México es un volcán en erupción, el popocatépetl (en lengua náhuatl: popocatepetl, »el cerro que humea») será un simple vela encendida, un volcancito ante el incendio de impredecibles consecuencias que se vislumbra en el horizonte de la nación mexicana ante el destape del terrorismo de Estado y el maridaje de las estructuras del poder burgués, oligarca mexicano con el terrorismo del narcotráfico yanqui mexicano, poder paralelo que es apoyado por las policías y sectores del mismo Ejército regular y han desatado la más impresionante política de terror sólo comparable con la desatada por el Estado colombiano y, sobre todo, el genocida gobierno de Álvaro Uribe.

¿Recuerdan la genocida ‘Operación Cóndor’, impulsada por los gobiernos norteamericanos de la época, la siniestra agencia de inteligencia CIA y el Pentágono yanqui y que abarcó a la Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Chile, Colombia, Venezuela (pionera en la política de los desaparecidos bajo los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni/AD) que funcionó en las épocas de las dictaduras militares y las llamadas democracias autoritarias?

En México comenzó a construirse y desarrollarse esa política con las modalidades que resultan del «surgimiento» de la industria del narcotráfico y los carteles de la droga, el desarrollo de ejércitos paramilitares que penetran las estructuras del Estado, del Ejército regular y surge, como en Colombia, sobre todo bajo el gobierno narco/terrorista de Uribe como ha sido denunciado por los exjefes militares Mancuso y otros ya en prisión, una alianza que si se quiere una evidencia monstruosa es la que ocurrió en el poblado de Iguala donde el Alcalde y la policía municipal entregaron a los 43 jóvenes a los sicarios del grupo paramilitar para que los desaparecieran y asesinaran.

El monstruoso y público secuestro de los 43 estudiantes, su desaparición y posible asesinato por parte de los bandoleros del cártel del narco tráfico que se hace llamar Guerreros Unidos luego que los policías de Iguala se los entregaran, hecho común en el Estado de Guerrero y otros estados de México, como lo demuestran las fosas o pozos de la muerte encontrados a raíz del escándalo que desató la desaparición de los 43 normalistas estudiantes de la Escuela Normal Rural ‘Raúl Isidro Burgos’ del pueblo de Ayotzinapa, reveladas por policías municipales apresados.

La cadena de hechos que llevaron al secuestro y presumible crimen se desencadenaron al llegar los jóvenes a Iguala el 26 de septiembre. La violencia brutal con que fueron recibidos por los policías siguiendo las órdenes del Alcalde José Luis Abarca y su esposa, ambos vinculados al cártel del narcotráfico Guerreros Unidos, era para no sólo escarmentar a los jóvenes normalistas sino para marcar el control del territorio e impedir que el grupo armado Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente, ERPI), grupo guerrillero que hace trabajo político en las 58 Escuelas Normales intentara tener presencia en esa zona.

Pero estos jóvenes desaparecidos no pasarían desapercibidos por la opinión pública ni serían ignorados por la prensa y el complaciente y terrorista gobierno de Peña Nieto como lo fueron los 20.658 jóvenes muertos por causas violentas sólo el año 2012. En los estados de Tamaulipas, Guerrero y Jalisco, 460 cuerpos han sido «recuperados». Desde el año 2000 bajo la presidencia del ultraderechista Vicente Fox (PAN), pasando por el gobierno de siniestro de Felipe Calderón (PAN) donde se desata en toda su magnitud la política del terror y de los asesinatos masivos, «se desató con absoluta irresponsabilidad el infierno, la administración de Enrique Peña Nieto (PRI) apostó al silencio, al amordazamiento, a la soberbia imperdonable de creerse capaces de gestionar el horror, sin salpicarse», como lo señala la patriota mexicana Rossana Reguillo Cruz en su importante artículo: «México: Ayotzinapa, el nombre del horror».

Ya las masas enardecidas comenzaron a tomar la calle, salieron a pelear con la vanguardia juvenil y estudiantil al frente junto a los docentes y las familias de los desaparecidos por todos los estados mexicanos, su programa en esta primera etapa es sencillo, que les sean regresados vivos los 43 estudiantes, castigo para los policías, sicarios del narco tráfico, el alcalde y su esposa, pero eso no va a parar allí, la lucha social comenzó contra un estado fallido, un Estado terrorista, un Estado que para preservar su poder se trazó como objetivo asesinar a los luchadores populares, que hizo de la mujer un objetivo militar y de los estudiantes normalistas y universitarios.

