Henry Escalante
Las políticas de “caos económico” ya van para dos años de intensa aplicación en la República Bolivariana de Venezuela; casi que, nos atrevemos a afirmar, que forman parte de la campaña electoral adelantada por la oposición, para las parlamentarias 2015. La estrechez en las presidenciales de 2013, entre Capriles y Maduro, nos habla de cuán eficientes son esas políticas imperialistas; la cual, si bien pudo ser contrarrestada para las municipales de 2013, han continuado con las misma intensidad, pese a que, durante los meses de febrero en delante de 2014, fueron opacadas por “la salida” que, pensaron en Washington, ya era el momento de recoger lo cosechado. Pues, se equivocaron y “la salida” no pasó de ser, una nueva intentona fracasada imperialista por barrer con la Revolución Bolivariana, sus grandes logros sociales y políticos, de ampliación y consolidación de la Democracia Participativa y Protagónica.
En su camino, la política imperialista de “caos económico” conformada con medidas tales como: el desabastecimiento inducido, subida de precios (que genera alta inflación), contrabando de alimentos y demás bienes de consumo de la población (éste es el aporte que hace el uribismo, partícipe del lado colombiano), saboteo cambiario (raspacupos, alteración del valor de la moneda con el mercado paralelo, imposición de tasas cambiarias que alteran toda la economía), las colas que generan mucha molestia en la población, entre otras, detectadas hasta ahora. Políticas que, dada la prevalencia de la economía capitalista y sus valores sobre la sociedad venezolana le ha sido fácil instrumentar al imperialismo y sus agentes políticos y económicos: la burguesía comercial y financiera.
El modelo socialista, impulsado por el Comandante Presidente Hugo Chávez, apenas si pudo desarrollarse en toda su amplitud en el plano de lo social y lo político, en el desarrollo de una gran conciencia nacional sobre el valor de la independencia y la soberanía nacional. El Socialismo, no ha pasado más allá de desarrollar valores de igualdad y equidad social sobre una sociedad que, como la venezolana, se registraba como una de las más desiguales del planeta. Poco se ha avanzado en la corrosión del modelo capitalista rentístico, que ha caracterizado el modelo que implantó en nuestra Patria el imperialismo, a raíz del surgimiento del petróleo en nuestro país. Bien podríamos hacer, una analogía histórica entre la situación venezolana actual y la que vivió la Chile de Salvador Allende, un año antes del golpe fascista, hacia mediados de 1972. Las dificultades económicas que entonces vivía el pueblo chileno, obligaron a los partidos de la Unidad Popular (UP) y a los funcionarios gubernamentales a un debate interno, el cual denominaron en aquel entonces, como el “Cónclave de Lo Curro”. Dos posiciones se dieron entonces, la primera defendida por el entonces ministro de economía del gobierno socialista, Pedro Vuskovic, conjuntamente con el MAPU (Movimiento de Acción Popular Unitaria), la Izquierda Cristiana y el Partido Socialista y, una segunda postura defendida por el Partido Comunista Chileno y el Presidente Salvador Allende. Veamos a continuación, en resumen, cuáles eran esas dos posturas en un importante trabajo de Andrés Salgado, titulado: “Alcances y Limitaciones de la Política Económica del Gobierno Popular de Chile”, publicado en la revista Nueva Sociedad, Número 13 de julio-agosto de 1974, pp. 73-88.
Vuskovic y quienes le acompañaban, partían de la certeza que las dificultades económicas eran el resultado de que no se hubiera avanzado demasiado, que las profundidades de las transformaciones estructurales de la economía chilena, eran insuficientes para dar un salto a un nuevo modelo de economía más social, socialista. Y tal insuficiencia se presentaba, precisamente, en el momento en que las holguras de la situación precedente se agotaban. Quedando en evidencia entonces que, el gobierno de la Unidad Popular si bien había sido capaz de alterar, en forma importante, la normalidad del funcionamiento del capitalismo chileno, no había sido capaz todavía de encuadrar la economía chilena dentro de una normalidad diferente, distinta a la capitalista. En particular, no se había avanzado lo suficiente en el control de la producción y la distribución de los bienes y mercancías. Con este diagnóstico, Vuskovic y quienes le acompañaban, proponían entonces como soluciones que permitieran mantener la calidad de vida del pueblo chileno, la disminución del consumo excesivo de los capitalistas. Para lo cual, proponían reducir las ganancias excesivas de los capitalistas incrementándoles las tasas de los impuestos y tomar medidas que les imposibiliten la evasión fiscal, mediante un estricto control del gobierno y de los trabajadores mismos, sobre la declaración de renta y el pago de los impuestos. En segundo lugar, dado la alta capacidad de dinero atesorado por la clase de los capitalistas, y