Roberto Hernández Montoya
Lo mismo que está ganando el Imperio en el resto del Medio Oriente. Solo muerte, destrucción y miseria. No han obtenido el control de ningún país ni regímenes políticos estables, como hacía el Imperio de antes, cuando no había entrado, como diagnosticó Nicolás Maduro, en fase de locura, es decir, decadencia.
En Irán en 1952 instaló una monarquía férrea y de parapeto, pero que gobernó varias décadas.
Examinemos a Libia, ejemplo de rápida victoria militar con derrota política: ejecutaron 20.000 bombardeos sobre un país que ingenuamente se había despojado de toda defensa antiaérea. Gadafi creyó que hacía un gesto de buena voluntad desprendiéndose de salvaguarda antiaérea. Ya vemos cómo las potencias imperiales le pagaron, con lo que dio la razón al Che: en el imperialismo no hay que confiar «ni tantito así». En Libia hay un zurriburri de forajidos todo terreno, que controlan quince días un aeropuerto, tres meses un pozo petrolero, seis meses cuatro calles y así, hasta que viene otra banda que los echa y después otra y otra y así. O sea, no hay gobierno en Libia. O demasiados gobiernos. El caos. ¿Qué negocio puede hacer nadie en Libia? No Christopher Stevens, embajador de los Estados Unidos, a quien mataron unos forajidos ha dos años no se sabe ni por qué ni para qué ni quién porque tampoco se sabe qué ganaron con eso. Se lo echaron y punto. Quién sabe si fueron del mismo corrincho mercenario que linchó a Gadafi, entre quienes había varios que hablaban un claro español americano. Ahora hay terroristas europeos y gringos en Irak. Digo porque eso significa que el Imperio deja una reguera de gavillas aventureras y forajidas.
Como en Siria. Muchos de esas gavillas se desplazaron a Irak, donde conformaron lo que llaman el Estado Islámico, dedicado a toda clase de desmanes, cuya lógica política no está clara, porque forajido no tiene lógica ni política ni de ninguna otra índole. Sus metas son de corto plazo. Aun así este Estado Islámico es el que muestra una ambición de más largo plazo y extensión: un califato que aspira a cubrir Chipre, Irak, Israel, Jordania, Kuwait, Líbano, Palestina y Turquía.
El mundo árabe es propenso a formaciones políticas que van desde tribus a bandas de todo orden. Habían logrado un mínimo de estructura política a la occidental con gobiernos republicanos como el de Hussein y Gadafi, que federaron grupos disyuntos en un estado próspero. Pero el Imperio es muy nervioso y basta que pueda tumbar un gobierno para que lo tumbe sin objetivos claros. Una vez derribado el Estado nación, hierven grupos de toda propensión. Míralos.
En Gaza pasó lo que ocurre en esas operaciones militares: un desastre en que no controlan el territorio, porque apenas intervienen por tierra reciben una paliza. En 2009 tuvieron que interrumpir el operativo sin haber recibido un solo tiro. Humillación de humillaciones. Esta vez mataron a más de 2000 personas, incluyendo más de 500 niños y niñas. Sin ganancia. Es cuando comienzo a no entender. Tal vez porque no hay nada que entender. Solo entiendo que guarimbean por aquí, costeados por el mismo Imperio forajido.
Agúzate, que te están velando.