A continuación, unas primeras reflexiones de Atilio Borón sobre la muy reñida elección del Jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires y en la cual el candidato del oficialismo, Horacio Rodríguez Larreta (PRO) obtuvo el 51.6 % de los votos, contra el 48.4 % de Martín Lousteau, en representación del ECO.
Uno, ayer se puso nuevamente en evidencia el reiterado fracaso de las consultoras y encuestadoras, que volvieron a errar escandalosamente en sus pronósticos e inclusive en sus sondeos a “boca de urna”. Se confirma que, salvo algunas ocasionales excepciones, los informes de estas empresas son instrumentos concebidos para realizar operaciones para manipular e inducir a la opinión pública a favor de un candidato y no estudios científicos sobre la realidad política.
Segundo, el resultado es un merecido castigo a la mala gestión del gobierno de la ciudad, que pese a haber contado con un presupuesto multimillonario –medido en dólares- no supo, en ocho años, resolver graves déficits en materia educacional, hospitalaria, vivienda, tránsito, transporte, basura y seguridad. El enorme gasto en publicidad oficial del gobierno porteño no fue suficiente para ocultar estas deficiencias fuertemente sentidas por la población. Por otro lado, no es un dato menor que algo más de la mitad de la ciudadanía siga favoreciendo al PRO, lo cual habla de la consolidación de un núcleo duro conservador dispuesto a votar por derecha de todos modos, más allá de las limitaciones tanto de la gestión como del candidato.
Tercero, pese a la intensa propaganda de su campaña, el oficialismo no pudo construir una imagen atractiva para el electorado de su candidato, al contrario de lo sucedido con el perdedor, Martín Lousteau, quien con su estilo decontracté, su discurso “progresista decafeinado” y sus documentadas críticas a la gestión de Mauricio Macri supo capitalizar la insatisfacción que prevalece en un amplio sector de la ciudadanía porteña en relación al gobierno de la ciudad y, además, convertirse en una inesperada (e inverosímil) “opción” frente al macrismo.
Cuarto, a pesar de las múltiples denuncias del candidato a jefe de gobierno del Frente para la Victoria en la primera vuelta electoral, Mariano Recalde, en el sentido de que tanto Larreta como Lousteau eran lo mismo, el grueso de la votación obtenida por el FPV el 5 de Julio se volcó hacia este último en el balotaje. Pero sería un error pensar que la masiva votación obtenida por el candidato del ECO constituye una base electoral permanente. Una parte significativa de la misma obedeció a una decisión táctica motivada por la intención de infringir una derrota al partido y al candidato de Mauricio Macri, y así debilitar su posicionamiento con vistas a las decisivas elecciones primarias que tendrán lugar el próximo 9 de Agosto.
Quinto, por más que se trate de presentar a Lousteau como una alternativa progresista lo cierto es que en la batalla presidencial que se aproxima jugará en el espacio del macrismo. No debería olvidarse que ninguno de los tres candidatos con mayores chances de competir en la elección presidencial puede considerarse como “progresista”, por más laxa y vaga que sea esta definición política, pues tanto Scioli como Macri y Massa representan variantes del pensamiento conservador y nada más. Esto es así a pesar de la “sciolimanía” súbitamente cultivada por algunos exponentes del kirchnerismo que intentan convertir, en un infructuoso alarde de alquimia política, al muy moderado gobernador de la provincia de Buenos Aires en una suerte de Salvador Allende o Rafael Correa argentino.
Sexto, sería un error pensar que el pobre desempeño del macrismo en la elección de ayer en Buenos Aires saca de la carrera presidencial a Macri. Este ha crecido impulsado menos por méritos propios que por obra de tres factores: a) la insatisfacción generada por la gestión del gobierno nacional en algunas áreas; b) los errores de campaña del kirchnerismo, al presentar una fórmula presidencial “100 por ciento K”, al menos en apariencia, y carente de capacidad para captar votos independientes; y c) la virulencia mediática en contra de la presidenta. Esta conserva todavía algún margen de maniobra para cambiar lo primero, menos para enmendar los errores ya cometidos en el armado de la fórmula presidencial y ninguno para contener el terrorismo mediático de una derecha que quiere tomar el poder por asalto, apelando a cualquier recurso y gobernar sin intermediarios. En este escenario la estrategia de Macri es impedir un triunfo en la primera vuelta de Scioli y forzar un balotaje en donde espera se potencie el peso de los tres factores arriba mencionados. Habrá que estar muy alertas.