Jorge Marchini, 4 de julio de 2014
Las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea para lograr un acuerdo comercial y económico de amplia liberalización tienen características llamativas y no casualmente confusas. Medios de prensa y voceros oficiosos hablan de demoras y dificultades, pero no informan en forma detallada sobre ellas ni sobre su significación.
Resulta notable la continuidad del hermetismo alcanzado en las tratativas; tal como si éstas, que fueron llevadas a cabo con el mayor sigilo y sin debate público desde su reapertura en 2010 fueran sólo de rutina diplomática. Una perspectiva alternativa, y aparentemente distinta a la anterior, es tanto o más grave: el reconocer la trascendencia de lo que está en juego a lo largo de este sinuoso proceso de negociación que comenzara en 1995, pero afirmando que no “hay otro camino” que avanzar sin demora.
Al calor de la pasión futbolística y luego de casi dos décadas hasta podría plantearse la necesidad de un acuerdo Mercosur-Unión Europea sin siquiera tomarse en consideración tantas experiencias negativas de liberalización entre países con distinto grado de desarrollo económico y competitividad históricas y actuales.
Sería como no tener en cuenta que el generalizado proceso de desindustrialización de América Latina en los años noventa tuvo como impulso central la ola neoliberal de apertura irresponsable, o a no sacar enseñanza alguna de las protestas extensivas hoy mismo de campesinos en Colombia marginados por la apertura importadora de productos subvencionados de Estados Unidos y Europa.
¿Hay otro camino? Es imprescindible desmitificar la idea que no hay otra alternativa que avanzar en las condiciones propuestas y rechazar en forma terminante la caricaturización que hacen voceros del establishment afirmando que los sectores, organizaciones y personas que rechazamos la firma del acuerdo en las condiciones planteadas, referimos críticas por querer solo “poner palos en la rueda” y no tenemos propuestas alternativas serias y efectivas.
Los negociadores del Mercosur deben abrir un campo a la reflexión y participación pública para plantear sin demora opciones legalmente viables tomando en cuenta la necesidad de evitar que se repita el error de no considerar condiciones asimétricas de desarrollo entre países de mayor y menor desarrollo económico e industrial que hoy observamos como ejemplo negativo dramáticamente entre los países del norte y el sur de Europa:
1. La extensión de la liberalización comercial. Ésta no debería alcanzar inmediatamente el ochenta por ciento de las importaciones europeas como se pretende, sino realizarse en etapas y, en tanto se presenta como “acuerdo de cooperación económica”, vincular cada una de ellas al logro de ciertas metas prefijadas de desarrollo económico (ejemplo: PBI per cápita, desarrollo industrial regional) o social (ejemplo: aspectos del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas). Aun si acaso los negociadores de la Unión Europea plantearan que no les sería posible aceptar el condicionamiento a indicadores que no pudieran ser controlados por Europa, otra posibilidad podría ser vincular las concesiones mutuas a metas relacionadas con la participación de mercado de las exportaciones del Mercosur (productos con valor agregado, diversificación productiva). Una metodología con metas acordadas para el desarrollo, que fueran más allá de salvaguardias temporales, permitiría: i) de producirse crisis de balanza de pagos u otras dificultades económicas que llevara a la caída de la actividad económica, pudieran revertirse legalmente y renegociarse las concesiones; ii) ahondar el compromiso de bregar en forma permanente por el desarrollo mutuo y armónico de vínculos cooperación y complementación.
2. Exigir un análisis consistente y responsable específico por productos y sector de la aplicación del Sistema Generalizado de Preferencias (SGP) por parte de Europa. Al poder ser interpretado el reciente cambio de criterios y la eliminación para su aplicación en las importaciones de casi todos los países del Mercosur [Reglamento 978/2012 de la Unión Europea, por el cual fueron excluidos Argentina, Brasil, Uruguay y Venezuela de los beneficios del SGP europeo.] como un factor distorsivo y/o condicionante indirecto de hecho de la armonía que requieren negociaciones internacionales con un horizonte de largo plazo.
3. Acotar las metas para alcanzar resultados viables, consistentes y mutuamente beneficiosos. Teniendo en cuenta que, tal como ocurre en general con los mal llamados tratados de libre comercio (TLC), la mayor parte de los capítulos de la negociación Mercosur-Unión Europea no son de carácter comercial sino se vinculan a un amplio espectro de temas estratégicos (compras públicas, propiedad intelectual, servicios financieros, telecomunicaciones, transporte marítimo, competencia, entre otros), plantear prioridades de negociación (ejemplo: comenzar por los aspectos comerciales), no temiendo incluir en una agenda efectiva otros temas que no deben ser marginados por su incidencia también hoy central en las relaciones comerciales y económicas intrarregionales como ser: el movimiento de personas, la complementación educativa, la complementación industrial, los programas de cooperación en investigación y desarrollo.
Tal como señalara en un reciente excelente artículo el exsecretario general de la Cancillería de Brasil, Samuel Pinheiro Guimarães, al realizar un análisis muy calificado de la información parcial que se ha podido conocer hasta el momento, de alcanzarse un acuerdo Unión Europea-Mercosur en las condiciones planteadas hoy por los negociadores, éste podría significar “el inicio del fin del Mercosur, y el fin de la posibilidad de desarrollo autónomo y soberano brasileño y del objetivo estratégico de Brasil de construir un bloque económico y político de América del Sur, próspero, democrático y soberano”[“A União Europeia e o fim do Mercosul “www.cartamaior.com.br/?/Editoria/Internacional/A-Uniao-Europeia-e-o-fim-do-Mercosul/6/30799].
Las negociaciones de dos regiones tan importantes y con lazos tan estrechos como la Unión Europea y el Mercosur son un asunto serio y no pueden ser concretadas a libro en entremeses confidenciales por técnicos y diplomáticos para ser presentadas como fait accompli a las sociedad. Deben formar parte de una construcción y voluntad genuina y consistente teniendo en consideración capacidades, necesidades y potencialidades.
Ya ante la pasión deportiva mundial tal vez sea oportuno referir la necesidad de establecer prioridades con un principio futbolístico: no permitamos que los pueblos y economías del Mercosur queden nuevamente en offside por no comprender dónde nos encontramos parados.
Jorge Marchini, Profesor Titular de Economía de la Universidad de Buenos Aires y miembro del Centro de Investigación y Gestión de la Economía Solidaria (CIGES).