Una ciberinvasión

 

Laura Carlsen
CounterPunch

 

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

 

El New York Times publicó otro artículo el 14 de enero de 2014 basado en información interna de la NSA suministrada por el exconsultor de seguridad y delator Edward Snowden y una vez más México aparece destacadamente como objetivo de espionaje masivo estadounidense. El artículo comienza señalando las características y alcance de ese programa:

La Agencia de Seguridad Nacional ha implantado software en cerca de 100.000 ordenadores de todo el mundo lo que permite que EE.UU. realice vigilancia en esas máquinas y también puede crear una autopista digital para lanzar ciberataques.

Mientras la mayor parte del software se inserta obteniendo acceso a redes informáticas, la NSA ha hecho crecientemente uso de tecnología secreta que posibilita que entre y altere datos en ordenadores incluso si no están conectados a internet, según documentos de NSA, expertos informáticos y funcionarios estadounidenses.

México forma parte de un puñado de naciones mencionadas específicamente en el nuevo artículo del New York Times.

Entre los objetivos más frecuentes de la NSA y de su socio del Pentágono, el Cibercomando de EE.UU., han estado unidades del Ejército Chino, al que EE.UU. ha acusado de lanzar regularmente sondas y ataques digitales contra objetivos industriales y militares estadounidenses, usualmente para robar secretos o propiedad intelectual. Pero el programa, con el nombre de código Quantum, también ha tenido éxito en la inserción de software en redes militares rusas y sistemas utilizados por la policía y cárteles de la droga mexicanos, instituciones comerciales dentro de la Unión Europea, y a veces socios contra el terrorismo como Arabia Saudí, India y Pakistán, según los funcionarios y un mapa de la NSA que indica sitios de lo que la agencia llama “explotación de red informática”.

En el artículo en el cual la publicación holandesa nrc.nl citó la historia dos meses antes, un mapa de “Explotación de red informática” muestra fuertes concentraciones de operaciones en Brasil y Venezuela, así como en México.

Las informaciones más recientes complican aún más la tarea del Gobierno de Obama de explicar sus programas de espionaje. El mundo espera esa explicación. Obama se encuentra entre la espada y la pared al respecto. Si defiende todo el programa, está estableciendo una norma internacional que viola principios básicos de derechos individuales a la privacidad, respeto diplomático y reglas de comercio e inversión internacionales respecto a información confidencial sobre licitaciones y otras negociaciones. El Gobierno de EE.UU. ya no tendría una base para criticar precisamente ese mismo tipo de operaciones provenientes de otros países, en particular China.

Por otra parte, si limita partes del programa, sería una admisión de exceso y un revés para los halcones del Pentágono que igualan la seguridad con un sistema en el cual el Gobierno de EE.UU. microadministra el mundo. También sería una vindicación implícita de Snowden, a quien Obama ha descrito como un criminal común.

El panel de estudio de la vigilancia asignado para analizar las operaciones de la NSA testificó esta semana ante el Senado, cuestionando las actuales prácticas. Su informe de diciembre criticó fuertemente muchas de las prácticas y urgió a ponerles freno. Es probable que Obama apoye algunos de esos límites. El Congreso, bajo la dirección de Patrick Leahy, ha pedido límites y será responsable de cualesquiera nuevas regulaciones al respecto.

Sin embargo puede ser que sea la presión del sector privado, en lugar de los principios, la que imponga límites. Silicon Valley ha exigido límites debido al temor de que sus productos y servicios pierdan mercado después de filtraciones que muestran que compañías estadounidenses trabajan con la NSA y, como un moderno caballo de Troya global, entregan equipos ocultos de espionaje.

Desde mi perspectiva de investigadora, activista de derechos humanos y analista internacional, es la única posición de principios y la restricción de los programas de la NSA es una necesidad política, diplomática y ética. Snowden nos ha dado una oportunidad de enfrentar una amenaza a nuestros derechos y la democracia que no sabíamos que existía antes de su valerosa decisión de hacerlo saber públicamente. Ahora depende de nosotros que presionemos para que se introduzcan cambios y expresemos nuestra indignación ante la decisión secreta del Gobierno de invadir nuestras vidas mediante ordenadores y teléfonos que forman una parte indispensable de nuestras vidas diarias.

Aunque esperamos algunas concesiones en términos de límites en la busca de información interna, probablemente veremos muy poco cambio en el frente internacional. El coste político para Obama y los miembros del Congreso proviene de electores y empresas afectadas por las filtraciones.

También afectan a ciudadanos y gobiernos extranjeros, lo que ya parece tener implicaciones para los exportadores estadounidenses. La decisión de Brasil en diciembre de otorgar un contrato de cazas jet por 4.500 millones de dólares a Saab después que Boeing había tratado de conseguirlo durante años, se interpretó como muestra de la indignación de ese país ante el espionaje de EE.UU. a su Gobierno y específicamente a la presidenta Dilma Rousseff.

Presumiblemente, las actuales declaraciones de Obama sobre el futuro del programa de la NSA no serán un sustituto de la explicación específica que según el presidente Peña Nieto Obama prometió a México. Filtraciones sobre el espionaje a Peña Nieto cuando era candidato presidencial y al expresidente Felipe Calderón causaron revuelo en este país.

Mi opinión es que la demanda de una explicación por parte del Gobierno de Obama no es más que una maniobra de Peña Nieto para salvar las apariencias. Obama no solo no ha admitido los programas revelados por Snowden, sino que además los ha defendido.

México no necesita una explicación del presidente Obama. Necesita un presidente que defienda su dignidad e independencia fijando una línea diplomática que distinga entre cooperación e intervención.

Laura Carlsen es directora de CIP Americas; www.cipamericas.org .