Cada día que pasa, la guerra unilateral declarada por Israel contra el pueblo Palestino confinado en la ciudad de Gaza, se instala en nuestra vida. Las imágenes que trasmite la televisión occidental, nos muestra un avasallante y vasto poderío militar tecnológico en acción destructiva inmisericorde, al punto que escuelas, hospitales y viviendas civiles vienen siendo arrasadas sin contemplación alguna; lugares que son teñidos con sangre de hombres y mujeres, seres humanos, con el mismo valor que cualquier americano o europeo. Pero sobre todo es teñido con la sangre de los que más pierden en cualquier guerra: Las Niñas, Los Niños. Se calcula que más de un tercio de las víctimas contaban con menos de doce años de edad. Este conflicto, al igual que las guerras de Irak, Afganistan, Libia y Ucrania, ha desbordado con creces la frágil y sesgada legalidad internacional, basada más en la supremacía de las potencias victoriosas en la segunda guerra mundial que en un verdadero orden mundial internacional de respeto y de aprecio por la vida. Basta mencionar la figura del veto, cargada de sojuzgamiento, arrogancia y dominación, que poseen los miembros permanentes del Consejo de Seguridad y con lo cual manejan a su antojo la política mundial.

El agresor, Israel, cuenta con el apoyo pleno de los EEUU, que a su vez no tiene límite ni control alguno sobre sus actos. Es la fusión del Sionismo y el Imperialismo, que al fin de cuentas son las dos caras de una misma moneda. Muchas veces, incluso en forma deliberada, asimilando israelita a judío, sin importarles que la condición de judío no es una nacionalidad, sino una condición religiosa.

Todas las voces que se han alzado contra esta masacre cotidiana encuentra el más absoluto desprecio por los genocidas sionistas que gobiernan Israel y EEUU; pero también la inhibición, vacilación y temor como asumen este drama gran cantidad de países y sus lideres, en especial países árabes (Egipto, Arabia Saudita, Jordania, Emiratos, por ejemplo); y la manera “hollywodense” como los medios transmiten las noticias, colocando en el mismo rasero a israelitas y palestinos, como si se tratara de dos fuerzas en las mismas condiciones, no hacen más que reforzar el poder de los genocidas.

El pretexto de los cohetes lanzados por el grupo Hamas, no puede ser argumento suficiente para una matanza de la magnitud que la practicada en Gaza. Es necesario recordar que la franja de Gaza es una especie de ghetto, con una población de 1,7 millones de habitantes (la mayoría refugiados alojados en ocho campos de las Naciones Unidas) aproximadamente en un territorio de 360 kilómetros cuadrados cuya pobreza alcanzaba en 2007 el 75%; con todos los accesos cerrados o contralados por Israel y Egipto, a pesar que la Franja de Gaza es reconocida como territorio Palestino.

Palestina no cuenta con ejército, no controla el espacio aéreo ni el espacio marítimo. Israel controla el acceso por Erez y le ha permitido cortar suministro de combustible, de medicinas y alimentos, desatando un bloqueo brutal desde hace varios años, sin que haya un pronunciamiento efectivo de la comunidad internacional.

Alrededor de 600.000 personas reciben ayuda alimentaria, lo que demuestra la precaria situación que padece este Pueblo. Se trata de el colonialismo más abyecto y salvaje en pleno siglo XXI.

Esta situación no comenzó con el bombardeo de diciembre 2008 y 2009, es la misma ONU la que viene provocando una guerra de carácter continuado e interminable, al crear en 1947 el estado de Israel, y dejar a los Palestinos en una situación de damnificados internacionales, de parias del mundo. Por ello casi 50 recomendaciones de la ONU para que Israel abandone Gaza, son constantemente desoídas, al sentirse Israel, un Estado predestinado.

Propugnar la transformación del derecho internacional, y de organismos como la ONU es un tarea que todos debemos emprender sin dilaciones, despertar la conciencia antibélica significa proclamar la Paz y la Justicia. Los millones de personas que se movilizan hoy en el mundo contra la masacre en Gaza, debe despertar la conciencia del mundo entero para no olvidar la matanza en Irak, en Libia en Afganistán; el hambre que asesina diariamente niñas y niños en los países africanos.

El orden internacional es un desorden que genera pobreza y miseria, guerras donde mueren inocentes. Pero también la consolidación de un pequeño y privilegiado grupo de países con suficiente capacidad tecnológica, informativa, militar y financiera para seguir controlando el planeta. Es a ello que debemos oponernos con audacia y firmeza, y sobre todo con hechos que consoliden la Unidad de los Pueblos por un Mundo mejor, que erradique definitivamente el colonialismo, la intervención, la ocupación.

El autor es: abogado

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