Manuel Yepe
Son formidables los recursos de desinformación con que Estados Unidos
pregona al mundo sus bonanzas, libertades, igualdades y sentimientos
humanitarios, y pretende erguirse en custodio y juez de los derechos
civiles y políticos de los ciudadanos en los países del Tercer Mundo,
mientras los pisotea en su propio país y en los demás del planeta,
especialmente en aquellos que declara adversarios o que no aceptan a
pie juntillas su dictadura global.
Es un gigantesco aparato mundial para la manipulación de los medios de
comunicación que difunde el punto de vista estadounidense por todo el
planeta, esconde o minimiza sus fechorías y crea las condiciones para
que la opinión pública mundial las acepte.
La sistemática manipulación en beneficio de los intereses de la
oligarquía y el complejo militar-industrial de que son objeto los
sistemas judicial, penitenciario y político en los Estados Unidos, por
ejemplo, contrasta con la presunción de objetividad con que sus
representantes pretenden que se les reconozca como enjuiciadores del
respeto a estos derechos en todo el mundo.
¿Qué confianza puede inspirar el gobierno estadounidense para juzgar
los sistemas judiciales, penitenciarios y policíacos de otros países
cuando, desde 1976 hasta hoy, ha habido en Estados Unidos más de 75
casos de condenados a muerte cuyas inocencias han sido demostradas
luego de ejecutadas sus sentencias?
A partir de los aún no explicados acontecimientos del 11 de septiembre
de 2001 –cuyo esclarecimiento la gran prensa del país increíblemente
ha dejado de reclamar- se ha multiplicado en los Estados Unidos el
número de personas que han visto cercenados sus derechos civiles y
políticos por motivos que nada tienen que ver con actos ilegales sino
con aspectos relacionados con su filiación política, el color de su
piel, su procedencia social o su orientación de género.
Es obvio que aquella acción terrorista que costó la vida a más de tres
mil personas, solo benefició a los promotores del llamado Proyecto del
Nuevo Siglo Americano, necesitados de un pretexto para su Guerra
contra el Terrorismo. Fue un subterfugio comparable con los que
Estados Unidos ha fabricado para todas sus guerras antes y después de
11/9 (Maine, Lusitania, Pearl Harbor, Golfo de Tonkin, armas de
destrucción masiva en Irak, armas químicas en Libia, solo por citar
algunas).
La escandalosa violación de los más elementales derechos civiles y
políticos de los cientos de ciudadanos de diversos países recluidos en
el campo de concentración de estilo fascista que mantiene Estados
Unidos en la Base Naval de Guantánamo, un territorio usurpado hace más
de cien años a Cuba contra la voluntad de los cubanos, se vincula
generalmente a lo filtrado a la opinión pública acerca de las torturas
en cárceles del ejército en el exterior, pero en verdad los
antecedentes han estado en el propio territorio de Estados Unidos.
Sobresalen casos de indignante injusticia, como los de los inmigrantes
obreros Sacco y Vanzetti; los esposos Rosemberg; el español residente
en la Florida Joaquín José Martínez; el joven negro Larry Youngblood;
el periodista negro Mumia Abu-Jamal; decenas de patriotas
puertorriqueños; el fundador del movimiento de indígenas
norteamericano Leonard Peltier, los cinco cubanos antiterroristas, el
revelador de documentos secretos de las fuerzas armadas de EE.UU.
Bradley Manning y cientos más de ejemplos de presos políticos
arbitrariamente recluidos en las prisiones de Estados Unidos por
delitos de conciencia.
La serie de mentiras que el gobierno de Estados Unidos utilizó para
ganar el apoyo de la opinión en Estados Unidos para la guerra contra
Irak (Armas de destrucción masiva, vínculos de Saddam Hussein con
Osama Bin Laden y tantas otras) a nadie sorprendió, pero sí impresiona
el hecho de que buena parte de la población en Estados Unidos crea aún
estas mentiras, que ya han sido desmentidas hasta por el propio George
W. Bush, el entonces inquilino de la Casa Blanca.
Aún una parte considerable del pueblo estadounidense considera
justificada la guerra que lanzara Washington contra Osama Bin Laden, a
un costo de varios billones de dólares y muchos miles de bajas, pese a
que ya se sabe que la organización Al Qaeda -que ha sido aliada de
Estados Unidos varias veces antes y después de 9/11- tenía en 2001
menos de 430 miembros y casi seguramente ninguno en Irak.
Es incuestionable que, entre las primacías de que disfrutan los
ciudadanos en los Estados Unidos está la de ser el pueblo más mentido
y manipulado del mundo acerca de la realidad en el planeta que habita,
aquel cuyo derecho a conocer la verdad es violado más
sistemáticamente.