Santiago González Vallejo
Mundo Obrero

En la presentación de su último libro, «Lacomunicación jibarizada», el colaborador de Mundo Obrero, Pascual Serrano, señalaba el hábito de mirar el buzón del correo (del móvil) cada minuto, como funesto para el pensar y que la inmediatez de la ‘información’ sustraía al conocimiento y que esa acción continua de mirar si hay correspondencia, distraía, impedía la concentración, el reposo y la reflexión.

Y que finalmente, pocas revoluciones y cambios se pueden lograr a base de twiters y demás elementos inmateriales sin ocupar la calle, el ágora, e interrelacionarse con la sociedad.

Eso me llevó a un recuerdo en Berlín del año 80. En un Berlín occidental pletórico de objetores de conciencia y movimientos alternativos. En una parada de metro unos jóvenes repartían unos panfletos de alguna movida. Tenían un sombrero junto a ellos y la gente, de manera normal, muchos de ellos, sin ninguna duda, depositaban unos pfennig (céntimos). Me extrañó esa costumbre –fuera de los usos hispanos-, pero el significado estaba claro. La información cuesta dinero, el sostenimiento de las organizaciones cuesta dinero, la difusión de las ideas y propuestas cuesta dinero…

En otro viaje en los Estados Unidos, los grupos de activistas desarrollaban campañas de obtención de fondos para causas concretas y era normal que recibieran el envío de cheques de 5, 10, 20, 50 dólares… haciendo factible el proyecto.

En ambos casos, aunque se podrían citar muchos más, los grupos de izquierda de muchos países con los que he intercambiado experiencias eran reducidos, sociológicamente estaban en terreno ‘hostil’ y eran, en términos generales, pequeños. Pero, su nivel de militancia, el arrope que tenían de otras personas que aportaban dinero, tiempo, espacios, infraestructura, etc., les hacían ser organizaciones consolidadas, con rigor y estar ahí, mostrando su voluntad de que se puede hacer otra política.

Todo esto para decir que la militancia, el ser de izquierdas, tiene que aunar compromiso, tiempo y recursos. Y siempre reflexionando el cómo llegar, el cómo gramscianamente ser hegemónicos.

Y son con estos parámetros cuando han surgido nuevas fórmulas de organización e ideas para fortalecer propuestas de izquierda, de grandes o pequeñas organizaciones, con objetivos concretos, dirigidos a todos los públicos, organizados o no. Porque este es uno de los grandes problemas que nos encontramos: la individualización de luchas, la desestructuración social y una sociedad atomizada a la que debemos dirigirnos y con ella fortalecer a la izquierda.

En este rearme organizativo, de lograr objetivos concretos, si bien parciales, construyendo un cuerpo social alternativo, es cuando acaba de salir una propuesta de portal para lograr por medio de microfinanciación colectiva (crownfounding), la realización de proyectos díscolos. El portal es www.namlebee.com, con un planteamiento de arropar propuestas de esa gaseosa que se reclama de izquierdas, y empieza con dos proyectos de carácter palestino (la edición en castellano de un libro clásico de la historia palestina, cuyo autor, A. W. Kayyali, fue asesinado en Beirut en 1981; la defensa de unos adolescentes palestinos encarcelados por Israel); la puesta en marcha de una plantación de tomates ecológicos en la alta montaña de Huesca; y un proyecto de documental sobre poetas aragoneses. Los realizadores del portal son Sergio Pérez y Sandra Barrilaro ligados a la editorial Bósforo, especializada en temática palestina que con este proyecto se embarcan en hacer posible proyectos de toda índole y que hace que todos podamos ampliar, también en el plano económico, material, nuestra militancia y compromiso.

Posteriormente a la publicación de este texto, los objetivos de apoyo económico de dos proyectos anunciados, el de la ayuda a la defensa de adolescentes palestinos y el de cultivo de tomates rosas de alta montaña, han sido cubiertos.

Santiago González Vallejo, economista