Raúl Pastor
En principio y como en todo orden de la vida dentro del sistema político, económico, social, cultural y tecnológico en el que vivimos desde hace algo más de 200 años, es decir, el CAPITALISMO, hay predominantemente personas dedicadas a la práctica de la ciencia política (madres de todas las ciencias), siendo básicamente no aptos para realizar esta tarea.
En segundo orden, diríamos que no solamente no son aptos, motivo por el cual no prestan el servicio público adecuado que deberían brindar siendo políticos de profesión, sino que dedican su tiempo preponderantemente al hurto y robo de los dineros públicos de los presupuestos nacionales, provinciales-estadales o municipales.
Esta combinación de ineptitud y robo, genera en la población descontento social que cada tanto tiempo se manifiesta de manera violenta en las calles o contra la integridad física de algunos representantes políticos que, al haber perdido la honra y el honor, siendo delincuentes profesionales de lo público y haciendo alarde de lo robado al pueblo, terminan sus días en cómodas viviendas con cuentas bancarias en el exterior o propiedades/empresas formadas con el dinero malversado en su paso por la actividad política, siendo funcionarios o traficando influencia entre el Estado y los empresarios privados.
Este accionar es frecuente en los países de la región latinoamericana y en cualquiera de las vertientes liberales o populistas que actualmente gobiernan los países del MERCOSUR o la Alianza del Pacífico. La diferencia se supone radica en que los gobiernos denominados «populistas» desplazaron del poder a quienes hambrearon al pueblo durante décadas y realizaron una labor de distribución de la riqueza generada en cada país, pero continuaron sin embargo con las actividades delictivas destinadas a robar el dinero público mediante el cobro de comisiones en la obra pública, las concesiones públicas, contratos, cargos, etc.
Argentina, Brasil, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Venezuela, México, Panamá, Honduras o hasta la mismísima Cuba han tenido políticos o funcionarios públicos procesados o condenados por la Justicia.
El CAPITALISMO es en su esencia corrupto y corruptor en todas sus versiones o corroe cualquier construcción que se autodeclare socialista, aunque no lo sea, o que transite un camino hacia el socialismo.
Al final, la apropiación indebida de recursos del Estado es el objetivo final de los sistemas de corrupción instalados para mantener o quitarle el poder al adversario, para continuar robando las ilusiones y las vidas de los pueblos de Nuestra América que aún no se han levantado contra los traidores de la Patria Grande, en cualquiera de sus variantes.