Ricardo Ragendorfer
La voz irradiada desde los estudios de Radiocadena Eco no dudó en dedicar al entrevistado las siguientes palabras:
–Lo queremos felicitar por su labor patriótica.
–Gracias –se le oyó decir a éste a través de un celular–.
Se trataba del veterano sindicalista Gerónimo Venegas, quien actualmente encabeza las 62 Organizaciones y la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre).
El conductor del programa entonces arremetió con otro elogio:
–Un dirigente como usted es una verdadera garantía para el movimiento nacional.
El tipo pronunció esa frase con una exaltación algo forzada. Era nada menos que el dirigente nazi Alejandro Biondini.
La respuesta fue:
–Gracias, compañero.
Y, como despedida, agregaría:
–Hay que seguir luchando.
En ese instante, buscó con la mirada la aprobación del hombre que estaba sentado frente a él. Éste elevó la comisura izquierda de los labios; fue su modo de sonreír. No era otro que Eduardo Duhalde.
La escena tuvo lugar durante la tarde del 14 de julio de 2009 en el sexto piso del edificio de la Uatre, situado en la calle Reconquista 630. El ex presidente interino suele ser un asiduo visitante del lugar. Se sabe que el Momo –apodo que Venegas arrastra desde sus años mozos– es su principal operador político. Como tal, también es el agente de enlace entre su jefe y un inquietante grupo de militares retirados, a los cuales –según una persistente versión originada en las entrañas del peronismo disidente– se añadiría un alto oficial del Ejército en actividad. Con todos ellos, el antiguo bañero de Lomas tiene grandes proyectos.
El más polémico: frenar los juicios por las violaciones de los derechos humanos cometidos en la última dictadura. “Se humilla a las Fuerzas Armadas por lo que hizo el Ejército en los ’70”, fue su reflexión al respecto. Y hasta tuvo el tacto de hacerla pública el 19 de enero pasado, tras entrevistarse en la capital salvadoreña con el presidente Mauricio Funes, justo cuando éste acababa de enfatizar la necesidad histórica de investigar penalmente a los militares de su país por su responsabilidad en la aplicación del terrorismo de Estado. Y ya de regreso en Buenos Aires, el marido de Chiche ornamentó sus aspiraciones presidenciales con su idea de encomendar a los uniformados la tarea de “reeducar en los cuarteles a los jóvenes en riesgo”. Pese a los inconvenientes que podría provocar esa suerte de colimba correctiva –que, en resumidas cuentas, consiste en entrenar militarmente a pibes chorros–, lo cierto es que semejante ocurrencia llegó a entusiasmar a algunos taxistas y a no pocos comunicadores.
“Estuve con unos compañeros militares que plantearon la necesidad de volver al servicio militar”, diría Venegas durante un encuentro de punteros en la sede de las 62 Organizaciones. Un colaborador suyo deslizó con significativa insistencia a Miradas al Sur la identidad de uno de los uniformados en cuestión: éste sería nada menos que el actual secretario del Ejército, general de brigada Hugo Bruera, quien –según esa versión– habría almorzado el 9 de diciembre con el Momo en el edificio de la calle Reconquista. Dicho rumor también circuló por otras redacciones, tal vez con el propósito de instalar la idea de que Duhalde planifica la lucha contra la inseguridad con un general en actividad. Al menos, ésa es la hipótesis que se maneja en el Ministerio de Defensa.
En realidad, si el asunto fuese fruto de una maniobra, cabe aclarar que la misma está basada en una circunstancia verídica: Bruera y Venegas se tratan desde marzo del año pasado, ya que ambos integran una comisión para construir un monumento a Perón. Fue la propia ministra del área, Nilda Garré, quien designó al militar como representante del Ejército en esa comisión. Bruera posee el perfil ideal para dicha tarea.
Apodado Goyo y también Tanguito, por su predilección hacia la música ciudadana, este hombre de cabello negro y cabello cano, además de ser un fervoroso cultor de los asados y el buen vino, jamás ocultó sus simpatías hacia el peronismo. “Como coronel –suele repetir ante los periodistas– me relacioné con la política porque estuve destinado en el Congreso Nacional”. Al respecto, de él se podría decir que en los pasillos parlamentarios adquirió una envidiable cintura. Tanto es así que supo generar simpatía entre las Abuelas de Plaza de Mayo, tras un encuentro con ellas, y a la vez cautivó por su nonomia al filósofo José Pablo Feinmann, con el que mantuvo una fructífera plática.
