La generalidad de las personas de esta generación piensa que la campaña de terror contra el comunismo se originó durante los años de la Guerra Fría, es decir, desde aproximadamente el año 1950.

Pues bien, esa campaña de terror fue recurrente durante los tres últimos lustros de la gestión dictatorial de Juan Vicente Gómez, quien hizo del anticomunismo su signo más emblemático. Todos quienes mostraron simpatías por los escritos de Carlos Marx, Federico Engels y Vladimir Ilich Lenin, fueron acusados, perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados y/o repatriados, entre ellos políticos, sindicalistas e intelectuales como Salvador de La Plaza, Gustavo y Eduardo Machado, Rodolfo Quintero, Rómulo Betancourt, Juan Bautista Fuenmayor, Pío Tamayo, Valmore Rodríguez, Max y Pantaleón García, Manuel Taborda, Jesús Faría, entre muchos otros. Ello impidió el normal desenvolvimiento de los comunistas y de quienes eran calificados como tales en la vida política del país. Tras la muerte de J. V. Gómez en diciembre de 1935 se inició un proceso que se conoció en Venezuela como la «transición democrática» al emerger Eleazar López Contreras como presidente en febrero de 1936, quien permitió la formación de partidos políticos. Sin embargo, la campaña de terror contra la doctrina comunista había calado tanto en la dirigencia política venezolana, que la reforma de la Constitución en 1936 estableció en su artículo 32, inciso VI: «Se consideran contrarios a la independencia, a la forma política y a la paz social de la nación, las doctrinas comunistas y anarquistas; y los que las proclamen, propaguen o practiquen, serán considerados como traidores a la patria y castigados conforme a la ley» (subrayado mío).

Ese mismo año, 1936, comenzaron a regresar al país los exiliados, estableciéndose muchos de ellos en nuestra ciudad de Maracaibo para intentar la creación de sindicatos obreros en el sector petrolero, muy combativo sobre todo en la Costa Oriental del Lago: Mene Grande, San Lorenzo, Bachaquero, Lagunillas, Cabimas. Así nacieron los sindicatos petroleros, y simultáneamente en el oriente del país: El Tigre, Caripito, Jusepín, Oficina, Punta de Mata, Anaco…

Durante la presidencia del General Isaías Medina Angarita (1941 – 1945), la actividad política de los comunistas en Venezuela se hizo más laxa, enervando los ánimos de la oposición, sobre todo de los líderes de Acción Democrática, lo que se radicalizó durante el trienio adeco – militarista de octubre 1945 – febrero 1945. El advenimiento de la Junta Militar de Gobierno en noviembre de 1948 y de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 2 de diciembre de 1952 hizo aún más difícil el transitar político de los comunistas y sus afines, hasta el punto de que, desde 1948, fueron, acusados, perseguidos, encarcelados, torturados, asesinados y/o repatriados.

La gesta heroica de los comunistas venezolanos durante los años que se conocieron como la resistencia clandestina, al lado de muchos héroes acciondemocratistas en el período perzjimenista, llevó a pensar, a la caída de la dictadura el 23 de enero de 1958, que serían reivindicados con el advenimiento de un nuevo período democrático luego del breve lapso de nueve meses de Rómulo Gallegos entre febrero y noviembre de 1948 y reconocidos en la Venezuela democrática.

Sin embargo, no tan solo los comunistas fueron execrados. Veamos lo que sucedió a lo interior de AD. Desde el inicio mismo de la presidencia de Rómulo Betancourt, fue insistente y terca la acusación de comunistas y procomunistas lanzada contra un amplio sector de la juventud y otros sectores acciondemocratistas. La campaña que se pretendió infamante, tuvo el propósito de sofocar las discrepancias internas, invalidar planteamientos legítimos, ocultar la renuncia a principios anteriormente sustentados y esconder la claudicación frente a los reclamos imperiosos de la historia, cambiantes e inexorables.

La ola del anticomunismo profesional, esgrimido también ahora en estos años bolivarianos por los sectores de todo género de la oposición venezolana, pretende calificar de comunista a toda obra capaz de afectar los intereses de los grandes monopolios y de modificar las petrificadas estructuras económicas de nuestros maniatados países de América Latina y el Caribe, hoy llevado a su máxima expresión por el Decreto Injerencista de Obama del 9 de marzo de 2015, acusando a Venezuela de ser una grave amenaza para la seguridad de EE.UU.

Esas manifestaciones de nacionalismo redentor estuvo liderada por, entre muchos otros: Domingo Alberto Rangel, Simón Sáez Mérida, Lino Martínez, Rómulo Henríquez h., del CEN, Gumersindo Rodríguez, Freddy Melo, Héctor Pérez Marcano, Moisés Moleiro, Américo Martín; del buró juvenil nacional; Jorge Dáger, del Tribunal Disciplinario; Jesús María Casal, Isabel Carmona de Serra, Aníbal Lairet, parlamentarios; Humberto Cuenca, Rafael Gallegos Ortiz, profesores universitarios; Celso Fortoul, concejal del DF; Cástor Torres, del CES del Estado Aragua; Elio J. Jaspe, del Comité Seccional Estado Apure; Tomás Salazar, Manuel Solórzano, del Estado Anzoátegui; Pedro Prado, Tomás Farfán, Aníbal Bastardo, del Estado Bolívar; Ricardo Mendoza, Gustavo Lugo, del Estado Carabobo; Pastor Peña Vadell, Luis Alfonzo Bueno, de Falcón; Cristóbal Correa, Humberto Terán, de Guárico; Juan Páez Ávila, José Salazar, de Lara; José Mendoza Angulo, Ismael Valero, Jairo Páez, de Mérida; Silvestre y Eduardo Ortiz Bucarán, Albino Ruiz Colón, de Monagas; Rafael Rivero, de Miranda; Tomás y Olinda de Novellino, de Portuguesa; Bartolomé Vielma, Eligio Damas Blanco, de Sucre; Gilberto Araujo, Pedro Felipe Montilla, de Trujillo; Yolanda Salazar de Morales, Gabriel Quintero Luzardo, Aníbal Molina Blanchard, Bruno Yoris, Gilberto Mora Muñoz, Elio Bohórquez Virla, Rafael Godoy Villasmil, Ramón Manzanilla, Antulio García, Leví Danieri, del Zulia; Julio Escalona, Vladimir Acosta, Luis Beltrán Miranda, Helí Colombani, Julio Cabello, Modesto Vargas, Régulo Hernández, Pantaleón Sánchez, Julio Rivas, Caupolicán Ovalles, Héctor Malavé Mata, dirigentes y profesores universitarios, y siguen muchísimos.

