El lenguaje y lo “histórico de la pastoral papal

 

 

 

El Papa dice mucho para hacer nada

 

La religión y la fe son cuestiones importantes del actuar humano. También del autosufrimiento y de la autoflagelación física y mental que ha sido transmitida durante milenios por la moral maniquea del catolicismo y de otras iglesias, a través de sus órdenes religiosas, sectas y “dimensiones”.

 

Hacer de este moralismo un sustituto de la razón, del conocimiento, de la ciencia, es pretender el entendimiento de la realidad y de sus contradicciones, a partir de meta-lenguajes como el de la retórica papal.

 

Ciertamente, el uso de un lenguaje “constatativo”, desde Pablo para adelante, por todas las iglesias católicas, en especial por los jesuitas, es el lenguaje donde todo aparece como verdadero o falso, pero sin sentido. Es el lenguaje de los llamados libros sagrados. Es el lenguaje que inutiliza el pensamiento y la acción.

 

Este lenguaje, es diferente del lenguaje “performativo” que porta un sentido y un significado, que no es ni cierto ni falso, pero mueve a la acción, a hacer algo. Implica el “contexto” en el que se sitúan emisor y receptor. Este es el lenguaje del juramento jesuita, de las máximas jesuitas, de los “ejercicios espirituales”, del Molinismo y el Probabilismo que nutren la moral teológica de los jesuitas. Es el lenguaje del jesuitismo-sionista y masónico. El lenguaje que se lee entre líneas. “Sólo para iniciados”.  

 

En sus recientes “visitas”, el Papa se la ha pasando diciendo cosas que los “creyentes” aceptan y asienten como ciertos. Incluso, los no tan creyentes y también muchos no creyentes. Pero decir algo, cierto o falso, no quiere decir hacer algo. El Papa dice pero no hace. Dice mucho pero no hace nada. Y no hará. El propósito de sus discursos y de sus homilías, no es para hacer, sino para inmovilizar. Un ejemplo claro está en lo dicho con relación a las víctimas de pedofilia por sacerdotes católicos: “Dios llora por ellos”.    

 

¿Cómo hacer de este lenguaje, algo “histórico”,  portador de significado y de sentido cuando sólo tiene enunciados verdaderos o falsos, que generalizan pero no identifican? Excepto, cuando al Papa le interesa que lo “constativo” se mezcle con lo “performativo” para enterar de su sentido a los iniciados. Por ejemplo, cuando en la homilía en Filadelfia, el primer bastión jesuita en EEUU, dijo: “La historia de la Iglesia (católica y jesuita) es una historia que no trata sólo de la construcción de muros, sino también de derribarlos”. No sólo está recordando que los jesuitas surgieron para derribar los muros de la Reforma, sino que está incitando a seguir haciéndolo de acuerdo con el “Plan para una América Católica”.    

 

Masificar la fe para inmovilizar

 

No hay pueblo católico. Hay individuos católicos. La Iglesia buscó siempre hacerlos “masa” para manipular la fe y hacerse poderosa. Buscó hacer de la moral individual que somete la propia vida a los criterios del bien y el mal, un moralismo que juzga, condena y castiga a quienes no se someten a la infalibilidad papal. No importa cuánto diga el Papa sobre “libertad” y “libre voluntad”. Esto nada tiene de conceptual, pero sí, mucho de moral. Nada de historia política, pero  sí del Concilio de Trento.

 

La Iglesia, a través de su máximo representante, el Papa, convierte en lenguaje la realidad para neutralizar su correcta interpretación y la posibilidad de su alteración. El lenguaje repetitivo y torpe que viene desde Pablo hasta Francisco, no promueve la libertad sino el miedo, el abatimiento, la desesperación, el desconsuelo. Sólo el Creador, con su infinita bondad, puede “librarnos”. Nada tenemos que hacer, sino encomendarnos a su voluntad.

 

Telesur: ¿Prensa reflexiva?

 

Impregnar los noticieros y los espacios informativos con la presencia del Papa Francisco, pretendiendo hacer de sus palabras un sustituto de la realidad y de sus contradicciones, implica convertir la noticia y la información en ejercicios igualmente “constativos” como los de la mitomanía jesuita.

 

Es convertir “el canal de América latina” en una caja de resonancia del fundamentalismo católico, del proselitismo jesuita y de la parafernalia papal. Es hacer subliminal el consumo masivo de un mensaje inmovilizador y retardatario por pueblos que recién empiezan a transitar por el camino de la participación y la toma de decisiones.

