Cineastas de Hollywood habrían colaborado en el montaje

 

Mundo.es

 

19-10-15.-¿Y si a Bin Laden no lo mataron como nos han dicho? ¿Y si estaba todo preparado? ¿Y si los paquistaníes sabían que los estadounidenses iban a llegar a Abbotabad, una ciudad de y para militares, a un caserón con muros de seis metros de alto culminados por una alambrada, situado en mitad de un barrio residencial y a cinco kilómetros de la Academia Militar del Ejército de ese país, con dos helicópteros cuyo ruido un informático iba a oír -y a tuitear- ‘urbi et orbe’?

Hace cinco meses, el veterano periodista de investigación Seymour Hersh -ganador, entre otros premios, del Periodista de EL MUNDO de 2004- publicó esa versión en un artículo de 10.000 palabras en la London Review of Books. Decir que le pusieron de vuelta y media es poco, aunque no es menos cierto que carácter ‘borde’ de Hersh ayudó. Los ataques más feroces vinieron de la prensa demócrata. La revista online Slate publicó una entrevista en la que Hersh quedaba como un idiota. La sesuda web Vox explicó la versión del Premio Pulitzer con subtítulos como ‘A Seymour Hersh se le va la cabeza’. Peter Bergen, en CNN, dijo que «Uno solo puede esperar que [la carrera de Hersh] no termine con una historia sobre el Gobierno de Obama y el ‘raid’ de Bin Laden que parezca que el Frank Underwood de ‘House of Cards’ haya forjado una alianza con la Carrie Mathison de ‘Homeland’ para producir una versión paquistaní del Watergate». El portavoz de Obama, Josh Earnest la calificó como «repleta de imprecisiones y de puras falsedades».
 

Ahora, The New York Times acaba de dedicar su revista del fin de semana a explicar que es posible que Hersh tuviera razón. Cita para ello a algunos de los periodistas más influyentes y respetados de EEUU. Entre ellos, el ganador de dos Pulitzer -uno de ellos por el libro Ghost Wars sobre, precisamente, la CIA y Bin Laden-, decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia y ex subdirector del Washington Post, Steve Coll, que cree que es correcta la versión de Hersh de que EEUU localizó a Bin Laden por un ‘chivatazo’ de un ex general paquistaní a cambio de 25 millones de dólares (22 millones de euros).

También presta su apoyo a Hersh Carlotta Gall, que fue corresponsal de The New York Times en Afganistán y Pakistán durante 12 años, y que fue la primera persona que destapó la tortura de EEUU en esos países, en un reportaje que dio pie al documental Taxi hacia el lado oscuro, que ganó el Oscar en 2008. Gall afirma en el artículo lo que ya dice en su libro The Wrong Enemy, publicado, precisamente, poco antes que el artículo de Hersh: que Pakistán estaba manteniendo a Bin laden en una especie de ‘arresto domiciliario’ en Abbotabad (una ciudad que, paradójicamente, fue fundada por un no musulmán: el mayor británico James Abbot, del que toma su nombre).

El ex agente de la CIA Robert Baer, en el que se basa el personaje de George Clooney en la aclamada película Syriana, no entra en detalles, pero da a entender que la versión del Gobierno de Obama es falsa.

El artículo del NY Times pulveriza, además, la credibilidad del periodista de la revista Vanity Fair Mark Bowden autor del best-seller Black Hawk Derribado en el que se basa el taquillazo de Hollywood del mismo nombre dirigido por Ridley Scott. En su libro The Finish, Bowden describe con todo lujo de detalles cuatro fotografías en las que se ve cómo el cadáver de Osama bin Laden es arrojado al mar desde uno de los ascensores para aviones del portaviones nuclear Carl Vinson:

«Un fotógrafo de la Armada registró el entierro a plena luz del sol, el lunes 2 de mayo por la mañana. Una foto muestra el cuerpo envuelto en un sudario blanco con pesos. La siguiente lo muestra yaciendo en diagonal en una rampa, con los pies fuera del barco. En la siguiente foto el cuerpo está golpeando el agua. En la siguiente es visible justo bajo la superficie, con ondas de agua extendiéndose hacia fuera por la superficie. En la última foto hay solo ondas circulares en la superficie. Los restos mortales de Osama bin Laden habían desaparecido para siempre».

La cuestión es que Bowden nunca vio esas fotos. Según Hersh, no existen. ¿Su respuesta cuando fue interrogado al respecto por el Washington Post? «Al escribir una historia es difícil atribuir todos los hechos [a las fuentes]».
Biden, Obama, Hillary Clinton, entre otros, siguen supuestamente la operación de Abbotabad en la Casa Blanca. P.S.

El artículo del NY Times va más lejos, e insiste en que el Gobierno de Obama convirtió el ‘raid’ de Abbotabad en una operación propagandística entre cuyos objetivos se encontraba defender la tortura. Y que Hollywood jugó un papel central en esa estrategia.

Así, cuando la senadora Dianne Fenstein, que entonces presidia el Comité de Inteligencia de esa cámara del Legislativo de EEUU fue al cine a ver la aclamada película Después de la Medianoche, sobre la muerte de Bin Laden, se levantó y su fue. «No podía soportarlo, porque es demasiado falsa», ha declarado Feinstein, la principal promotora del controvertido informe sobre las torturas de la CIA que fue publicado el año pasado, a The New York Times.

Lo que enervaba a Feinstein era la defensa de la tortura para obtener información que permitiera localizar a Bin Laden. En el informe del año pasado, el Comité de Inteligencia del Senado vuelve a afirmar que no hay ninguna prueba que demuestre que la tortura ha permitido avances en la lucha contra Al Qaeda u otros grupos. Y, sin embargo, la tortura juega un papel central en la película de la directora Kathryn Bigelow, que ha calificado a su filme como «la primera versión en sucio de la Historia» (una definición que está clavada de la que en 1963 dio del periodismo Philip Graham, el hombre que convirtió al Washington Post en la fuerza periodística que es hoy en día: «El primer borrador de la Historia»).

En realidad, la película ofrecía la versión de la Historia de CIA. Así lo demuestran una serie de documentos obtenidos mediante la Ley de Libertad de Información de EEUU (FOIA, según sus siglas en inglés) por el NY Times. La FOIA permite acceder a documentos internos del Estado, y éstos demuestran que «la CIA colaboró con entusiasmo con los cineastas, estableciendo para el guionista y el director reuniones con numerosos analistas y altos cargos que fueron identificados como partícipes en la ‘caza’ de Bin Laden».