Sin embargo, su situación institucional es ahora algo incómoda; mientras en Defensa se insiste con que su vínculo con el Momo sólo se debe al asunto del monumento, una fuente del Ejército reconoció a Miradas al Sur que “El Goyo tuvo con Venegas una reunión de más”. Por su parte, en el edificio de la calle Reconquista se dice que esas reuniones en realidad fueron cuatro almuerzos. En ciertos despachos oficiales circula un paper de inteligencia, en el cual se afirma que Bruera “trata de mantener el equilibrio con el kirchnerismo y de esa menera cree tener chances de llegar a la Jefatura del Ejército de la mano del duhaldismo”. En cambio, el general lo niega con énfasis. En una misiva publicada en el correo de lectores del diario Perfil, Bruera sostiene: “Como secretario general del Ejército, sería ilegal e indigno desempeñar esas funciones. Y jamás he visto o hablado con el señor Duhalde”.
El Rey Momo. Dicen que Venegas se jacta entre sus allegados por la polémica desatada en torno de Bruera. Y al mismo tiempo, suele reunirse unas tres veces por semana con su principal asesor castrense: el coronel retirado Rodolfo Solís. El Chino –tal como lo llaman sus camaradas– es un ex represor que durante la dictadura revistó en el Batallón 601, para –ya en democracia– recalar en la Dirección de Contrainteligencia de la Side. Y en la esfera privada, fue directivo de la consultora de seguridad Lyons SRL, una pyme en la que también se reciclaron otros ex represores del B.601, como Alberto José Jaime y Ezequiel Causada. Entre sus mejores empleados, figuraba nada menos que el hoy afamado espía Ciro James. Solís, además, es el nexo entre Venegas y familiares de presos por delitos de lesa humanidad. En ello, tampoco es ajeno el hermano del Chino, el también coronel retirado Esteban Solís, quien participa puntualmente de las reuniones del Consejo de Planificación encabezadas por Venegas.
Ambos ex uniformados suelen acompañar al Momo en sus escapadas a Necochea, para monitorear la edificación de su última criatura: el complejo turístico termal Médanos Blancos, con una inversión de 20 millones de dólares. En esas ocasiones, también suele ser de la partida un tal Carlos Alberto Farnos. El tipo merece un capítulo aparte.
El 8 de mayo de 1978 se produjo el asesinato de la copera Mirta Godoy en un cabaret del puerto de Necochea. El hecho pasó a la historia como el caso Pesic, por el apellido del marinero yugoeslavo que, tras un juicio plagado de irregularidades, fue condenado por ello a 16 años de prisión. Recién en 1983 caerían en España sus verdaderos autores; dos hampones de poca monta. Uno de ellos, justamente, era Farnos. Ahora es nada menos que el guardaespaldas de Venegas.
La milicia del PJ disidente. El Estado Mayor de militares reclutados para la causa duhaldista incluye al general Ernesto Bossi, antiguo alfil del general Martín Balza y uno de los impulsores del “arrepentimiento” público del actual embajador en Colombia. Durante el gobierno de la Alianza, el jefe de la Side, Fernando de Santibáñez, lo puso al frente de la Dirección Nacional de Inteligencia. En la actualidad dirige la Sociedad Militar de Seguros de Vida.
Y en paralelo, despliega una intensa actividad política. Por caso, se lo señala como el factótum del acercamiento del general Hernán Prieto Alemandi al entorno del vicepresidente Julio Cobos. Tal gestión provocaría de manera compulsiva el pase a retiro. Prieto Alemandi estaba a punto de ocupar la comandancia de la Misión de Paz de la ONU en Chipre. Y, además, se lo señalaba como uno de los posibles candidatos para conducir el Ejército. Bossi, a su vez, mantiene una cordial relación con la dupla Venegas-Duhalde, a través del Chino Solís. Con él, a través de suculentos aportes económicos, financia las huestes lideradas por el ex mayor Rafael Mercado y su esposa, Cecilia Pando.
De esta cofradía no es ajeno el general retirado Daniel Reimundez, quien durante el interinato de Duhalde fuera el hombre de confianza del jefe del Estado Mayor del Ejército, Ricardo Brinzoni. En estos días está procesado –junto al ex titular de la Side Juan Bautista Yofre y dos especialistas informáticos de la Policía Autoportuaria– en un red de hackeo, entre cuyos damnificados hay funcionarios, políticos, periodistas y hasta personajes de la farándula.
Entre los asiduos asesores de Duhalde descuellan dos colaboradores del general Roberto Bendini: Roberto Fonseca y Jorge Tereso. Este último es recordado por un gesto humanitario: solicitar a un juez, en vísperas de la Navidad de 2004, que los militares presos en la causa por la Contraofensiva montonera puedan recibir a Papá Noel en sus hogares. Y Raúl Gallardo –otro hombre de Bendini– también participa de la rama militar del PJ disidente. No hace mucho, cayó en desgracia por una estafa junto a varios oficiales que distraían fondos de Intendencia.
Con todos ellos, Duhalde ya juega a la guerra.