¿Cómo logró Mandela conciliar intereses tan antagónicos? Aquí se le parten los sesos a los ortodoxos que promulgan lo irreconciliable  de los intereses como motor de las revoluciones. Aquí se cae la teoría evolucionista que sostiene la necesidad del poder en manos de una aristocracia. Este otro ejemplo de desprendimiento para la humanidad aprendió a poner los intereses de sus adversarios delante de los de él sin claudicar a sus principios. Él entendió que los principios prevalecen sobre los intereses. Al salir de un cruel y largo cautiverio Mandela salió a abrazar a sus verdugos. Él estableció un diálogo sincero con todas las fuerzas de su nación y con los factores externos influyentes. Por supuesto, que hubo boicots para entorpecer el proceso de reconciliación. Pero su perseverancia lo llevó a comprender la naturaleza frágil del adversario. 

Cuando se estudian los intereses del adversario nos sorprendemos al encontrar que son iguales a los nuestros. En el fondo es el mismo interés: el poder por controlar. El poder por controlar es instrumental. El poder soportado en el amor al semejante es espiritual. Hasta el más vil de los adversarios tiene una gota de amor. Este tipo de poder consiste en descubrir esa gota de amor en el adversario. Ese descubrimiento doblega a cualquier adversario, y nos convierte en semejantes. Descubrimos que somos iguales en dignidad, y por consiguiente libres de ser oprimidos por los intereses instrumentales. 

En este contexto me voy a permitir dirigir la siguiente pregunta para cada bando de la polarización venezolana. ¿Habrá una gota de amor en la dirigencia de la MUD? ¿Habrá una gota de amor en la dirigencia del PSUV? Cada bando  autoproclama amarse a sí mismo, pero se odian entre sí.  ¿Hay algo de valor en esto? Ninguno. Es ingenuo pensar que lo habrá. Se requiere un gran sacrificio en cada dirigencia.

La misma pregunta va para los que ostentan el poder político y sus adversarios en las naciones hermanas de la región latinoamericana. Es vergonzoso para nuestra región que la ideología del poder por el control se imponga ante la ideología sustantiva del amor al semejante.  Es inhumano que detrás de la práctica del poder por el control se esconda el afán por la acumulación de dinero. ¿Hasta cuándo vamos a naufragar en esa ideología efímera? ¿Hasta cuándo los golpes hipócritas de pecho?

Nuestras conciencias solo quedarán limpias cuando nos veamos como iguales en dignidad y libres de cualquier opresión. Solo así cerrarán las venas abiertas en América Latina. Pero no serán nuestros políticos actuales los cirujanos, si no nosotros los pueblos latinoamericanos, los que les cerremos el acceso al poder a los políticos del odio y de la lujuria crematística. Debemos identificar la asimetría en sus corazones. El doble discurso devela hacia dónde va su amor sustantivo, hacia el dinero o hacia el pueblo. Hugo Chávez hablaba del doble carácter de la corrupción. Ella es difícil de demostrar, pero también es difícil de ocultar. Cualquiera de nosotros somos o hemos sido vecinos de algún político fariseo.

Los pueblos han sido dominados más por su ignorancia que por la audacia de los fariseos. Los fariseos ofrecen cualquier dádiva o prometen sueños inalcanzables. El pueblo debería juzgar los sacrificios de los políticos para ser dignos de su confianza. Nelson Mandela hizo grandes sacrificios. Él practicó el amor a los semejantes, en especial, a sus enemigos. Estos últimos quedaron como enanos éticos para la historia. La grandeza de Mandela es un patrón de juicio para cualquier político contemporáneo. Ese patrón debería ser el punto de partida para la nueva ética política latinoamericana, y muy urgentemente, la nueva ética venezolana.

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