Manuel Humberto Restrepo Domínguez
Rebelión

La Katacracia era una forma de referirse a la excepción representada por el gobierno de los peores. Hoy quizá no es excepción si no regla. El gobierno de los mejores paulatinamente ha sido destituido de su lugar. La aplicación de políticas contrarias a las construcciones colectivas y a favor del individualismo sin pronto retorno fortalece modos de gobernar impregnados de vicios y obstáculos que le impiden a lo político ser la esencia del gobierno.

Cuando las reglas sociales son impuestas sin mediaciones, sin debates por lo publico, sin análisis de causas y consecuencias, sin responsabilidad, sin preocupaciones por la humanidad, sin tratar de las alteraciones en la convivencia o siquiera hacer lo que mejor convenga para garantizar la armonía como un propósito común o para disminuir conflictos y mejorar el bienestar, estamos ante el gobierno de los peores. En el gobierno de los peores los conceptos y categorías de lo político son tratados como simples palabras carentes de fundamentación, sin historia ni futuro, sin posición, son usadas para justificar unas cosas hoy y mañana lo contrario. Los gobernantes son conducidos cada vez mas a tener comportamientos de gerentes como si el estado, sus componentes e instituciones fueran una empresa de interés privado y paralelamente la administración de lo publico convertida a formulas de gestión basadas en indicadores de logro. El mal gobierno se mide con las herramientas del mercado y se sostiene con los balances de encuestas de opinión en manos de empresas de marketing político económico, no en las legitimidades del buen gobierno. Partes del estado son llevadas también por el mal gobierno a bolsas de valores económicos como se lleva el petróleo o la industria farmacéutica.

Nada de lo que ocurre seria importante de no ser porque justamente lo que ocurre es contrario a la democracia entendida como autoridad del pueblo, -con Demos y con kratos- y gobernar se convierte en un asunto de gerencia sin pueblo, gestión sin pueblo y decisiones sin pueblo, en un marco sin responsabilidades políticas y a favor de la expansión del capital y sus sistemas a todas las esferas de la vida, donde no todos son aptos para ser incluidos y reconocidos como seres humanos en democracia y con derechos que deben ser realizados bajo estricta responsabilidad política de los gobernantes para garantizar la vida y bienes materiales para vivirla con dignidad.

Los gobernantes no son peores por carencia de méritos o conocimientos para hacer un buen gobierno, si no esencialmente porque no están dispuestos a salirse de la ruta, la agenda política global, trazada por el capital que despojó a la democracia misma de valores tales como la solidaridad, la igualdad y la justicia y de capacidades para actuar como ente político con equilibrio de poderes y disposición de sus conductores para ser juzgados por la historia, al modo de otras épocas. Es decir, que paradójicamente no son malos porque estén mal preparados académica o laboralmente, si no porque saben aprovechar muy bien los obstáculos del sistema democrático para sacar provecho a favor propio, manteniéndose en la franja del laisser faire entre iguales en el poder o del, dejar hacer dejar pasar, para los de su misma clase, lo que resulta incorrecto para la democracia.

Aparte de gobernar mal para el interés colectivo y la riqueza humana, se empecinan en ser famosos, registrar en los diarios, tener presencia mediática y seguidores, intervenir en la vida publica sin publico pero colmada de beneficiarios, contratistas, escoltas, copartidarios y oportunistas, y en no pocas ocasiones resuelven problemas creando otros problemas mas mediáticos, bien escándalos o cortinas de humo para distraer con formalidades la realidad vivida. Tienen de su lado aduladores de oficio, seguidores, fans, manejadores de redes sociales, interpretes de opinión, bufetes de asesores, contratistas, abogados, creativos, economistas. Usan con destreza los medios de información y utilizan la publicidad de manera reiterada y secuencial para acomodar datos e informes. Saben manipular masas y controlar necesidades y conciencias.

Los malos gobernantes producen daños irreparables en las estructuras de la democracia y de las instituciones a su alcance, afectan las partes vitales como la participación o las garantías al ejercicio de los derechos. Intervienen donde existen derechos conquistados en los que no puede inmiscuirse el estado cruzando la débil frontera entre lo permitido y lo ilegal o al contrario deja de actuar donde debería intervenir entrando nuevamente en la franja de las violaciones a derechos. En una observación simple algunos de estos gobernantes parecen ingenuos y bien intencionados que actúan por incomprensión sobre asuntos elementales del gobierno, sin embargo al focalizar la mirada se descubre una conducta plenamente consciente, en realidad no son ingenuos, sus actos son premeditados, pensados, calculados políticamente.

Los elegidos y designados para gobernar, bajo los principios del mal gobierno, se convierten en expertos de la astucia, en las acepciones de ardid, treta, maña, artimaña, marrullería e hipocresía y habilidad para conseguir cosas con engaños. Aprenden el lenguaje de lo políticamente correcto, como aplicación de la hipocresía y repiten frases, slogan, palabras prefabricadas, sumatorias de textos incompletos sacados de distintas fuentes a veces inconexas, hacen síntesis acomodadas de congresos y actos diplomáticos y sociales en los que aparecen con frecuencia. Tampoco desconocen lo que ocurre con sus decisiones, lo saben y apuestan a ocultarlo. Gobernar ha sido convertido por los sucesivos malos gobiernos en un asunto pragmático para ser realizado en el marco de una gobernabilidad direccionada para aplicar políticas destructivas de la democracia, de lo publico, de lo común, del debate, de la deliberación. Los medios de comunicación crean falsos consensos y sustituyen a la opinión popular para modular los ritmos del gobernante a través de encuestas de preferencia, a las que los gobernantes obedecen acríticamente para mantener su raiting, su imagen, su popularidad que así como sube un día se puede derrumbar al día siguiente y con ellos todo el dominó del mal gobierno y dejar al descubierto sus descompuestas bases.