Nicolás Ramón Contreras H
The Guardian, un periódico predicador de la doctrina del capital que más daño le ha hecho al capitalismo como el neoliberalismo, nos da en una de sus más recientes notas, un ejemplo de cómo se hace el encadenamiento embusteros de los think tank, que yo prefiero llamar trash tank, porque no son tanques de pensamiento sino tanques emisores de basura, que han venido poco a poco, a través del prestigio construido desde lo mediático y el dinero constante y sonante, realizando la miserable hazaña de tomar las palabras, vaciarlas de su significado original y crear una nueva pseudoetimología.
Conceptos como democracia, por ejemplo, ya no son tanto el gobierno de las mayorías dichas por el pueblo en las urnas, sino que son reducidos a la alternancia en el poder de supuestos programas de partidos que son diferentes de nombre, pero juegan a lo mismo en la práctica: usura, privatización a ultranza y especulación, con grave destrucción del aparato productivo como tendencia, en los países subordinados a los países metropolitanos, dotados con armas atómicas y medios de manipulación masiva de la opinión pública, incluida la académica tomada y gobernada desde el billete y no desde la episteme.
Me detona esta reflexión, un título de The Guardian, en el cual etiquetan al papa Bergoglio como » el nuevo héroe de la izquierdista», mote que le adjudican por igual a personajes como Barak Obama y al partido demócrata, que de izquierda han tenido, lo que George Bush de humanista; o Barak Obama de premio nobel de la paz. Este etiquetado que aparentemente es inofensivo, tiene como finalidad primaria confundir a la opinión pública, con el ánimo de venderle como centro «izquierda» o «centro» derecha, a personajes que son de la más rancia ultraderecha y juegan con distintos tonos en el fascismo, como por ejemplo en Colombia, Juan Manuel Santos y Álvaro Uribe Vélez.
O venderle como «progresistas» a personajes de la derecha moderada tipo Fernando Sabater,como Antanas Mockus, gran privatizador de las empresas más rentables que tenía Bogotá, la capital distrital de Colombia. A Henrique Capriles Radonsky por ejemplo, lo promocionaron los medios de Prisa y Planeta, como de «centro- izquierda» en las pasadas elecciones. Una dizque periodista de revista Semana de Colombia, Tatiana Lobo Guerrero, lo llamó “el nuevo libertador de Venezuela”
Estas movidas de falsificación semiótica y semántica, a su vez, se mueven en la dirección de etiquetar con las demoníacas denominaciones de «comunistas», «socialistas», populistas o «asistencialistas», a personajes y movimientos que ponen en peligro el santo grial de las especulaciones y las privatizaciones concesionadas a precio de huevo. En Abiayala/América y en especial, escenarios como Venezuela, Honduras, Colombia y Chile, dos nuevas categorías ultrademoníacas se han acuñado recientemente, en ese campo de experimentación de la guerra psicológica que es Venezuela: “castro-comunismo” o “chavismo”. En Argentina la etiqueta anatema es el Kirchnerismo.
Pero estas etiquetas tienen sus manejos, porque esta falsa academia que se objetiva en los medios dizque de «comunicación» o «información», dos ejercicios actualmente en gravísimo peligro de extinción, cuando todo este engranaje se activa como la maquinaria de falsificación conceptual, cuando las grandes multinacionales como CNN, The Economist o The Guardian, lanzan sus homilías inquisitoriales, replicadas en cada país lacayo o con oposición lacaya, a través de sus medios de propaganda privada, mediante la fórmula goebbelsiana de lo «bueno» y «lo malo», empiezan su labor descalificadora y difamadora, a través de presentadores, conductores de televisión o hasta chismosos y difamadores de poca monta, como Jaime Bayli, un bufón que ejecuta los montajes de JJ Rendón, a quien hizo la más lambona de sus entrevistas.
Entonces entran en escena los «especialistas» o «expertos» al gusto de los intereses comerciales de los dueños del medio de propaganda, en cada tema tratado, ya no en ejercicio académico, sino de predicadores sin recato de una nueva inquisición, que define a su gusto lo «correcto», así estos pontífices sean terroristas mondos y lirondos como Carlos Alberto Montaner, o especuladores curtidos con movidas más allá de los límites de la estafa como George Soros, Standar & Poor o Goldman & Sachs. Otros actúan como abogados del coloniaje o el bandidaje como Miguel Enrique Otero o Andrés Volpe, defensores de la injerencia imperial o de los estafadores de Daka.