Las luchas adquieren una poderosa carga política cuando las masas enardecidas piden nada más y nada menos que la renuncia del presidente Peña Nieto y del procurador Jesús Murillo Karam. Nieto huye del país, mete la cabeza bajo la tierra para ignorar la gravedad de los acontecimientos, se va de gira a China y otros países y deja el candelero prendido, cuando en teoría su deber es estar al frente de los gravísimos acontecimientos que están sucediendo en su país y que pueden dar al traste con su gobierno y ya esa experiencia se vivió en Argentina, Ecuador, Bolivia. Las masas enardecidas derrocaron presidentes y abrieron nuevos cauces para esos países donde hoy imperan gobiernos progresistas y de izquierda. Peña Nieto es el representante de las nuevas generaciones de la burguesía oligarca mexicana, carentes de sensibilidad, de humanidad, donde se demuestra que otros gobiernan por él. Igual a los Capriles Radonski, Leopoldo López, María Malinche Machado, la nueva generación burguesa venezolana, fascistas, criminales, entreguistas de la soberanía y la riqueza nacional venezolana al imperio si fueran gobierno, por ahora son sus serviles eunucos y los líderes del terrorismo.

Pero no es sólo que Peña dirige un Estado represor, delincuente, que aúpa el crimen y las desapariciones, que es aliado o forma parte del estado paralelo de los ejércitos del narcotráfico, las mafias, los carteles de la droga, armados y fortalecidos desde los Estados Unidos por quienes desde ese «Norte revuelto y brutal» al decir de José Martí, dirigen no sólo el control de las políticas neoliberales que impulsa Peña Nieto con ardorosa pasión y culmina con la eliminación las grandes conquistas de la Revolución Mexicana como lo fue la nacionalización soberana del petróleo hecha en 1935 por el general Lázaro Cárdenas. Control económico, político y militar/paramilitar. Sólo eso le faltaba a Méjico que en 1845 perdió la mitad de su territorio ante el despojo yanqui.

No hace muchísimos años, apenas 100, un siglo, que el pueblo mexicano se levantó en armas contra la tiranía de Porfirio Díaz y el Porfiriato, la dictadura de 30 años que sumió a las masas campesinas y al pueblo todo en la más atroz de la pobreza y la miseria. Triunfó Francisco I. Madero, lo eligen presidente y el militar drogadicto Victoriano Huerta lo asesina y comienza en 1910 aquella descomunal explosión social que se conoce como la Revolución Mexicana, que dio al traste con los viejos regímenes entreguistas, le abrió el camino a la primera escena política al pueblo campesino armado de donde emergieron líderes populares de la talla de Francisco (Pancho) Villa, Emiliano Zapata y generales como el después presidente Lázaro Cárdenas. La gran labor concientizadora y el llamado a tomar las armas, de los hermanos Flores Magón en el seno del movimiento obrero y demás trabajadores, política que marcó un hito en aquella formidable gesta revolucionaria, la primera del siglo XX que triunfó 10 años después de haberse iniciado.

Hoy parecieran estar dándose las condiciones pre revolucionarias en México para una segunda Revolución. La gran masa del pueblo mexicano comienza a perder el miedo, estupefacta una mayoría ante las revelaciones de un gobierno criminal vinculado al narcotráfico, su horror se va transformando en organizar la ira y enfrentar aquella monstruosidad de Estado genocida y entreguista. Con la consigna de «Renuncia Peña Nieto» se alza la voz y la conciencia de un pueblo que aún recuerda la masacre de Tlatelolco y la barbarie fascista del gobierno de entonces. ¿Hasta cuándo el pueblo mexicano va a soportar tanta ignominia? ¿Dónde están los partidos y los líderes revolucionarios de la izquierda mexicana, los grupos armados de autodefensa, los zapatistas que no han dicho ‘esta boca es mía’? Las condiciones para un cambio están dadas.

El pueblo revolucionario de Venezuela está con el pueblo mexicano, exige la aparición de los 43 estudiantes y que se democratice el país sumido en una atroz dictadura estatal/paramilitar que se impone por el terror y el silencio mediático del genocidio. Una sociedad de cómplices erigida sobre un tinglado y una escenografía que se desmorona, un empujón popular y se cae.