Al plantearse la interrogante ¿se trabaja para vivir o se vive para trabajar? La respuesta casi automática y con aparente sentido común es que se trabaja para vivir pues hoy en día el trabajo es visto como una herramienta para obtener beneficios económicos y tras de ellos la satisfacción de las necesidades reales, las creadas, el “estatus social” y los lujos. En este sentido el trabajo es una obligación, muchas veces una tortura en la que el ciudadano “fallece” cada lunes y vuelve a vivir los fines de semana y durante las vacaciones, esto obedece a que el fin por el que trabaja no se identifica con los resultados que se obtienen de él, es decir, lo producido no es de interés sino los ingresos que estos generan.

Esta visión resulta “natural” ya que desde hace más de 15 mil años cuando se pasó de la sociedad primitiva a la sociedad esclavista, el trabajo dejó de ser un modo de vida para convertirse en un modo de supervivencia y lo producido dejo de reflejar el interés de quien lo produce para representar el del poderoso esclavista que mas tarde se llamó feudalista y luego capitalista, quienes enajenaron el trabajo de la clase trabajadora aplicando la teoría de la supervivencia del mas apto ya sea como elegido por dios o dioses, por su poder físico o militar, por su poder económico o por cualquier tipo de “superioridad”.

Pero el trabajo representa uno de los rasgos que identifican a la especie humana pues fue el que permitió transformar el ambiente y no adaptarse como en general lo hacen el resto de las especies que limitan su evolución a la supervivencia del mas apto y a la adaptación a los cambios ambientales y la competencia entre especies. Gracias a la asociación en grupos y el trabajo colectivo la especie humana desarrolló la capacidad de comunicar lo aprendido y con ello una cultura que le permitió soportar frió, sequías, hambrunas, estaciones, fenómenos ambientales y la supervivencia ante especies “más aptas” biológicamente.

Durante millones de años de evolución la especie humana durante la sociedad primitiva desarrolló habilidades que le permitieron el uso de instrumentos y métodos para crear o dominar herramientas de caza y pesca, vestido y calzado, vivienda y alimentación, el fuego y la rueda entre otros elementos que pudiendo haber sido producto de una creación individual se convirtieron en desarrollo de la especie gracias al dominio colectivo de esta habilidad y de su transmisión a otras generaciones a través de la acción y la comunicación traducida en cultura, ningún invento posterior puede atribuírsele a un individuo porque cualquier genio necesitó de la cultura previa para poder lograr sus avances. En este período de desarrollo de la especie humana el trabajo se convirtió en su rasgo distintivo y su ejecución era, más que voluntario, una expresión de vida y para la vida.

De esta manera puede señalarse que el trabajo, la comunicación y la vida en colectivo son inherentes a la evolución de la especie humana, que lo natural es que el trabajo represente un modo de vida, una manera de superar las dificultades, de transformar la realidad en beneficio de la especie humana, que la expropiación del trabajo es el rezago de lo más primitivo de nuestra especie que obedece a la supervivencia del mas apto, por lo que es tarea pendiente el destierro de la explotación del prójimo por los de su misma especie (para no decir del hombre y la mujer por…)

Es de dominio popular la expresión “haz lo que más te gusta hacer y no tendrás que trabajar jamás en la vida”, en la que el trabajo se trata como modo de vida, como placer o diversión, pero ¿que sucede si lo que te gusta hacer no permite el sustento diario, si el trabajo que consigues no te gusta en nada?

En estos tiempos en que la complejidad y diversidad de las labores que se realizan y la casi “inevitable” venta de la fuerza de trabajo para poder subsistir hay que reinventar esa frase buscando ir a las raíces de la evolución de la especie humana para poder encontrar el placer de vivir para trabajar, a pesar de no poderse concatenar cada trabajo en particular con los objetivos personales o con lo que se quiere hacer individualmente, deben fijarse objetivos superiores que permitan a tu trabajo contribuir con el desarrollo de la especie humana y su beneficio colectivo, escribiéndola de esta manera “sirve a tu prójimo y disfruta haciéndolo y no tendrás que trabajar jamás en la vida”. Nunca vendas tu fuerza de trabajo aunque en tu sociedad aun requieras del salario que recibes para tu sustento, no hay dinero que pueda comprar el trabajo por una causa superior.

Si solo consigues trabajos que no pueden hacerte sentir que sirves a tu prójimo, es tiempo de que luches por una sociedad que te lo permita y en el combate por esa transformación encontraras la manera de ser útil. Es el trabajo voluntario la expresión máxima del trabajo creador, liberador y gratificante pues obedece libre de ataduras a los principios más altruistas que convirtieron al trabajo en la fuente del desarrollo de las especie humana.
En Venezuela, todo trabajador de las empresas e instituciones del estado debe sentirse como un servidor público que contribuye de alguna manera con la construcción de una patria libre, soberana, de justicia y paz, por arduo que sea su trabajo siempre será gratificante mientras se consiga avanzar en el desarrollo y bienestar de todo el pueblo venezolano, debe “liberarse” de las ataduras de vender su fuerza de trabajo que lo convierte en esclavo, debe convertirse en un fiel constructor de la patria nueva que soñaron Bolívar y Chávez y estará construyendo el socialismo siendo supremamente feliz en el intento.

El trabajo así definido como modo de vida, liberador, gratificante y solidario es en esencia el trabajo que se requiere para la construcción del socialismo y todo el que se llame socialista debe sentirse identificado con esta sencilla expresión de amor al prójimo.

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