Como se ve, toda esta pléyade de valiosos dirigentes que reclamaba el respeto y la aplicación de la doctrina, principios y postulados originales de Acción Democrática, fueron irrespetados y amenazados con expulsión acusados de comunistas y procomunistas, por lo que el 9 de abril de 1960 decidieron montar tienda aparte y crear, como en efecto sucedió, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, no sin antes denunciar ante todas las instancias de AD y del país, las razones que los llevaron a tomar tal determinación, entre otras, las siguientes: a) Un proyecto amañado y entreguista de Cordiplán para las industrias siderúrgicas y petroquímica; b) El caso de la Reynolds; c) La Política monetaria; d) El Empréstito; e) El Plan de Cuatro Años; f) La Reforma Agraria; g) El comportamiento desleal y oblicuo de la dirección interna de AD.

Desde muchos años antes, vale decir desde mediados del siglo XIX, los comunistas fueron objeto de las más encarnizadas persecuciones y descalificaciones. Hagamos un poco de historia. El «Manifiesto del Partido Comunista», escrito por Marx y Engels como programa de la Liga de los Comunistas, se publicó por primera vez en Londres en febrero de 1848.

Marx, Engels y sus partidarios hicieron suya la expresión: ¡Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes!

Desde entonces, ¿qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición a su vez, no ha lanzado, tanto a los representantes de la oposición, más avanzados, como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?

De este hecho resulta una doble enseñanza:

Que el comunismo, ya en esos años, era reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa, y es hora, expresaron, que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto del propio partido.

Con tal fin, comunistas de las más diversas nacionalidades se reunieron en Londres y redactaron el «Manifiesto», que fue publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco y danés.

En el «Manifiesto del Partido Comunista» Marx y Engels establecieron los fundamentos y el programa del proletariado, obra que expone, con una claridad y una brillantez geniales, la nueva concepción del mundo, el materialismo consecuente aplicado también al campo de la vida social, la dialéctica como la más completa y profunda doctrina del desarrollo, la teoría de la lucha de clases y del papel revolucionario histórico mundial del proletariado como creador de una sociedad nueva, comunista» (V. I. Lenin).

Durante la era chavista (1999 – 2015), el PCV participa en las elecciones de diputados a la Asamblea Nacional Constituyente de Venezuela convocada por el presidente Chávez, la cual asumió el poder supremo de la república por encima de todos los poderes existentes. A Pedro Ortega Díaz del PCV firmante de la Constitución de 1961, le correspondió, por ser el diputado de mayor edad, instalar la Asamblea el 3 agosto de 1999 teniendo la misión de elaborar un Nuevo Ordenamiento Jurídico Nacional que debía encaminar a la nación por los nuevos esquemas de bienestar social, económico y político.

En las elecciones presidenciales de diciembre de 2006, el PCV obtuvo 340.499 votos, lo que representó un 2,95% de los sufragios emitidos y colocaron al PCV como el cuarto partido entre los aliados de Chávez.

En marzo de 2007 se realizó el XIII Congreso Extraordinario del PCV, para decidir el destino del Partido y debatir sobre la propuesta del Presidente Hugo Chávez para la creación de un partido que integre a todas las fuerzas de izquierda venezolanas, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Después de dos meses de debates internos, el Congreso Extraordinario mostró su «total respaldo a las propuestas del presidente Chávez».

De ese Congreso surgió la resolución siguiente:

Así como para alcanzar la victoria en la lucha antiimperialista se requiere de la más amplia unidad de las fuerzas políticas y sociales a nivel nacional, continental y mundial, el avance hacia el socialismo demanda simultáneamente la construcción de un partido revolucionario que agrupe a las y los cuadros que expresen las posiciones más consecuentes de las clases y capas sociales históricamente comprometidas con la revolución y el socialismo; que se constituya en la vanguardia ideológica, política y orgánica que dirija organizada, colectiva y cohesionadamente el esfuerzo creador de las masas para destruir el Estado capitalista y asuma las tareas de construcción del Poder Popular; que propugne valores, principios y conductas dirigidas a superar la hegemonía cultural burguesa aún dominante. Esta organización política debe expresar en su teoría y en su práctica social las tradiciones históricas y de lucha de nuestro pueblo de profunda raíz bolivariana, así como el marxismo-leninismo aplicado a las condiciones concretas de nuestra patria.

Hasta el presente, el PCV se mantiene cohesionado formando parte del Polo Patriótico, defendiendo con sus posiciones consecuentes el Proceso Bolivariano.