Eduardo Piñate R.
Esta semana, el viernes 10 y el sábado 11 de abril, se realizará en Ciudad de Panamá, Panamá, la VII Cumbre de las Américas, un espacio que tradicionalmente fue funcional a los intereses de los Estados Unidos de Norteamérica y a su aliado principal en este continente, Canadá.
No obstante, en la medida que la correlación de fuerzas en nuestro continente ha cambiado a favor de los pueblos, los intereses de esas potencias del mundo capitalista han tenido más dificultades para imponerse, tal como aconteció en la IV Cumbre realizada en Mar del Plata donde fue enterrada la propuesta del ALCA con el protagonismo principal del Comandante Supremo Hugo Chávez, de Néstor Kirchner y de Lula Da Silva; quienes lideraron una corriente de pueblos y gobiernos que derrotó a la alianza reaccionaria de los gobiernos de EEUU, Canadá, Méjico y Colombia.
Durante la V Cumbre, realizada en Puerto España, Trinidad y Tobago, el gobierno de Barack Obama quien se inauguraba como presidente, no pasó de las declaraciones retóricas sobre una nueva era de prosperidad y democracia, pero sin ninguna posibilidad de realización debido a la continuidad que la administración de Obama le dio a la política tradicional de los gobiernos estadounidense y a la línea guerrerista que impulsaron desde el año 2001 con la tesis de la guerra preventiva, además de la crisis económica que ya afectaba a los EEUU. De paso, en esa ocasión la administración estadounidense subestimó la creciente influencia de los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), conformada en aquel momento por Venezuela, Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas, Dominica y Antigua y Barbuda; como una corriente nueva de integración, unión y solidaridad continental. Influencia que no ha hecho sino crecer en estos años.
En la VI Cumbre, realizada en abril de 2012, en Cartagena, Colombia, una vez más los países de América Latina y el Caribe, en particular los de la ALBA-TCP, alzaron su voz de protesta rechazando la injustificada e insostenible exclusión de Cuba de esas Cumbres y demandando su incorporación.
Esta VII Cumbre de las Américas está marcada por dos acontecimientos políticos que gravitarán en todo su desarrollo, tanto en la Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno, como en la «Cumbre de los Pueblos», que paralelamente reunirá organizaciones populares de toda Nuestra América. El primero de ellos es la materialización de la incorporación de Cuba a este foro regional y el segundo, es la compleja situación política derivada del Decreto Ejecutivo emitido por el presidente de los EEUU, Barack Obama, contra la República Bolivariana de Venezuela.
La presencia de Cuba por primera vez desde que fue excluida de la OEA en 1962, representa una derrota del bloqueo al que fue sometida esta nación por los EEUU y sus aliados y una victoria de la nueva conciencia antiimperialista de los pueblos de nuestro continente y del mundo que junto a gobiernos progresistas y revolucionarios reclamaron su incorporación plena al concierto de nuestras naciones. Nuestro continente, casi en pleno, demandó la presencia de Cuba en esta VII Cumbre o no asistirían con sus presidentes y primeros ministros, de manera que EEUU se enfrentaba a la posibilidad cierta de una derrota. Eso condujo a Obama a dar un paso audaz en diciembre del año pasado al reconocer el fracaso de más de 50 años de bloqueo contra Cuba, y aunque lo esencial del bloqueo no ha sido levantado, sirvió para comenzar un proceso de «normalización» de las relaciones diplomáticas entre ambos países (recuérdese que ninguno de ellos tiene embajadas en el otro país, sino «Oficina de Intereses») con el nombramiento de embajadores. Además, ese paso de Obama permitió la invitación a Cuba a esta VII Cumbre de las Américas y así no se quedó solo en Panamá, lo cual hubiese significado una derrota desde el inicio para la política yanqui hacia nuestro continente.
Por su parte, el decreto ejecutivo con el cual pretende amenazarnos y amedrentarnos el presidente Obama, tuvo repercusiones más allá del cálculo inicial de sus autores. Veamos: Obama y la élite dominante de los EEUU calcularon que el gobierno revolucionario del presidente Nicolás Maduro y el pueblo chavista respondería a la afrenta con algunas declaraciones y movilizaciones, pero se equivocaron en la profundidad, continuidad, permanencia y compromiso revolucionario de la movilización de la inmensa mayoría de nuestro pueblo. Subestimaron la capacidad de Maduro y la dirección de la revolución para entender el peligro que encierra el decreto de Obama y convocar a la unidad nacional patriótica contra el imperialismo, con lo cual todo nuestro pueblo –chavistas y opositores- nos convertimos en un muro infranqueable de dignidad para responder a la agresión con movilización, patriotismo y combatividad. Los 10 millones de firmas antiimperialistas y patrióticas que se van recogiendo desde que el presidente obrero Nicolás Maduro propuso la iniciativa, son apenas una muestra de lo que decimos.
También se equivocaron Barack Hussein Obama y la camarilla burguesa y fascista que gobierna los Estados Unidos de Norteamérica al medir la reacción internacional. Un objetivo de la política estadounidense hacia Venezuela desde que la Revolución Bolivariana está en el poder ha sido aislarnos del resto del mundo y especialmente en nuestra región. Eso no lo han logrado nunca, todo lo contrario, la política exterior y las realizaciones democráticas y de justicia social de la revolución han concitado el apoyo y la solidaridad de todas partes del mundo desde que el Comandante Supremo Hugo Chávez estaba físicamente al frente del gobierno. Eso no ha cambiado con el presidente obrero Nicolás Maduro. Los yanquis también subestimaron al presidente y a la dirección de la revolución en el plano internacional y esa subestimación les costó que se quedaron solos con su decreto en todo el mundo (apenas algunos gobiernos de la vieja y ya no tan culta Europa y la ultraderecha fascista los apoyan), y la Venezuela Bolivariana se encuentra fortalecida hoy con una creciente corriente de solidaridad de los pueblos del mundo expresada en pronunciamientos, movilizaciones, actos diversos y firmas; de gobiernos, organismos internacionales, partidos políticos, organizaciones sociales y personalidades de todo el planeta que repudian la prepotencia imperial.
Distintos voceros del gobierno de los EEUU han mostrado su decepción por estos resultados de su agresión contra la patria de Bolívar y Chávez y han dicho que en la VII Cumbre de las Américas el problema de Venezuela no será protagonista. Vano intento de recoger las palabras que están escritas en un decreto de un imperio decadente y firmadas por un presidente que se creyó emperador del mundo. Pese a que tratarán de minimizar el impacto político de la presencia de Cuba y de la fortaleza de Venezuela y los países de la ALBA-TCP en esta nueva correlación de fuerzas regionales, no lo podrán hacer, allí estarán un grupo muy importante de presidentes y primeros ministros representantes de pueblos dignos y una «Cumbre de los Pueblos» demandando –respaldados con más de 10 millones de firmas- a una sola voz: OBAMA DEROGA EL DECRETO YA!!!
Caracas, 5 de abril de 2015