Damián Andrés Bil y Emiliano Andrés Mussi
Revista de Economía Crítica

 

Resumen

El relato oficial sostiene que desde 2003 la Argentina se encaminó hacia un nuevo modelo productivo, dejando atrás el legado del neoliberalismo de la última dictadura militar y de los ’90. En ese sentido, el «nuevo modelo» productivo sería una reedición de la sustitución de importaciones de la etapa 1950-1976. Esta creencia se asienta sobre ciertos indicadores que mostraron una tendencia alcista: la inversión, el crecimiento de la participación de la industria en el PBI y la recuperación de sectores como el automotriz y la maquinaria agrícola entre otros, parecerían avalar esta postura. No obstante, un análisis más detallado nos muestra los límites. La incorporación de la competencia mundial evidencia que la economía argentina se vuelve cada vez más marginal, y que su estructura de comercio exterior no se modificó. Ello es así porque sigue funcionando como hace más de cien años. Es decir, la acumulación de capital en el país se basa en la actividad agraria y en la renta diferencial de la tierra. La industria reproduce sus límites históricos: para sobrevivir, precisa constantes transferencias de riqueza (en forma de subsidios, protección, exenciones fiscales y otras), dada la reducida competitividad de casi todas sus ramas en términos internacionales. En este artículo, buscamos ponderar estos elementos y discutir la idea de la conformación de un «nuevo modelo económico» durante la última década.

Introducción

Según el oficialismo, en los últimos diez años la Argentina se insertó en un nuevo paradigma productivo. Por la intervención del estado con políticas o de forma directa en sectores claves (petróleo); y por la recuperación del mercado interno, se estaría reeditando la gloria de la etapa de la sustitución de importaciones (ISI) entre 1950 y 1976 [1]; abandonando el legado neoliberal identificado con la última dictadura (1976-1983) y la década del ’90.

Los que defienden esta idea se centran en la recuperación de la intervención estatal [2]. De la desindustrialización y el auge de las finanzas, se pasó a una situación donde las políticas públicas habrían sido fundamentales para el resurgimiento de la industria. El «modelo» estaría signado por el predominio del ahorro interno y la producción con dosis de inversión extranjera, evitando el retorno a la valorización financiera de mediados de los ’70 [3].

Los cambios se sustentarían en el manejo de la política económica de forma distinta. Wylde señala que el establecimiento de un tipo de cambio competitivo fomentó las exportaciones industriales [4]. Aunque persisten problemas, se estaría generando un panorama favorable al desarrollo de la industria.

Un segundo elemento que se destaca es el bloque de clases que accede al control del estado. Algunos sugieren que los que integraban la alianza neoliberal perdieron la hegemonía en la capacidad de determinar las políticas públicas. Luego de 2001 se reforzaría la influencia de sectores vinculados al mercado interno, que lograron reencauzar la política hacia el fomento de la industria [5].

Otro punto es el supuesto ciclo de desendeudamiento, que generaría la independencia frente a los organismos internacionales. Los puntos «negativos», como la reaparición de la inflación, se minimizan explicándolos como una consecuencia deseable, porque se correspondería con los ciclos previos de crecimiento en el país y permitiría incentivar la «puja redistributiva» [6].

Incluso los exponentes de la corriente liberal asumen como un hecho el cambio de modelo, aunque con críticas. Investigadores nucleados en la Fundación Mediterránea asumen que hay un nuevo modelo aunque no bien definido, que no pudo revertir los problemas de competitividad por el alza de los costos a raíz de la inflación, el alza salarial y la presión fiscal [7].

Todos se basan en el papel del Estado. El cambio en su intervención en relación a los ’90 estaría dando cuenta de un nuevo modelo, tanto para los defensores como para sus críticos.