 

Es convertir la posibilidad de una prensa reflexiva y crítica en un propósito alienante. Es pretender hacer de la fe, estupidez. Es evadir la responsabilidad de contribuir a generar conciencia y opinión por el facilismo de darle al pueblo lo que se cree que le es inmanente. Es trastocar información por alienación. Es invertir el sentido y proyección de la historia. Es confundir moral teológica con Filosofía, Ética con moral, Política con manipulación.

 

Si esto no lo tienen claro quienes trabajan en Telesur su contribución al cambio de mentalidad para impulsar y asegurar las transformaciones sociales que se han iniciado en algunos de nuestros países, acarreará consecuencias no deseables.

 

La prensa reflexiva no puede “acomodarse” al supuesto catolicismo del pueblo. Esto significa adherirse al método de la “acomodación” del que se sirvieron y se sirven los jesuitas para perpetuar el servilismo a través de sus misiones.

 

Para quienes aún creemos en Telesur como un medio al servicio de la vida, resulta paradójico verlo como un aparato que se congratula con el terrorismo jesuítico-sionista y la destrucción del planeta que personifica el Papa.

 

Nadie menos indicado que el actual, o cualquiera de sus antecesores, para hablar de la vida, de la paz, del medio ambiente. La historia no se puede negar simplemente porque le tocó el turno de burlar la fe a un Papa argentino.

 

Los jesuitas que dominan el Vaticano desde 1540, en que fueron instituidos para defender la Iglesia y destruir la Reforma, son una continuidad histórica. Ni persecuciones, disoluciones o expulsiones mellaron el “temple” con que el soldado Iñigo López de Loyola (santificado como San Ignacio de Loyola),  fundó su “ejército” para concretar el “Nuevo Orden Mundial”. Tampoco sus simbiosis merovingias, sionistas, iluministas, masónicas, rosacrucianas, obnubilaron, en algún momento, su “obediencia absoluta al Papa”.

 

Defender el cristianismo católico de las ideas del Protestantismo y de la expansión de los árabes ha sido y sigue siendo la impronta de los jesuitas mantenida hasta hoy.

 

Este nuevo peregrinaje responde a objetivos precisos: consolidar el “ecumenismo” en América; el imperio de la ONU y de sus instituciones financieras (FMI, BM) por encima del Bloqueo a Cuba y de Guantánamo; el dominio jesuítico-sionista de las instituciones básicas de la sociedad (familia, escuela, empresa privada, partidos, congreso, ONGs, prensa, poder judicial, universidad).

 

Nadie podría decir que esto no es noticia. Lo que no se puede hacer es convertir los espacios noticiosos en lugar y ocasión para sesgar los hechos, distorsionar la realidad, divertir la atención, apologizar. Esto es propio de los medios decadentes tanto escritos, como televisivos y de internet. Por sus masivas coberturas, estos últimos se han convertido en los principales aliados de cuanta ideología alienante y cultura basura existe en la economía, la política, la sociedad. Cada día se suman cientos de medios de estas clases o incrementan sus grados de sofisticación.  

 

Telesur y lo “histórico” de las visitas papales

 

Telesur es América del Sur. Este habría sido el sentido de su creación por el Presidente Chávez. Pero, América del Sur no es el Vaticano. Tal vez haya alguien que no lo sepa. Más aún: América latina, su pobreza, su ignorancia, sus desigualdades, su desidentidad, es hechura y obra de la colonización católica y jesuita. Tal vez algunos prefieran, llamarla “obra evangelizadora”, o civilizatoria, o “pastoral”. Nada cambia su esencia.

 

La iglesia católica primero, y después, junto a la protestante y evangélica (en sus diferentes “denominaciones”), truncó el desarrollo social de nuestra identidad con el genocidio más atroz de la historia de la humanidad (más de 12 millones de indios) y la destrucción de una cultura y religiosidad superiores.

 

Esto es lo  único de “histórico” que tiene la presencia de la Iglesia, los católicos, los jesuitas en América latina. Nadie debe olvidar lo que significaron las “reducciones” jesuitas en Paraguay, Brasil y Argentina que concretó el jesuita peruano Ruiz de Montoya; ni las existentes en el resto de América latina y el Caribe y más allá: en Europa, en Japón, en China, en África. No se puede pretender ignorar lo que son los sistemas e instituciones educativas de América latina y del mundo controladas por los jesuitas y la Iglesia católica en general; el manejo y la influencia en la prensa escrita y la televisión; en los poderes del Estado; los Ejércitos.