dado que, aunque se les restringiese su capacidad de gasto excesivo, podían seguir haciéndolo, dado su control sobre el mercado; proponían establecer un control del Gobierno y el pueblo sobre la producción y la distribución, de modo que los escasos recursos del país se destinaran preferentemente a la producción de artículos esenciales, y que éstos, se distribuyeran de acuerdo a las necesidades de cada cual y no de acuerdo, al dinero de que disponía. Para dicho control, proponían crear los Comités de Vigilancia, como mecanismo de control obrero en el área privada. Vuskovic y quienes le acompañaban en esa propuesta, buscaban en resumidas cuentas, la necesidad de establecer un férreo control popular y gubernamental sobre la economía toda, a objeto de preservar las conquistas sociales y mantener los niveles de vida conquistados por el pueblo chileno durante el primer año de Gobierno popular de la UP. Detrás de tal propuesta, sin duda, se concebía a la revolución chilena como una revolución socialista, con una economía diferente no sujeta a las leyes del mercado capitalista, sino ordenada en base a la dirección y control de los trabajadores y trabajadoras como clase. Valga decir, planteaban Vuskovic y quienes le apoyaban, a los trabajadores y trabajadoras chilenas otorgarles funciones de gobierno que antes cumplía el Estado, destruyendo con ello, al Estado burgués. Una estrategia que, se proponía seguir profundizando las tareas democráticas (mejorar los niveles de vida del pueblo chileno, afianzar la equidad y la igualdad, eliminar las injusticias del sistema capitalista). Pero que veía como condición necesaria, el control popular y gubernamental sobre la economía, para lo cual la destrucción del Estado burgués, se constituía en la tarea fundamental. Planteaban Vuskovic y quienes le acompañaban, en resumidas cuentas, avanzar simultáneamente, con las tareas democráticas y las tareas socialistas, para hacer triunfar la revolución chilena. Como tareas políticas, recomendaban acumular fuerzas con los sectores populares, apoyarse en lo fundamental en los “pobres de la ciudad y el campo”, uniéndose más estrechamente con éstos y arrastrando tras suyo a las clases medias. No dar concesiones a sus enemigos de clase, ni a la burguesía ni a las clases medias, otorgándoles dádivas que permitieran elevar sus consumos, todo lo contrario, proponía Vuskovic reducirles su capacidad de consumo suntuario.
En contraposición a esa postura política, el Partido Comunista Chileno y el Presidente Salvador Allende, diagnosticaban la crisis de manera distinta, afirmaban que los problemas económicos de aquel entonces, se debían en lo fundamental a dos razones: la primera, que se había avanzado demasiado, más de lo que la economía era capaz de resistir. Que la calidad de vida de la población, expresado en aumentos de salarios, era excesiva; lo cual, había traído como consecuencia, que los bienes que ahora demandaba esa población, el aparato productivo chileno era incapaz de satisfacer. La expansión del gasto público, había sido exagerado y ello creaba problemas insuperables, que se habían estatizado empresas que el Estado no podía administrar, lo que le había acarreado problemas y una pérdida de la confianza de la burguesía chilena quienes, entonces, no invertían. Como segundo argumento, causante de la crisis económica de aquellos años, señalaban el PC y el Presidente Allende, que se había dejado de lado, las leyes de la economía, lo que, según ellos, había traído anarquía e ineficiencias que se expresaban entonces en la economía. Como ejemplo, señalaban las empresas de producción social, las cuales presentaban déficits que las obligaban a recurrir constantemente al Estado, en busca de subsidios para poder seguir subsistiendo. Concluían de tal diagnóstico que, la Unidad Popular perdía fuerzas entre las clases medias y había que tomar medidas y urgentes. ¿Cuáles?
Entre las propuestas más resaltantes propuestas por el PC y el Presidente Allende, conviene señalar las siguientes: reducción del déficit fiscal, mediante una economía en los gastos y una política de precios “realista”. Otra medida fue la de luchar contra las reivindicaciones salariales consideradas “excesivas”. En lo político, impulsar el diálogo con las fuerzas opositoras, en lo fundamental, la Democracia Cristiana. Se buscaba, tratar de ganar la confianza de la burguesía chilena, a fin de que terminarán con sus prácticas de sabotaje de la economía e invirtieran. Proponían, en fin de cuentas, seguir moviéndose en los estrechos marcos del mercado capitalista. Lo que, significaba modificar los precios, los salarios y el Gasto Público, buscando con ello, disminuir la demanda de bienes y servicios. Tal propuesta, como se evidencia, buscaba la solución los problemas de la economía chilena, a través del mercado, lo cual, evidentemente, tendería a reducir, en fin de cuentas, el poder de compra de las y los trabajadores chilenos.
