Juan Romero

 

La decisión del Presidente de EEUU, Barack Obama, de restituir las relaciones bilaterales suspendidas desde enero de 1960 debe entenderse y analizarse con cuidado. En primer lugar, debe comprenderse el hecho que Obama se maneja a través del impacto de la ciberpolítica o tecnopolítica, eso es la relación que generan los medios en los actos políticos. Este elemento es clave, pues el rechazo que ha generado históricamente el bloqueo económico y diplomático de los EEUU a Cuba, ha generado una matriz negativa de opinión pública, tanto dentro como fuera de los EEUU.

En segundo lugar, Obama ha entendido que el Bloqueo y la ausencia de relaciones han dejado a su país solo, en el contexto de Nuestra América así como en la comunidad-mundo. Las múltiples resoluciones en los últimos 15 años contra el Bloqueo, la enorme cantidad de columnas de opinión y programas especiales que reflejan los excesos de esa política diplomática, han dejado a los EEUU muy maltratados ante la opinión pública mundial y eso, para un presidente como Barack Obama, se traduce en un peso específico delicado.

En tercer lugar, Obama comprendió que seguir haciendo lo mismo – es decir bloquear a Cuba- y esperar otros resultados, es una locura. El presidente de EEUU lo expresó en su alocución. Para Obama, hacer la jugada de abrir las relaciones diplomáticas e iniciar el desmontaje legal del bloqueo, significa un crédito redituable en cuanto a la política Latinoamericana. Le abre la posibilidad de reducir las matrices negativas y anti-norteamericanas que prevalecen en los medios audiovisuales e impresos de Nuestra América.

En cuarto lugar, debe entenderse como un típico accionar en el marco de la Doctrina Obama del «smart power» (poder inteligente). El uso indiscriminado entre 1960-2014 del hard power (poder duro), a través de amenazas militares, acciones de presión no rindió el resultado esperado: lograr reducir y someter a los Castro y los cubanos. Obama opta por esta acción, que le permite comenzar una relación formal con Cuba luego de años de aislamiento y que puede traducirse en la reactivación de su Embajada en la tierra de José Martí y con ello, adelantar programas oficiales con el apoyo abierto del Departamento de estado y la USAID.

En quinto lugar, el reinicio de las relaciones diplomáticas no significa el fin del bloqueo. El bloqueo se ejecuta esencialmente, sobre todo desde la década de los años 90 del pasado siglo XX, a través de leyes aprobadas en el Congreso. Particularmente es resaltante la ley Helms-Burton, sobre la cual se establecen límites a remesas, viajes, comercio, transacciones financieras, inversiones extranjeras, transferencia y compra de tecnologías. El resultado reciente de las elecciones al Congreso de medio término en EEUU y su resultado favorable para el partido republicano, hace muy difícil el desmontaje de toda la estructura legal del bloqueo para el 2017 como anunció Obama.

En sexto lugar, la decisión de Obama coloca a Cuba en una circunstancia especial, pues el bloqueo ha servido para justificar políticas internas de gran impacto y posiciones internacionales importantes. El reinicio de las relaciones y la posibilidad que el bloqueo sea desmontado parcialmente, debe conducir a un reposicionamiento de las posiciones más ortodoxas hacia lo interno del Partido Comunista Cubano (PCC). No puede dejar de señalarse la apertura gradual y lenta, que en materia económica ha generado el gobierno de Raúl Castro. En este sentido, es de esperar que está restitución de relaciones diplomáticas se traduzca en un mayor flujo de capitales hacia la economía cubana, en el área de extracción mineral y turismo, entre otras.

En séptimo lugar, la decisión de Obama de abrir las relaciones e iniciar un proceso de desbloqueo, significa tácitamente que la diplomacía norteamericana entiende que no hay tanto peligro en las posiciones de Cuba, pero sí en las de Venezuela. Es posible, que en el contexto de la real politik característica de la administración Obama, se esté planteando una negociación con los republicanos que controlan la mayoría en el Congreso, para que voten la liberalización de las sanciones a Cuba a cambio de la aprobación de las propuestas de sanciones contra Venezuela, que se encuentran esperando por la aprobación del Presidente de los EEUU.

Octavo, esto debe entenderse en el contexto geopolítico actual. Venezuela, a través de su petróleo y la denominada «diplomacia petrolera» tiene mayor capacidad de generar influencia geopolítica y estratégica en la región que la propia Cuba. Cuba fue un abanderado simbólico de la resistencia al imperialismo norteamericano, pero la Venezuela de Chávez-Maduro ha concretado los supuestos discursivos y simbólicos que durante décadas sostuvo Fidel castro y que nunca pudo concretar, a saber: integración de nuevo tipo, geopolítica propia, una arquitectónica institucional alejada de la influencia de los EEUU, entre otros tópicos.

Noveno, no hay duda que nuestro país es el objeto principal de preocupación de los EEUU en esta parte del hemisferio, tanto por las posturas anti-capitalistas como por el hecho de la importancia de las reservas de petróleo que tenemos. La oportunidad política abierta por la desaparición de Chávez, las difíciles características de la transición del presidente Maduro, las presiones internas a que se encuentra sometido su gobierno, en términos económicos hace ver que la Doctrina Obama (Smart power) genera un cambio de rumbo, cuyo objetivo final puede ser generar desestabilización definitiva en Venezuela.

Dr. Juan Eduardo Romero

Historiador/politólogo

juane1208@gmail.com