David Torres
Publico.es
Argumento no. 1- Hamás son terroristas.
En efecto, tan terroristas como los irlandeses del IRA en los años 20 o los israelíes del Irgún en la década de los 40. En ocasiones, el terrorismo es la continuación de la política por otros medios; en caso de salir vencedores, los terroristas pasan a considerarse patriotas y héroes por la libertad. Enfrentado a un enemigo infinitamente superior, sin ejército, aviación ni armada, Hamás sólo puede recurrir a tácticas de guerrilla urbana y acciones terroristas. Pero, desde luego, no fueron los primeros en utilizarlas en ese pequeño rincón del mundo. Antes de conseguir el premio Nobel de la Paz, Menajen Beguin, uno de los padres de la independencia de Israel, fue el principal cabecilla del Irgún, el brazo armado de la independencia israelí, que jamás dudó ni un segundo a la hora de usar cualquier método para luchar contra el dominio británico y aterrorizar a la población árabe. Entre sus numerosas acciones asesinas, estos luchadores por la libertad dinamitaron el hotel Rey David en Jerusalén el 22 de julio de 1946, con un saldo de más de 90 víctimas. “Uno de los peores crímenes de la Historia”, dijo Churchill, que no era precisamente simpatizante de los palestinos. El 9 de abril de 1948, fuerzas del Irgún (lo que hoy, si fuesen palestinos, se llamarían terroristas) masacraron la aldea árabe de Deir Yassin, a unos cinco kilómetros de Jerusalén, exterminando a más de 100 aldeanos indefensos. Esta matanza, repudiada por diversos grupos israelíes, provocó una carta de denuncia de intelectuales judíos, encabezados por Albert Einstein, en que acusaron al Herut de utilizar métodos fascistas.
Argumento no. 2 – Israel es la única democracia de la zona.
Afortunadamente, habría que decir, ya que la democracia es una palabra mágica que, al parecer, es la panacea para todos los males. En el caso de Oriente Medio, la tan cacareada democracia hebrea no puede ser excusa ni patente de corso para justificar la masacre que cada cierto tiempo su ejército lleva a cabo en Gaza. También Hamás ha sido ampliamente reconocido en sucesivas votaciones por la población palestina y mucha gente parece olvidar que Hitler se hizo con el poder gracias a procedimientos democráticos. Por otra parte, habrá que recordar que, entre otras acciones nefandas, el muy demócrata Estado de Israel fue uno de los poquísimos países, junto con los Estados Unidos, que apoyó y defendió públicamente el repugnante régimen racista del apartheid sudafricano. Tal vez porque tenían un aire de familia.
Argumento no. 3 – Israel sólo quiere vivir en paz.
Palmariamente falso. Al parecer, según sus propagandistas, Israel no hace más que responder ante los reiterados ataques de los terroristas palestinos. En realidad, la situación es justamente la contraria: Israel es un Estado agresor, imperialista, invasor y por completo fuera de la legalidad internacional al menos desde 1967, fecha desde la que sigue expandiendo impunemente sus fronteras ante la pasividad de la comunidad internacional y la impotencia de sus víctimas: los palestinos. Bajo la bandera de la civilización, Israel no ha hecho otra cosa más que invadir, ocupar y colonizar enormes franjas de territorio palestino, expulsando a la población autóctona de sus tierras y condenándola al exilio, la servidumbre, la aglomeración, la miseria y, por supuesto, el odio.
Argumento no. 4 – Hamás quiere la destrucción de Israel.
La asimetría esencial entre los objetivos finales de uno y otro contendiente (Hamás quiere la destrucción de los judíos; Israel sólo pretende asegurar su supervivencia) no se corrobora con la abrumadora superioridad militar israelí y la obscena diferencia de víctimas entre uno y otro bando. En Israel (una sociedad tan sensible donde aún sigue prohibida la música de Wagner por el dolor que pudiera causar a los supervivientes del Holocausto) abundan los mensajes, discursos y pintadas que piden a gritos el genocidio entero del pueblo palestino. Estos días está de moda una camiseta en la que se ve a una mujer palestina embarazada en un punto de mira con la leyenda: “Mata dos de un solo tiro”. Para hacer este mensaje genocida más explícito la semana pasada, la diputada del Parlamento israelí Ayelet Shaket, del partido radical Hogar Judío, escribió que las madres palestinas “deberían desaparecer junto a sus hogares, donde han criado a estas serpientes. De lo contrario, criarán serpientes más pequeñas”. Añadió: “El pueblo palestino ha declarado la guerra a Israel, y con guerra hay que responder. Basta de referencias oblicuas: esto es una guerra contra el terror, no una operación, no una estrategia de baja intensidad. Las palabras tienen su significado”. En efecto, las palabras tienen su significado y detrás de éstas no hay más que uno: el exterminio del pueblo palestino.
Argumento no. 5 – Israel sólo ataca objetivos terroristas.
Otra mentira obscena, flagrante y tan grotesca que sería cómica si no fuese trágica. Entre los muchos bulos que hace correr la propaganda israelí está la leyenda de que el ejército avisa con una pequeña detonación en el tejado de los edificios donde supuestamente se alojan terroristas, una advertencia a los habitantes del inmueble para que lo desalojen antes de la explosión definitiva. Caso de ser cierta, que no lo parece, esta medida sólo funcionaría con terroristas sordos. Por otra parte, son innumerables los reportajes y fotografías de la prensa internacional que han revelado al mundo el salvajismo homicida del ejército israelí: barriadas enteras pulverizadas, niños ametrallados en la playa, edificios reducidos a escombros, un colegio de discapacitados arrasado, docenas y docenas de bebés muertos, un joven ensangrentado llorando con su madre agonizante en los brazos, el cadáver de un niño decapitado y un interminable etcétera de espanto. Una nota más: ayer lunes el ejército israelí estaba atacando el hospital Al Aqsa de Gaza, abarrotado de civiles heridos, y ametrallando específicamente las ambulancias que intentaban evacuar a los heridos al vecino hospital de Shifa.
Argumento no. 6 – Criticar la política militar de Israel es señal de antisemitismo.
Es el acto reflejo en cualquier discusión sobre la masacre palestina. Da igual la anterior trayectoria intelectual del etiquetado o la mayor o menor consistencia de sus argumentos: en el momento en que esboce el menor reparo a la brutal política de agresión israelí, inmediatamente será enviado al cajón de los antisemitas y equiparado al mismo rango de los sacerdotes católicos que culpaban a los judíos de la muerte de Cristo, de los reyes y príncipes cristianos que recluyeron a los judíos en ghettos y los expulsaron de sus tierras, y, por supuesto, de los genocidas nazis que pusieron en marcha el Holocausto. Para desmontar este burdo marchamo basta recordar que el pueblo judío no es Israel, que buena parte de Israel no comparte las ideas genocidas de la extrema derecha israelí y que multitud de judíos (artistas, intelectuales, científicos, políticos y ciudadanos de a pie) también han criticado la bestialidad sanguinaria que el ejército hebreo lleva décadas cometiendo con el pueblo palestino. Unos pocos entre los últimos que se han sumado a estas críticas: la periodista Naomi Klein, que advierte de que toda la economía israelí depende de la industria militar, y los historiadores Yakov Rabkiv, que califica la campaña israelí en Gaza de “masacre”, e Ilan Pappé, que prefiere directamente el término “genocidio”.