban a permitirle al movimiento revolucionario analizar su personalidad descomunal, su inmensa condición moral y humana y reconstruir todo el proceso de su estancia guerrillera en Bolivia. Documento coherente en su totalidad, su estilo literario denota la agudeza del intelectual y la del conductor revolucionario. Escrito para sí mismo, nos admiramos y asombramos cuando, leído objetiva e imparcialmente, se puede captar en su lectura la agudeza del analista, la vasta cultura y preparación de un hombre como pocos.

NOTAS Y BIBLIOGRAFÍA

1 GÓMEZ GARCÍA, Humberto, Prólogo del libro: Cuba: Socialismo de América

Para Todos los Tiempos, Fondo Editorial Caracola, Caracas; Editora Política, La Habana, 1996, p. 18 y 19.

2 CHE GUEVARA, Ernesto, La Guerra de Guerrillas, Escritos y Discursos,

Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, págs. 27 a 159, Tomo 1.

3 GUEVARA, Ernesto Che, Declaración de La Habana, 1961

4 Obras 1957-1967, vol. 2, p. 70, El médico revolucionario, discurso pronunciado el 19-08-60 al iniciarse un curso de adoctrinamiento patrocinado por el Ministerio de Salud Pública, La Habana,

5 H. Gambini, El Che Guevara, Editorial Paidos, Buenos Aires, 1968, págs. 79-80.

6 GUEVARA, Ernesto Che, Obras 1957-1967, Casa de las Américas, volumen I, pág. 165-166, La Habana 1970.

7 GUEVARA, Ernesto Che, Guerra de Guerrillas: Un método, obras, CA, tomo I, págs. 173-178.

  1. GUEVARA, Ernesto Che Obras, CA, v. I, págs. 594, 589

9 GUEVARA, Ernesto Che, Guerra y Población Campesina, Ob. Cit. CA, vol. I, p. 169.

10 Ob. Cit., vol.2, p.503.

11 GUEVARA, Ernesto Che, Ob. Cit., Apéndice, págs. 167 a 175.

12 CHE GUEVARA, Ernesto, Pasajes de la guerra revolucionaria, obras 1957-1967,

Ediciones de la Casa de las Américas, 1970, Colección Nuestra América, Tomo I, págs. 180-399.

13 CHE GUEVARA, Ernesto, Carta a Fidel Castro, Escritos y Discursos,

Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, págs. 271 a 279, Tomo 2 .

14 , Ob. Cit. Vol. 2, p. 190, Sobre la construcción del partido, Discurso en la Asamblea General Obrera de la Textilera de Ariguanabo en la selección de miembros al Partido Unificado de la Revolución Socialista (PURS), 24-03-63.

15 Revista Il Manifesto, Nº 7, p. 36, Il piano e gli uomini. Señalado por Machael Lowi. El pensamiento del Che Guevara, siglo ventiuno editores, México 1971.

16 GUEVARA, Ernesto Che, Ob. 1957-1967, vol. 2, p.206.

17 Ob. 1957-1967, vol. 2, p.206

18 Ob. 1957-1967, vol. 2, p. 252, Sobre el sistema presupuestario de financiamiento, publicado en la revista económica Nuestra Industria.

19 MARX, Carlos, Manuscritos Filosóficos de 1844, Editorial Grijalbo, S.A. México 1962, p. 82-83.

20 CHE GUEVARA, Ernesto, Escritos y Discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1977, Tomo 4.

21 CHE GUEVARA, Ernesto, Escritos y Discursos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, Tomo 5.

22 CHE GUEVARA, Ernesto, Escritos y Discursos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, Tomo, 6,

23 CHE GUEVARA, Ernesto, El partido marxista-leninista. Escritos y Discursos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana 1977, p. 3, Tomo 7.

24 CHE GUEVARA, Ernesto, Sobre la concepción del valor, Escritos y Discursos, Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, Tomo, 7.

25 CHE GUEVARA, Ernesto, Consideraciones sobre los costos, Escritos y Discursos, Editorial Ciencias

Sociales, La Habana, 1977, págs. Tomo 7.

26 CHE GUEVARA, Ernesto, El socialismo y el hombre en Cuba, Escritos y Discursos,

Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1977, págs. 253 a 272, Tomo 8.

27 Obras 1957-1967, vol. 2, p. 191, Sobre la construcción del partido.

28 Revista Tricontinental, La Habana, 1967, Nº 5.

29 Ob. 57-67, vol. 2, p. 174, conferencia: Qué debe ser un joven comunista.

30 ob. 57-67, vol. 2, p. 596, Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental.

31 ob. 57-67, vol. 1, p.64, Principios generales de la lucha guerrillera

32 ob. 56-1967, vol. 2, p. 384. El socialismo y el hombre en Cuba.