Del “Cónclave de Lo Curro”, se impondría la postura del PC y del Presidente Allende, la salida del ministro Vuskovic de la dirección económica y el ingreso de Carlos Matus, considerado socialista moderado, a dirigir la cartera económica del Gobierno de Unidad Popular; mientras que, en la cartera de Hacienda, se incorporaba Orlando Millas, militante del PC, dan muestra de cuál tendencia emergió triunfante. Como bien nos señala Salgado, en su recomendable análisis de esta parte de la historia chilena: “Con todo es preciso señalar desde ahora que el rasgo distintivo de la nueva política económica será su carácter ambiguo y vacilante, hecho éste que contribuyó indudablemente a su escaso éxito”. Palabras que nos hicieron recordar, las expresadas recientemente por Alí Rodríguez, en entrevista en José Vicente Hoy: “Yo coincido con ese 80%, el principalísimo problema hoy es la política económica. ¿Cuál es el rol que cumple el Estado, de qué asuntos se ocupa y de cuáles se ocupa eficientemente? ¿Qué sectores va a cubrir el llamado sector privado en Venezuela? Porque por un largo período le corresponderá un rol muy importante. Hay que evitar algo muy peligroso en política que es la ambigüedad, entonces es un punto de partida sumamente importante. En ese sentido hay que definir mejor los objetivos de las políticas económicas”. (José Vicente Hoy, 03-08-2014).
Concluye Salgado: “Es dentro de este contexto de debilidad y ambigüedad de parte del Gobierno de Unidad Popular que la derecha y el imperialismo pueden pasar a la ofensiva, en sus intentos de recuperar el poder que estuvieron a punto de perder. De esos intentos, las huelgas patronales de octubre de 1972, y de agosto-septiembre de 1973, son los aspectos más destacados. El éxito que ellos alcanzaron en sus maniobras y el apoyo que recibieron de parte de amplios sectores de la población, en especial de parte de los sectores pequeño-burgueses que fueron, por lo demás, su punta de lanza en los paros patronales, se explica precisamente en función de dificultades económicas y de la fascistización que se produjo en esos sectores como producto de la situación de caos económico y de las mismas vacilaciones de parte del gobierno para usar todo el inmenso poder de masas con que contaba”. Un año después, el 11 de septiembre de 1973, el imperialismo vería concretado su deseo de impedir que en Chile se instaurara el primer gobierno socialista americano, con su presidente Salvador Allende a la cabeza. Se impone entonces, aquella orden emitida por la Casa Blanca en el Memorándum No. 93 del Consejo de Seguridad Nacional, dirigido entonces por Henry Kissinger y titulado Política Hacia Chile, que bien refleja los objetivos del gobierno de Richard Nixón: “Dentro del contexto de una postura suave y correcta hacia Chile”, la administración podría realizar “vigorosos esfuerzos…para asegurarse que otros gobiernos de América Latina comprendan totalmente que Estados Unidos se oponen a la consolidación de un estado comunista en Chile, hostil a los intereses estadounidenses y de otras naciones del hemisferio, y para presionarlos a que adopten una postura similar”. (Tomado de The Price of Power, pág. 294). Dicho Memorándum establecía todo un conjunto de medidas de carácter económicas, como las de no otorgar garantías a nuevas inversiones en Chile, impedir que el gobierno obtuviera nuevos créditos de organismos financieros internacionales, campañas contra el Gobierno a través de la mediática burguesa, en especial, el diario El Mercurio, toda una orientación para propiciar el caos económico mediante retiradas de activos de empresas extranjeras y nacionales, para así desmejorar sustancialmente la calidad de vida del pueblo chileno y propiciar su descontento con el Gobierno socialista del Presidente Allende. Políticas éstas, enmarcadas en las notas que, años después, el entonces director de la CIA, Richard Helms, entregaría a la Comisión de Inteligencia del Senado que investigaría los sucesos conduncentes al golpe de Estado contra el Gobierno de Allende, las órdenes según Helms fueron: “No tener en cuenta los riesgos…trabajar todo el tiempo…los mejores hombres que tengamos…hagan gritar la economía…10 millones de dólares disponibles…más si es necesario…no involucrar a la embajada norteamericana en el asunto”. He allí la esencia de las políticas desestabilizadoras al gobierno del Presidente Allende y, que rematarían los militares chilenos el 11 de septiembre de 1973. Las similitudes con el caso venezolano son tantas que, la economía venezolana no cansa de “chillar” sin que el Gobierno del Presidente Maduro, pueda dar con las claves exactas para el desmontaje de las políticas de caos económico inducido por el imperialismo y sus agentes en territorio de Bolívar y Chávez. Asimismo, las indefiniciones en materia de política económica son tan similares, que esperemos 2015 no se convierta en el 73 chileno y, las parlamentarias de ese año, no sean el preámbulo del fin de la Revolución Bolivariana, y se abra la puerta al golpe parlamentario tipo Paraguay. El fascismo venezolano, sería más criminal e inhumano que, el pinochetismo chileno…