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Una investigación de The Sunday Times y Channel 4 ha dejado patente lo fácil que es contratar los servicios de un diputado en el Reino Unido con el fin de conseguir un trato de favor en el Gobierno.

Los ex ministros Stephen Byers, Patricia Hewitt y Geoff Hoon se ofrecieron para hacer labor de lobby en favor de una empresa ficticia montada por los periodistas, que también grabaron las conversaciones.

A cambio de tarifas que oscilaban entre 3.300 y 5.500 euros diarios más gastos, ofrecían sus buenos contactos.

El más dispuesto a dar ejemplos de su influencia fue Byers. El ex ministro de Transportes alardeó de su intervención en nombre de la empresa privada National Express, que pretendía deshacerse de la concesión de una línea ferroviaria deficitaria sin tener que pagar una elevada penalización.

“Así que, entre tú y yo, te diré que llamé a Adonis, el ministro de Transportes, y le dije: Andrew, tienen un gran problema. ¿Hay una forma de solucionarlo? Y más o menos, trabajamos juntos en el caso”, explicó Byers.

 

La compañía consiguió su propósito y mantuvo además la gestión de otras dos líneas que sí daban beneficios. El Gobierno tuvo que hacerse cargo de la línea rechazada y es probable que tenga que asumir pérdidas de centenares de millones de libras cuando vuelva a licitarla.

El ex ministro presumió de que sus grandes bazas era su amistad con Tony Blair y con el poderoso ministro Peter Mandelson, siempre dispuesto a echar una mano a las empresas británicas.

Los parlamentarios tienen prohibido estar a sueldo de una empresa a menos que lo comuniquen en su declaración de bienes. La labor de ‘lobby’ que ofrecía Byers no es ilegal si la realiza a partir del momento que deje el Parlamento.

Pero la imagen que da es deplorable a ojos de una opinión pública convencida de que los políticos viven rodeados de privilegios. Él mismo lo dejó bien claro: “Soy como un taxi que se puede contratar”. Hoon dijo que una vez que dejara ser parlamentario estaba disponible: “Soy todo suyo”.

Para Gordon Brown, tiene que ser un triste consuelo que los tres ex ministros citados fueran grandes partidarios de Blair y enemigos suyos. Las revelaciones son munición gratis para los conservadores, que suelen denunciar los estrechos contactos del Nuevo Laborismo con el mundo de los negocios.