Jennifer Pedrique (*)
Las distintas formas de racionalizar el pensamiento, para la comprensión social de la mente humana, nos ha llevado a diferentes espacios que han permitido una idea inventiva en las diferentes etapas de la historia, pero ¿desde donde hemos pensado? Hemos pensado y nos hemos hegemonizado desde la idea de ciencia y tecnología, pero también desde una ideología heredada de acumulación (de conocimiento, capital, petróleo…) y desde esta perspectiva tomamos como único y verdadero la fuente de soluciones que nos brindan estos mecanismos; lo cual ha permeado con su institucionalidad las estructuras de poder y los imaginarios que se van recreando dentro del ámbito social.
En este sentido es preciso puntualizar y direccionarnos de alguna manera hacia la crítica de las pretensiones que se tienen en torno a la privatización del conocimiento, y que tiene puntos fijos en el mercantilismo fijado por el capitalismo, en donde el conocimiento es únicamente utilizado para su mercantilización en un ciclo lineal de producción del mismo; ¿por qué privatizar el conocimiento? Cuando se limita el acceso al conocimiento a través de mecanismos como la creación de la propiedad intelectual y su pretensión universalizante característica de la ciencia, se crea un monopolio (mercantilización) para la autorización controlada del conocimiento y para la creación de una estructura de poder que controle las ganancias adquiridas por la creación de cualquier conocimiento.
Pero ¿Qué entendemos por conocimiento? Desde sus inicios se expreso a través de los libros, o por lo menos fue lo que se legitimaba, porque cabe preguntarse ¿no fueron los murales o cuevas antiguas una expresión de conocimiento? Entre estas las cuevas de Chauvet considerado el hallazgo más antiguo del arte. Pero a diferencia del arte, el conocimeitno encontró auge dentro de la competencia, es decir, la publicación no era precisamente para que el publico tuviera discernimiento sobre esa obra, sino para que toda esa sociedad del conocimiento supiera que sobre “tal tema” ya todo se había escrito, por lo cual se convirtió en la búsqueda del reconocimiento a través del citado, que se representan en revistas científicas, capítulos, referencias, etc.
Más que soluciones pareciera que salieran más preguntas sobre el tema, ¿A quién le pertenece esa propiedad intelectual? Comienza desde la élite generadora legítimamente de este conocimiento que pacta con la industria que reproduce legítimamente. En esta dimensión de la privatización del conocimiento a través de estos mecanismos de pacto, tomaremos el ejemplo de las revistas científicas, las cuales están ancladas con sistemas organizativos prácticamente estructurales, donde solo se permite un conocimiento, que solo conlleva un interés particular de la institución y no del colectivo o de los intereses sociales; esta situación ha traído una enorme coerción de las investigaciones en búsqueda de la idea de reconocimiento, porque aunque fuiste financiado por tu nación, tu “conocimiento” pasa a manos de la revista, que aparte, para leer el contenido tienes que estar subscrito e irónicamente saber leer inglés, ya que el conocimiento tecnológico es de idioma inglés.
Una de las principales críticas a las cuales se hace referencia es como esa propiedad intelectual ha venido avasallando a cualquiera que piense distinto, ya que su interés principal es expandirse en un sistema donde el conocimiento sea una subscrición que debe ser pagada (mensual, semanal, anual, etc) y ha logrado dentro de la lógica capitalista y racional del pensamiento, abarcar un mercado que le permite posicionarse como única opción para el reconocimiento de esa creación. De esta manera lo social se ha tecnificado, y todo se vacía en una racionalidad técnica y de ahí que la sociedad se vuelva totalitaria en un disfraz de democracia ¿Qué hemos decidido realmente? Estamos en una estado de dominación visible, pero intocable.
En conclusión todo proceso de creación tiene una concepción de propiedad que va contextualizada en una idealización mercantilizada, lo que recrea un imaginario social poco critico, donde las masas solo se integran a una sociedad consumista con imperativos técnicos, que conducen a una destrucción del planeta, que se está cohesionando y proyectando en los medios de comunicación, por eso es importante tener en mente preguntas tales como: ¿Cuáles son los modelos que necesitamos para nuestros intereses?
Porque parece ser que necesitamos debatir sobre la multiplicidad de conocimientos que no se muestran en estas instituciones, y que han negado a través de la privatización el acceso no solo a lo científico, sino también a la creación de otras instancias, como lo son la literatura indígena.
(*) Jennifer Pedrique es estudiante de sociología de la UCV.