La caída de los precios del petróleo, al agudizar la escasez de divisas, es al mismo tiempo una enorme oportunidad para relanzar la industrialización de la economía venezolana. Ya no se cuenta con la abundante renta petrolera que propició la sobrevaluación de la tasa de cambio y entronizó una prolongada tendencia a comprarle al resto del mundo lo que bien pudiera producirse en Venezuela. En adelante, las necesidades básicas y esenciales del consumo interno tendrán que ser cubiertas con productos nacionales.

Escasez de divisas: ¿amenaza u oportunidad?

La tarea de conformar una nueva economía sustentada en los ingresos que pueda generar la actividad productiva interna y así superar la tradicional dependencia del ingreso petrolero, todavía sigue pendiente. Los problemas relacionados con la liquidación oportuna de divisas que restringen la capacidad de importación, deben ser vistos como una gran oportunidad para relanzar y reimpulsar el desarrollo industrial. No hay que esperar a que reboten los precios del petróleo y se produzca un nuevo auge de la renta, toda vez que la abundancia de dólares es lo que ha estimulado la tendencia a importar y posponer la industrialización de la economía venezolana, lo cual se expresa en la inercia de comprarle al resto del mundo los productos agrícolas e industriales que pudieran generarse internamente.

La caída de los precios del petróleo y la escasez de divisas en la que se traduce, plantea nuevamente el reto de industrializar la economía venezolana. Una vez más el país sufre la paradoja de ser un país rico en materias primas pero pobre tecnológicamente para transformarlas en productos de mayor valor agregado. Impulsar la manufactura nacional es una necesidad que hoy más que nunca debemos reconocer, sobre todo si tenemos en cuenta el efecto multiplicador que el desarrollo de este sector es capaz de ejercer sobre otras actividades económicas orientadas a generar la oferta de bienes, servicios y empleos destinados a satisfacer las necesidades de nuestra sociedad. Industrializar la economía venezolana es la clave para transformar el capitalismo rentístico dependiente e importador en un nuevo modelo productivo soberano y exportador.

La política industrial en la agenda económica

La industrialización no puede ser un proceso que se deje en manos de la mano invisible del mercado, sino un esfuerzo bien planificado que asegure la rápida reactivación de las capacidades productivas y tecnológicas que están cerradas u operando a media máquina. En adelante, la política industrial debe ser un componente fundamental de la política económica orientada al logro de los objetivos de seguridad y soberanía alimentaria y productiva. Además, es la mejor manera de generar empleos verdaderamente fructíferos, cuya remuneración tenga como contrapartida la producción de una abundante oferta de bienes y servicios destinados a satisfacer las necesidades básicas y esenciales del pueblo trabajador, sin romper el equilibrio que se debe preservar entre la oferta y la demanda para contribuir a estabilizar los precios.

Al satisfacer la demanda interna con producción nacional se evita que los ajustes en el tipo de cambio -que encarecen el componente importado y repercuten en la estructura de costos-, desborden las presiones inflacionarias. Importante es armonizar la política macroeconómica con las políticas sectoriales, particularmente la agrícola, industrial y tecnológica. El punto de partida radica en desalentar las importaciones para favorecer la producción nacional a través de un tipo de cambio que exprese la verdadera productividad de la economía no petrolera, una política arancelaria y tributaria que proteja el esfuerzo productivo nacional, y una gama de incentivos fiscales y financieros para la inversión productiva y el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas e innovativas.

Reindustrializar la economía

En Venezuela, la industrialización está llamada a ser la fuerza motriz para impulsar la transformación de una economía rentista, que poco produce y casi todo lo importa, en una nueva economía independiente y soberana. Es la única estrategia posible para transformar el modelo primario-exportador -que impusieron las grandes potencias y nos condenó a ser exportadores de petróleo y materias primas-, por un nuevo modelo productivo capaz de sustituir eficientemente importaciones, diversificar la oferta exportable y, de esta manera, ahorrar y generar nuevas fuentes de divisas que nos hagan menos dependientes del ingreso petrolero.

Los países que han alcanzado un creciente grado de bienestar social han reconocido la importancia de la industria como la fuerza motriz del desarrollo económico. En su proceso de transformación productiva, el crecimiento del sector manufacturero con frecuencia ha sido mayor que la velocidad de crecimiento del PIB, convirtiéndose así en el sector dinamizador del desarrollo económico, lo cual se expresa en un aumento del grado de industrialización, es decir, de la contribución de la industria en la conformación del PIB, en comparación con el aporte de los demás sectores económicos. Según los indicadores internacionales, un país ha logrado su grado de industrialización cuando el sector manufacturero aporta al menos el 20% del PIB. En Venezuela la industria contribuye con menos del 14 %. Sin lugar a dudas, este el gran reto que el país tiene plateado para superar los problemas de desabastecimiento, escasez, acaparamiento y especulación que tanto malestar generan en la población.