La operación Margen Protector ejecutada por el ejército de Israel en la franja de Gaza ha dejado más de doscientos muertos y miles de heridos. Israel actúa con crueldad y saña en los bombardeos contra la población civil. Comete crímenes de guerra en abierta violación al derecho internacional humanitario y a los DDHH. Las Naciones Unidas deben condenar los crímenes de Benjamín Netanyahu, pero no con timoratas resoluciones, sino con la contundencia de sancionar política y económicamente al Estado infractor.

No bastan los buenos oficios del Consejo de Seguridad, incluso del presidente Barak Obama, quien se ofreció como mediador, es una obligación de la comunidad internacional exigir el cese del conflicto y las hostilidades, y someter a los criminales de guerra a la justicia internacional; caso contrario, estarían convalidando esta masacre. ¿Quien defiende al pueblo palestino?¿Dónde está la comunidad internacional? ¿Tienen o no los palestinos derechos sobres sus tierras, a la libre autodeterminación, a la no injerencia en sus asuntos internos?

No es cierto que Israel haya actuado para vengar la muerte de los tres jóvenes secuestrados y asesinados, quizá por sus propias fuerzas para destruir los procesos sociales que se adelantan, desde el acuerdo entre Hamas y Fatah que posibilitó la alianza con la Autoridad Nacional Palestina. Esa u otra excusa es tan valedera para que el sionismo siga actuando en consonancia con los principios racistas, su política colonizadora, de ocupación y exterminio a como dé lugar, con la intención de instaurar un Estado Judío.

Israel es una potencia militar, con escudos antimisiles y refugios suficientes para defenderse de una agresión bélica de envergadura; el menguado armamento que utilizan los insurrectos son simples cohetes caseros o artesanales que en la mayoría de los casos ni siquiera dejan víctimas. Cualquier pretexto es válido para acentuar la represión contra el pueblo palestino, que soporta a una comunidad internacional acomodaticia e hipócrita que pregona como límite del conflicto, el derecho de Israel a defenderse.Y cuándo se irán a defender los hermanos palestinos de 70 años de humillación, maltrato, ocupación y dolor. O no tiene en sus heridas la Palestina histórica dolientes que se pronuncien frente a semejante barbarie.

Netanyau, no quiere la paz, sólo el exterminio, avanza, ocupa espacios con sus fuerzas militares ante un pueblo sin armas ni ejército, pretenden una superioridad racial y una política de aniquilación, no hay posibilidad de reconocimiento al otro, como lo ha hecho Palestina desde 1993.

Una política de solidaridad con Palestina no puede ser dubitativa, mucho menos cuando se pretende revolucionaria. Justamente, hay que impulsar, reforzar y extender la campaña internacional de boicot, desinversiones y sanciones contra Israel. Además debe ir acompañada de un fuerte movimiento popular como las intifadas o protestas de 1987 y 2000 que enfrentó la ocupación del nazismo israelí, que a pesar del revés sufrido por las fuerzas rebeldes sentó el precedente que Israel es derrotable militarmente, como aconteció el año 2006 en el enfrentamiento con Hezbollá.

Cuidado si las protestas que se suscitaron en Jerusalén tras el asesinato del estudiante palestino, Mohamad Abu Jedeir, quemado vivo por miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel, demuestran que existen condiciones de lucha para golpear objetivos estratégicos de los sionistas en su propio país.

La solidaridad internacional no puede quedarse en la retórica diplomática, debe respaldar la resistencia popular como respuesta al belicismo sionista. En el 2008 la violenta Operación Plomo Fundido, mató 1.400 palestinos y 14 israelíes. En 2012, la Operación Pilar Defensivo acabó con la vida de 6 israelíes y 170 palestinos. Ahora la operación Margen Protector alcanzan los doscientos muertos, todos bajas palestinas.

Hasta las más tímidas Resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU precisan del derecho a la rebelión y a la guerra de los pueblos sometidos por naciones expansionistas y colonizadores.

La franja de Gaza, territorio palestino, es una prisión con casi dos millones de seres humanos avasallados por una cúpula que convirtió una metáfora bíblica (Sion) en un Estado patibulario, perro guardián de los grandes intereses de las trasnacionales en el Oriente Próximo.

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