 

Con seguridad, nada de esto se distingue de lo que los jesuitas han logrado en Estados Unidos. A no ser por una diferencia: Aquí todo empezó con la infiltración de “peregrinos”. En América latina: ahorcando, quemando, despedazando, sepultando vivos a millones de hombres, mujeres y niños en las minas y en los obrajes.

 

Un medio de prensa orientado a facilitar los insumos que hagan de nuestra gente sujetos pensantes y reflexivos, analíticos y críticos para la acción, no puede pretender que el lugar de nacimiento del Papa actual invalide o niegue la historia de abuso e intolerancia de la Iglesia católica y sus diferentes órdenes. Especialmente la jesuita que hoy hegemoniza por sobre las demás. Y no es sólo historia pasada. Es historia de ayer, de hoy y de todos los tiempos y días. Tal vez valga recordar, en este sentido, Chile y el “golpe” contra el presidente Allende; Argentina y sus dictaduras; Nicaragua y los “contras” rebautizados por Juan Pablo II como luchadores por la democracia y la libertad; El Salvador. Y un poco más lejos: Palestina y el reconocimiento de los invasores sionistas como “Estado de Israel”.

 

A donde llegaron la Iglesia católica y los jesuitas lo hicieron siempre para acabar con los pueblos y las culturas originarias; los protestantes; los herejes. Utilizando cualquier medio. Hoy pueden ufanarse del éxito. Francisco lo ha evidenciado al visitar cada uno de los enclaves desde donde el poder de los jesuitas se extendió a todo EEUU, al resto de América y al mundo. Incluyendo, claro está, la ONU, nacida del maridaje entre jesuitas, masones y sionistas. También esto es “histórico”.

 

Por eso, ponderar la visita del Papa, esta vez a Cuba y EEUU, como anteriormente a Ecuador, Bolivia y Paraguay utilizando los espacios noticiosos y atentando contra la estructura y tiempos que estos deben mantener es, no sólo irrespetuoso con la teleaudiencia, sino pernicioso para el incremento del limitado capital cultural de grandes mayorías. Es una evidencia más, de lo poco que ha avanzado Telesur en su norte.

 

Noticia e información: CNN, La Voz del Vaticano y Telesur

 

La noticia no puede confundirse con la información. La primera entera. La segunda informa. La noticia sirve para enterarse del acontecer diario de los hechos y de las personas públicas y privadas.

 

Informarse supone hacerse de elementos de juicio que permitan comprender, reflexionar, criticar, sacar conclusiones, actuar. Si un espacio noticioso se convierte en un espacio para informar, lo que se hace es direccionar la opinión, el parecer, la creencia, el sentir, el pensar. Eso hace CNN, permanentemente en sus espacios noticiosos. Y lo reafirma en los informativos con sus entrevistas, sus análisis, sus comentarios. Esto mismo hacen, en cuarenta idiomas, las cinco redes radiofónicas de onda corta, media y frecuencia modulada de la Voz del Vaticano; sus dos satélites Intelsat y sus sitios de internet.

 

Con relación al peregrinaje papal Telesur hizo lo mismo. No me atrevo a pensar en una “mano negra”, ni en algo parecido. Tal vez, es desinformación. Lo que es grave. Porque si hay algo “histórico” que un periodista no puede ignorar es la historia de los jesuitas, que es poco menos que la historia de la Iglesia católica, del Papado y de su más alta jerarquía.

 

No se informa cuando los espacios dedicados al análisis y la reflexión se convierten en intercambios apologéticos y monocordes sobre la Iglesia y el Papa actual. En espacios donde se dan cita los adláteres, los oportunistas, los advenedizos y los sobones de todo pelaje, junto a periodistas mediocres.

 

Atribuir aire de renovación a la moral jesuita del Papa actual haciendo de su lenguaje realidad, es válido para canales creados y financiados por los intereses corporativos del sionismo euro-estadounidense-israelí. De ningún modo para un canal nacido para generar una conciencia ética de rechazo y superación de cualquier tipo de impostura. La esencia de un medio alternativo a los mass-media moralistas de la religiosidad capitalista, radica en su carácter anticlerical y de respeto a la fe. Ésta, es una forma del pensar humano para enfrentar su angustia frente a la muerte. En modo alguno, frente a la vida.