Para estos nuevos predicadores del neoliberalismo, por ejemplo, las copias al chavismo que hizo Uribe en Colombia, como los Concejos comunales, burdas copias de Aló Presidente asesoradas por JJ Rendón; o los subsidios ínfimos del Plan Colombia, una mala copia de las misiones sociales, esas movidas no son “ni populistas” ni “asistencialistas”. Y sí lo aceptan dicen que ese es un asistencialismo y un populismo «bueno», porque lo hace un presidente que garantiza la seguridad inversionista, que en la realidad traduce, la eliminación de cualquier responsabilidad – social o legal- para los concesionarios de actividades extractivas, que bien podría hacer el estado con el empresario local.
Reagan y Tacher por ejemplo, señalaron que el estado era el problema, que su función era dejar que el mercado hiciera el milagro de solucionar, sin límite alguno las situaciones sociales que el estado por definición liberal, debía atender. Para eso, se impuso la privatización de todos los servicios y deberes sociales del estado, como los servicios públicos, incluida el agua, que generó en Venezuela, Ecuador y Bolivia el principio del fin del neoliberalismo, cuando la gente no pudo aguantar tanto abuso y surgieron, el caracazo, los paros indígenas y campesinos, que terminaron, por resolver lo que ni el mercado ni el estado privatizado pudieron, mediante nuevos procesos de gobierno incluyente y popular.
Hacia estos nuevos modelos de estado, vuelve el neoliberalismo toda su furia. Unas veces llamando al golpe de estado, otras preparando el terreno de un golpe de estado o una intervención militar. Otras veces difamando, pero siempre cumpliendo el papel de confundir a las nuevas y viejas generaciones, que ya no tienen por el modo de vida, espacios de intercambio de ideas, porque el televisor cargado de venenosos opinadores de oficio, se interpone con la serie de televisión o con cualquier enlatado, donde los marines van a Afganistán a pelear por el derecho de las niñas y niños a estudiar: eso lo dicen AXN, Warner, TNT y su kombo.
O Caracol y RCN, te salen con las historias amañadas de los narcotraficantes, que en el pasado se asociaron con el estado colombiano, los oficiales de nuestras fuerzas militares, para bajo el mando de las élites especuladoras del capital y del latifundio, fundar los grupos paramilitares de extrema derecha como el MAS y las autodefensas del Magdalena Medio, que luego se convirtieron en cooperativas que terminaron involucradas en el genocidio de la UP y del sindicalismo por extensión. Pero en esta nueva falsificación de la historia, los mafiosos son “izquierdistas” y hasta “comunistas”. Y la tapa de la olla: la DEA se convierte en la mansa paloma que ha venido a América a traer la paz.
En esa nueva historia de Colombia hecha con series de televisión y la asesoría de un sicario mitómano como Popeye, las autodefensas de los 3 Caínes de RCN, por ejemplo, surgieron como ángeles vengadores por su propia cuenta que entran a combatir a los “terroristas” de una guerrilla que existe, ya no como consecuencia del déficit crónico de democracia del país, sino porque están poseídas del mal: por pura coincidencia, esa es también la tesis del beneficiario de un falso atentado mediático, el mismo que no aparece en las dos narcoseries, otorgando las más de 32 licencias de vuelo a favor de Pablo Escobar; ni aparece la masacre del Aro, que sucedió bajo su gobernación.
Todo esto, va más allá del aparente titular inocente de The Guardian, cuyo director está siendo interrogado y procesado por publicar a Snowden, sin que la SIP o Reporteros sin Fronteras o Amnistía Internacional, se despeinen gritando censura y persecución a la libertad de expresión, porque eso en este nuevo orden mundial de la falsificación y la usurpación, tiene como destino exclusivo y como etiqueta con todo y sus aspavientos, a Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, los más peligrosos por tener gobiernos soberanos, una palabra que el neoliberalismo en boca de Gabriela Febres Cordero, convirtió por un tiempo en mala palabra, pero que ahora en boca de María Corina y Capriles matonsky, es válida para cuestionar al “imperialismo cubano” que se tomó a Venezuela y a sus fuerzas militares.