Desde un punto de vista clasista, el resultado de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales celebradas el domingo 26 de octubre debe ser analizado y exaltado por encima de todo como una gran victoria de la clase trabajadora brasileña. Nuestro éxito correspondió a una clara derrota de las fracciones hegemónicas de la clase dominante: la gran burguesía y sus medios de comunicación golpistas, los banqueros, los especuladores, los viejos y nuevos latifundistas y el imperialismo, representados por el PSDB y el candidato neoliberal Aécio Neves.
No hay duda de que se trató de una de las elecciones más disputadas y polarizadas de la historia brasileña, con un desesperado intento de golpe de última hora protagonizado por la revista «Veja» y respaldado por el periódico «Estadão» y la red de televisión «Globo» entre otros monopolios de comunicación. Una vez más, el pueblo no se dejó engañar y supo separar la paja del trigo, identificando a sus reales enemigos y derrotándolos, abriendo así el camino para alcanzar los cambios más profundos que el pueblo y la nación reclaman.
Ante el riesgo de la derrota en favor del candidato de la derecha señalizado por los institutos de sondeo (así como por el posicionamiento de Marina Silva y de la cúpula del PSB, Partido Socialista Brasileño), la militancia de los movimientos sociales y de los partidos políticos progresistas se unió y tomó las calles luchando para conquistar voto a voto. Este movimiento de los militantes fue esencial para revertir la ola conservadora que ya se había revelado en la nueva composición del Congreso Nacional y consiguió cambiar el rumbo en favor de Dilma Rousseff.
La victoria evitó que el país caminase hacia atrás. Aécio hubiera sido un retroceso en todos los sentidos, empezando por el ajuste fiscal anunciado por Armínio Fraga, acompañado de despidos masivos y recesión económica, el final de la política de valoración del trabajo y de los salarios, la flexibilización de las leyes laborales, la persecución y criminalización de las luchas sociales, la privatización del Banco de Brasil, de la Caixa Económica Federal y de la Petrobras; el vaciamiento del Mercosur y la subordinación de Brasil al proyecto imperialista de Estados Unidos.
Las batallas electorales de octubre no dejaron solamente saldos positivos. La composición social y política del Congreso Nacional, que era frágil, ha sufrido un retroceso notorio. Se hizo aún más conservador, hostil a los proyectos procedentes de la clase trabajadora y favorable a la agenda regresiva presentada por los portavoces del patronato. El crecimiento de la derecha también se reflejó en el resultado final de la elección presidencial.
Una lectura clasista de la coyuntura indica que es indispensable avanzar en los cambios para consolidar lo que se ha conquistado en estos últimos 11 años, para evitar futuros retrocesos y facilitar la agenda de la clase trabajadora para un nuevo proyecto de desarrollo nacional con valorización del trabajo, soberanía y democracia.
El camino del cambio se logra mediante la realización de reformas democráticas estructurales, empezando por la reforma política y de los medios de comunicación, así como por la atención de las demandas históricas de nuestro pueblo y de las centrales sindicales traducidas en la pauta laboral, con más inversiones en el Sistema Único de Salud pública (SUS), así como en la educación y el transporte público; el fin del “factor previdenciario” (que reduce considerablemente las pensiones de los jubilados) con el cual la presidenta Dilma ya se ha comprometido); la reforma agraria; la reducción de la jornada de trabajo; el rechazo del PL 4330 (proyecto de ley que facilitaría la tercerización) y la ratificación de los convenios 151 y 158 de la OIT, entre otras.
Lograr todo esto no será fácil, especialmente frente a la correlación de fuerzas en el Congreso y en el Senado. Pero es perfectamente posible. El factor clave, que constituye el primer desafío de la CTB, así como del conjunto de los movimientos sociales, del gobierno federal y de las fuerzas progresistas del país, es elevar el nivel de conciencia y de movilización de la clase trabajadora y del pueblo brasileño. Pues sólo con mucho pueblo en las calles lograremos las transformaciones que Brasil reclama.
Adilson Araújo, Presidente de la CTB (Central de los Trabajadores y las Trabajadoras de Brasil)