Arnaldo Guédez
«Vivos se los llevaron… vivos los queremos». Clamor del pueblo mexicano.
Para escribir este artículo he decidido convidar a otros autores, porque aunque quisiera, definitivamente no lo puedo hacer solo; «uno se asoma a las estadísticas internacionales y se pregunta: Pero ¿en qué mundo vivimos? ¿Un manicomio gigante? ¿Un matadero? ¿Quién ha escrito esta obra que estamos obligados a presentar? ¿Qué loco eufórico o verdugo? Mentía la historia cuando prometía paz y progreso» (Galeano, E. 1991).
Duele México, duele muy hondo en el corazón ese pobre país hermano… Duele Guerrero, Iguala, Ayotzinapa, mientras el silencio es sinónimo de complicidad en estos tiempos de crímenes y de Estados forajidos o «Estados fallidos», no se puede «ser espectador de las calamidades que tienen lugar en otro país» aunque éstas sean una experiencia intrínseca de la modernidad (Sontag, 2003).
Una versión que a nadie convence, sobre la desaparición de los 43 estudiantes normalistas, emitida por la Procuraduría General de la República Mexicana, acerca de un lugar donde ocurrió una supuesta matanza. Las insensatas palabras del Procurador –que no procura nada- sólo pueden calificarse de un gran «pote de humo»; este triste sujeto llamado Jesús Murillo, no levanta la mirada a las cámaras para que no se descubran las mentiras que oculta un relato que no convence ni a él mismo. Mientras quien debe dar la cara, no sólo a México sino al mundo, un tal Peña Nieto, se encuentra en una gira mundial en la que no puede ocultar la asquerosidad de su gobierno.
Muchas cosas ocultas… Ésta es la triste historia de un cuento de nunca acabar, en todo el territorio mexicano se encuentran fosas que más que comunes, se hacen comunes. Esto parece ser una terrible pesadilla que vive Guerreros, uno de los estados más pobres de México, un lugar donde encontramos una de las doce Escuelas Normalistas de las cuarenta que existieron una vez en México, y que conserva la esencia con las que fueron creadas por la Revolución Mexicana (próxima a cumplir sus cien años), la finalidad de estas escuelas es liberar a los campesinos mexicanos del servilismo y de los desmanes de las clases oligárquicas y terratenientes.
En estos momentos, en Guerreros las historias se repiten y se entrecruzan, los desaparecidos en los años setenta, se encuentran con otros de la década siguiente y luego éstos con los del siglo XXI. Estos pobres pueblos parecen estar marcados para siempre con las cruces de cenizas de aquel miércoles de Semana Santa, las cruces con las que fueron marcados los trece hijos del Coronel Aureliano Buendía, que mucho tiempo después fueron asesinados cada uno con un tiro de fusil en el lugar donde el cura, había colocado el fatídico signo que los identificó ante el asesino. «Pero en algún rincón debe haber un Aureliano con su cruz de cenizas en la frente que venga a protestar por la crónica del biznieto del coronel Gerineldo Márquez» que es la historia de Nuestra América sufrida.
De los cien periodistas asesinados en México por informar verazmente, doce han sido matados en Guerrero, es por ello que los medios callan ante el crimen, hay un silencio adoptado por el temor y/o terror infundados por las bandas paramilitares del narcotráfico que se fusionan con el gobierno. Es la resignación de la paz de los sepulcros, la atmósfera que se respira hoy en el estado de Guerreros.
La comunidad internacional se deja ver en una posición de como dicen por estos lados, “pasar agachado”. Pero ¿cómo ser indiferente ante el holocausto, ante la canalla, ante lo que duele, ante la fragilidad de la vida, ante la muerte fría y terrible que se nos presenta con toda su morbosidad?
«Hay golpes tan fuertes como el odio de Dios». Ayotzinapa es uno de ellos, un golpe tan duro, hacia el magisterio, hacia la juventud, hacia una historia, hacia unas comunidades campesinas que esperan ver a sus maestros aparecer con el aura del nuevo día para traer a sus niños las buenas nuevas. Hay cuadernos nuevos que esperan las primeras letras, entre olores de borras y lápices nuevos, entre plastilinas, esperan que suene el timbre del recreo para que sus maestros regresen y acompañen a los niños, en sus juegos.
México espera por el mundo, estamos hastiados, obstinados de tanto silencio, callar ahora es mortal, este episodio triste que angustia a todos los que humanamente estamos relacionados con el mundo académico, con la escuela, el liceo, la facultad, nos mueve en dirección a preguntarnos, ¿hasta cuándo esperar?