Oscar Laborde

 

Las elecciones en la República hermana de Bolivia son la confirmación de un proceso que comenzó en 2.005, y marca la decisión de su pueblo en profundizar el rumbo planteado por Evo Morales.

En estas elecciones, en donde el Presidente no era candidato, el Movimiento al Socialismo (MAS) obtuvo seis de las nueve gobernaciones en disputa, lo cual demuestra su fortaleza ya que las victorias anteriores, tenía que ver, en gran parte, con el cariño y el respaldo que en sus conciudadanos despertaba la figura de Evo.

Hace poco más de cincuenta años en Bolivia no podía votar aquél que provenía de los pueblos originarios, o sea más del 65% de su población; quienes, además, vivían en condiciones de esclavitud.

Hace una década el país tenía un Presidente que presumía de hablar mejor el inglés que el castellano; y ahora, esas culturas, esos idiomas, esas naciones que parecían sumergidas desde hacía más de 500 años, no sólo que tienen a uno de los suyos como la máxima autoridad de gobierno, sino que elección tras elección, van confirmando un camino de autonomía nacional y de una profunda voluntad política por la integración regional.

El triunfo de los candidatos del MAS fortalece el proceso de otros pueblos y a su vez, lo que en estos sucede, colabora y consolida la nueva realidad boliviana y el proceso popular en marcha.

La oposición, en tanto, continuó – a pesar de los resultados adversos- tratando de dividir al país entre la zona petrolera y agrícola oriental, de la zona andina.

Tuvieron que encontrarse los Presidentes de la recién constituida Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), para evitar que eso suceda, garantizando la democracia y la institucionalidad.

En estos años, Bolivia, no sólo reconquistó su dignidad reconociendo la diversidad de naciones que la componen, sino que existe una notable recuperación económica, una mejora sustancial en los parámetros sociales, con una disminución firme de la pobreza y la indigencia y en donde, fundamentalmente, se quebró la idea de que un “indio” no podía gobernar el país, como también se cayó la concepción de que un “obrero mulato” como Lula, no lo podría hacer en Brasil.

Debemos vivir el resultado electoral en Bolivia como propio, ya que este proceso de integración regional, con contenido popular, es nuestro destino común.

En la reunión del 4 de mayo de la UNASUR en Argentina, se reafirmará, aún más, esta decisión por la unidad, de compromiso y respaldo mutuo; que alejan los años donde nuestros gobernantes se desvivían por complacer al Imperio, que nunca dio nada a cambio, en vez de construir – como ahora – la Patria Grande Sudamericana.