La historia de la guerra como actividad humana ha estado intimamente asociada a un tipo de combatiente que no está animado por los motivos reales o ficticios invocados en sus proclamas por gobernantes, grupos sociales, políticos, religiosos y étnicos que participan en una confrontación armada nacional o internacional sino que se involucra en la acción armada por los beneficios materiales que su participación pueden proporcionarles, sean estos el botín de los vencedores, la paga de los servicios o la compensación en bienes materiales por la victoria alcanzada en la contienda.

La valoración ética de un combatiente de un conflicto armado que recibe una paga o cualquier otra contraprestación por sus servicios, no se define por la actividad asalariada misma sino por las causas a las cuales ha servido y en cuyo nombre a combatido a sus contrarios en razón de que la guerra como toda actividad humana no puede considerarse en abstracto sino en razón de las causas que la motivan, los actores que participan en la contiendan y los objetivos que se proponen; razón por la cual la historia va decantando tales acontecimientos hasta definir a cada uno de sus elementos en sus aspectos éticos, políticos, sociales, económicos y militares hasta establecer la naturaleza moral e inmoral de su participación en la guerra, lo que termina por glorificar en la inmortalidad a unos y hundir en el oprobio moral a los otros; aun cuando unos y otros fueron parte de una guerra ajena a la que entraron, fundamentales razones crematísticas.

Pero es la capacidad de los Estados de la dominación colonial-global para obligar, por medio de la ley y la fuerza de la autoridad, a que sus hombres se incorporen a sus fuerzas armadas a recibir entrenamiento y participar en operaciones militares dentro y fuera de su territorio durante un período en el que se ven obligados a suspender toda actividad educativa o laboral y, la creciente erosión de la legitimidad de las acciones represivas de los Estados de la dominación colonial global contra sectores disidentes de su propia población, las aventuras militares con inocultables propósitos colonialistas y las enormes pérdidas inútiles de vida y de recursos financieros que se traducen en mayor desempleo y desmejoramiento de la calidad de vida de la población empobrecida, lo que ha terminado por convertir a “los soldados de fortuna”, en un recurso imprescindible de los ejércitos de la grandes potencias coloniales, por cuanto éste compensa la irreversible caída en el reclutamiento de nuevos soldados conscriptos, puede de permanecer indefinidamente en la institución militar, no tiene ni responde a idealismo como base de su servicio de las armas y asume su actividad como una labor “profesional” para la cual son irrelevantes las consideraciones éticas, políticas, económicas, étnica o religiosa que, de alguna manera, se encuentran presente en la conciencia del conscripto tradicional del siglo XX.

El siglo XXI se abre como el siglo de la mercenerización de la guerra ya probada con la incorporación de decenas de miles de los llamados “contratistas” en operaciones de combate, inteligencia, contrainteligencia y seguridad de instalaciones y personalidades servicio del gobierno de los Estados Unidos de América en las dos guerras de Irak y en Afganistán, Libia y Siria pero que adquiere una novísima y peligrosa dimensión la decisión del gobierno de Obama de reclutar, entrenar, armar y dirigir en el terreno a un nuevo ejército mercenario de 5.000 efectivos, integrado por los residuos de las derrotadas fuerzas del Ejército Libre Sirio y otras formaciones antiguamente financiadas por Arabia Saudita y las otras monarquías petro-feudales del Medio Oriente, con el fin de enfrentarlos, como fuerzas de infantería, con la crecientes fuerzas de los terroristas del seudo Califato decretado en parte de los territorios de Siria e Irak, mientras los Estados Unidos mantiene fuera del combate a su ejército y utiliza todo su poder aéreo y marítimo para destruir los centros de mando y control, la concentraciones de combatientes y algunas de sus fuentes económicas, como los campos petroleros.

Para este profundo cambio de la concepción de la guerra del siglo XXI., los Estados Unidos y sus socios subalternos de la OTAN, ha decidido reconstruir el antiguo modelo de “Legiones Extranjeras”, tan beneficiosos al colonialismo europeo de los siglos XIX y XX, en Asia y Africa, con la incorporación masiva de “soldados de fortuna” de origen extranjeros e, incluso, inmigrantes ilegales, con el fin de compensar el declinante reclutamiento de sus nacionales pero, especialmente, con el propósito de construir un modelo de ejército “desnacionalizado”, que sea capaz de participar en todo tipo de conflicto armado, incluso en sus naciones de origen, teniendo como única motivación, librarse de la pobreza en sus países o, mejorar su movilidad social en los países a quienes servirán como “soldados de fortuna”, “mercenarios o, “contratistas”, como gustan de calificarlos la canalla mediática internacional.

Lo fundamental de este cambio no está solo en la degradación mayor de la guerra y el envilecimiento de toda actividad militar, sino en el hecho peligrosamente cierto de la acentuación de la autonomía del aparato de violencia de los Estados coloniales, neocoloniales e imperialistas frente a sus propias sociedades, la destrucción del viejo principio civilista de la primacía del Poder Civil sobre el Poder Militar, la acentuación del Poder Global del Complejo Militar Industrial sobre las sociedades democráticas y, la destrucción definitiva de todo el andamiaje jurídico construido alrededor de los Convenios de Ginebra y sus Protocolos Adicionales, lo que supondrá la elevación a niveles demenciales – como lo ya visto recientemente en Irak y Siria – del desarrollo de la guerra, en donde no habrá límite alguno, ni castigo posible para los actores y promotores de las guerras por cuanto estos se ubican al margen de todo el Derecho Internacional Humanitario que, con tanto esfuerzo, construyó la comunidad internacional en un siglo XX de holocausto, horror y terror contra los pueblos del planeta Tierra y la Humanidad toda.