No obstante, estas perspectivas tienen problemas para dar cuenta de las determinaciones de la economía argentina durante la última década. En primer lugar, escinden al estado de la acumulación de capital. Consideran la intervención solo como un aspecto «político», con la capacidad de revertir (o profundizar) a voluntad las condiciones económicas en un espacio determinado. Por eso, tienden a dividir las etapas económicas según la presencia de tal o cual alianza o bloque político dominante, sin profundizar en las condiciones concretas de acumulación. La capacidad del Estado depende de la acumulación en su propio espacio; o sea, de la magnitud de los capitales que lo sostienen. Los ciclos económicos no se relacionan tanto con el grado de intervención en abstracto, sino con los flujos de riqueza que permiten al Estado argentino intervenir. Es decir con los ciclos de la renta diferencial de la tierra y, en los últimos años, con el endeudamiento externo y la baja del salario. Cuando existe disponibilidad de riqueza por altos precios de las materias primas, como durante la última década, el estado puede transferir recursos a la industria local ineficiente. Cuando se contrae el flujo, se producen la crisis y las políticas de ajuste.

Con este sesgo, no pueden dar cuenta de la naturaleza del Estado argentino. No existieron nunca etapas con un rol estatal contrapuesto: la historia moderna argentina es la de la intervención estatal para sostener la acumulación, bajo todos los gobiernos. De eso depende la subsistencia del capital en el país. Sin compensaciones para apuntalar su menor competitividad, la mayor parte de la producción quebraría. La idea de que en ciertas etapas triunfaron los intereses «neoliberales» y en otras los «desarrollistas» o «populares» pierde sustento. Tanto bajo la dictadura, como con Menem en los ’90 y con los Kirchner durante la última década, el estado argentino intervino; sobrevaluando la moneda, subsidiando la energía, facilitando crédito barato u otorgando protección arancelaria a la industria.

En segunda instancia, está ausente de los análisis el mercado mundial. No puede entenderse la evolución de la economía argentina sin comprender su lugar en la competencia. Ponderar este elemento permitiría vislumbrar si existe una nueva inserción a nivel mundial o si no se produjo ningún cambio.

Para determinar si existe un «nuevo modelo» productivo, es indispensable analizar sobre qué se sustenta esa trayectoria. Ver cómo se reproduce la estructura económica: si es bajo la forma en que lo hizo siempre (mediante transferencias mediadas por el estado) o si existe algo nuevo, lo que puede estudiarse a partir del devenir de la matriz exportadora. Es preciso analizar si las diferencias de productividad, de escala y de costos tienden a reducirse, o si tienden a mantenerse en el tiempo y por ende a incrementar la necesidad de compensaciones a la industria.

Proponemos avanzar en el estudio de estos elementos, con el objetivo de brindar una visión de conjunto de las condiciones de acumulación durante la última década. Como hipótesis, sostenemos que el carácter del desarrollo industrial bajo el kirchnerismo se limitó al mercado interno, sin lograr inserción exportadora. En ese sentido, mantuvo su bajo nivel de competitividad. Estos elementos ponen en duda la existencia de un nuevo modelo productivo.

Antes de dar paso al desarrollo, vale aclarar una cuestión metodológica. En este trabajo, nos referimos a industria como sinónimo de producción fabril no agraria. Por lo general, se considera la actividad agraria como contrapuesta a la manufactura. «Industria» es asumido como producción en establecimientos urbanos de tipo fabril, descartándose la producción primaria (asimilada, para períodos anteriores, con el «atraso»). El concepto de industria está relacionado no a la actividad formal, sino a las condiciones del proceso de producción. Es decir, a la forma de producción de plusvalía, al grado de objetivación del proceso de trabajo.10 Por eso, la agricultura argentina es tan o más industrial que la de automóviles. Tener en cuenta este fenómeno nos permitirá comprender mejor la dinámica de la última década en la Argentina.

Notas

[1] Una crítica a la periodización en modelos en la historia económica argentina en Bil et. al. (2010).

[2] CEMOP (2013).

[3] Varesi (2012).

[4] Wylde (2012).

[5] Ver Colombo (2011), Novick (2012) y Schorr (2012). También desde el CEMOP de Madres de Plaza de Mayo distintos estudios remarcan los factores que estarían dando cuenta de una nueva economía.

[6] Ver Zaiat (2013) y Rapoport (2013).

[7] AA.VV. (2012).

Texto completo «La reproducción de los límites de la industria argentina (2003-2012) en perspectiva histórica» [Descargar].

 

Damián Andrés Bil y Emiliano Andrés Mussi, CEUR – CONICET / Docente del Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. IIGG-CONICET.